'Contagio en alta mar' (Sea Fever, 2019) es una película pequeña que ha ido circulando por mercados de VOD hasta que ha encontrado nueva vida e la pandemia de COVID-19. Un thriller de terror y ciencia ficción irlandés que recorrió el circuito de festivales internacionales de cine generando expectación por su trama sobre una misteriosa infección parasitaria en un arrastrero de pesca aislado en medio del océano.
La enfermedad actúa rápidamente y sus síntomas van desde lo inquietante hasta lo absolutamente espantosos. La directora Neasa Hardiman aprovecha la oportunidad de jugar dentro de los reinos del horror corporal y demuestra un gran ojo para el diseño de criaturas en la estética bioluminiscente de un monstruo marino con ramificaciones lovecraftianas que, sin embargo, tiene una presencia en pantalla limitada, dejando que la tensión y la atmósfera sean lo que impulsa la trama.
Costeau contra el Kraken
Ambientada en la Irlanda contemporánea, 'Contagio en alta mar' sigue a la bióloga marina Siobhán (Hermione Corfield), en su investigación de doctorado sobre patrones de comportamiento de la fauna oceánica a bordo de un arrastrero de pesca llamado Niamh Cinn Óir, donde su tripulación no acaba de recibir bien su visita. Cuando quedan atrapados en los tentáculos de una criatura desconocida, la tripulación se infecta tras hacer contacto con la sustancia viscosa parasitaria de la criatura.
El grueso del film cuenta como Siobhán va ganándose la confianza de una tripulación supersticiosa, se encarga de poner en cuarentena a los infectados e intenta detener el contagio de los que no quieren colaborar. Es imposible no conectar 'Contagio en ata mar' con la pandemia actual y cómo la gestión de la cuarentena y el aislamiento son fundamentales en el control. Vemos replicados algunos comportamientos que estamos leyendo en las noticias día a día a una escala de unos pocos personajes.
Sin embargo, y aunque tiene que ver con películas de terrores en alta mar como 'Leviathan'(1989), y de grupos encerrados con la paranoia de no saber quién es el contagiado, al estilo de 'Cabin Fever' (2002) o 'La Cosa' (The Thing, 1982), el peligro que propone es la mayor parte de las veces microscópico e invisible, aunque a veces podemos ver partes (como en la más dinámica 'Deep Rising') de la criatura en secuencias submarinas, culpable de la misteriosa sustancia viscosa azul con las larvas parásitas que infectan a los humanos, llevándolos a la locura y la muerte.
El regreso del ecoterror
Con el cambio climático cada vez más presente y la experiencia COVID-19, es probable que el terror ecológico sea cada vez más habitual en los próximos años, y la amenaza parásita de 'Contagio en alta mar' puede ser una consecuencia del cambio de las temperaturas del mar que haya llevado a esta criatura a la superficie, también deja abierta la idea de la sobreexlotación de los medios naturales, pero dentro del molde de un film de horror sin prisas, que abre la posibilidad de que el chipirón gigante no sea la verdadera amenaza.
Aunque todos estos apuntes son más del ámbito científico con el que juega, estos no le comen el terreno a otros más misteriosos que se nutren del folclore irlandés, buscando un contrapunto en las criaturas marinas de las leyendas e historias medievales del género Immram, sobre viajes sobrenaturales en el mar que deja también algunas conexiones con la obra de Lovecraft, especialmente el final con un parecido específico a cierta adaptación del de Providence.
Hardiman demuestra ser eficaz a la hora de imponer la atmósfera de tensión a través de secuencias de ritmo pausado que van arrastrando la narración hacia adelante sin perder de vista a los personajes en juego. Es posible que 'Contagio en alta mar' acuse algunos problemas de montaje y por su carencia medios no aporte gran cosa al género de ciencia ficción y terror, pero la forma de afrontar el cine de monstruos en Europa consigue algo más estimulante que el complejo de videojuego de blockbusters inofensivos como 'Underwater'.
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