Es habitual, y totalmente justificada, la queja acerca de que un tráiler contenga todos los chistes de una película, más que porque los destripe, porque, cuando se ve el film, éste no aporte nada más que lo ya conocido y la convicción de que se han perdido el tiempo y el dinero se torne irrefrenable. Encuentro aún más irritante algo lo que le ocurre al avance de la que se estrena esta tarde, ‘Con derecho a roce’. Esta recopilación no solo adelanta todas las gracietas, sino que promete un tono muy diferente al que se puede a encontrar en la cinta, como ha ocurrido más veces. Montado a partir de un par de escenas de sexo, que aparentan ser más fuertes de lo que este tipo de películas acostumbran a mostrar, vende una comedia más gamberra y escabrosa que la media, lo que también se podría esperar por venir de Will Gluck (‘Rumores y mentiras’). Sin embargo, resulta más blanda que muchas otras rom-coms, que ya han empalagado al más pintado. El humor escasea, excepto, si acaso, por un par de chistes bien traídos sobre las aplicaciones del iPad, que no reventaré.
Mila Kunis y Justin Timberlake –que ya ha demostrado que sabe reírse de sí mismo en ‘Bad Teacher’, pero que podría cantar algo menos, aunque lo haga para automofarse– representan a una cazatalentos y a un superejecutivo angelino, recién aterrizado en Nueva York, que deciden enrollarse, tratando de que la aventura no estropee su amistad. Sus fracasos amorosos previos y la influencia de las amistades pondrán más difícil esta situación que ya por sí sola pende de un débil hilo.
Gente que no sabe lo que quiere
‘Con derecho a roce’ es la traducción exacta de ‘Friends with Benefits’ – en ambos idiomas se trata de frases hechas en las que hay que buscar la equivalencia, en lugar de caer en el error de lo literal–. Tanto una como otra son expresiones de uso muy reciente que surgen para designar una tendencia igualmente nueva, pero que ya se ha colado en el cine de tal manera que nos encontramos en estos momentos varias películas con el mismo planteamiento, casi calcadas entre sí, sin que entre ellas disten más de unas semanas o meses. Por si fuese poco, también hay una serie homónima que, por el momento, me está seduciendo más que la presente cinta. Aprecio que el género se haya alejado del cliché de la mujer que desea, como única meta posible, casarse y tener descendencia que, por muy antiguo que suene, es el que alimentaba las comedias románticas hasta hace solo escasos años. Pero el paradigma por el que se ha sustituido, si bien es preferible, tampoco me convence.
Como ya argüí al comentar un film reciente con argumento y título clavados al que nos ocupa, así como al hablar de esta otra película, o incluso sobre esta, este tipo de punto de partida impide desarrollar hacia adelante la historia, por la ausencia de objetivo. Por ese motivo, ‘Con derecho a roce’ da un brusco cambio hacia la mitad y se aleja de todo lo que ha ido proclamando para un poder concluir su romance. Error de concepción o de desarrollo del guion, quizá provocado por una lucha de intereses entre los creadores –demasiadas manos firmando el libreto–. Se podría haber matizado, provocando un cambio de opinión en los personajes, en lugar de una demostración de que no saben lo que se quieren. Lo que cabría ser una progresión manida, pero bien desarrollada; se troca un desmañado intento de disimular lo indisimulable: que se va a caer de lleno en ese tópico del que se huye.
Poco espacio a los secundarios
En casi todas las comedias recientes, sean o no románticas, estamos encontrando que el valor principal reside en los secundarios y sus tramas. Puede ser una de las pobrezas de esta película el apenas contar con nada que rodee a la relación principal de los dos protagonistas. No en vano el brillante montaje en paralelo del arranque, en el que aparecen Andy Samberg y Emma Stone, puede ser el mejor momento del film. Woody Harrelson, Jena Elfman, Patricia Clarkson o Richard Jenkins no disponen de mucha oportunidad de sazonar el conjunto, aunque sus personajes sí apuntan maneras en el poco tiempo del que disponen.
De hecho, el vínculo madre hija tiene una mayor carga sentimental que el que centra la historia. Se presenta complicado sentir emoción ante los sentimientos de Jamie y Dylan, debido a que, tanto los personajes como el ambiente en el que se los ha situado se me antojan irreales. El glamour no nos tendría por qué alejar necesariamente de los seres de dos dimensiones que pueblan las pantallas, pues, si fuese así, el cine del Hollywood clásico nunca nos habría transmitido nada. Pero aquí la irrealidad no está solo en que estos jóvenes, exitosos y atractivos, vivan en envidiables apartamentos en las ciudades más caras de EE. UU., sino en la falta de matices o dimensiones de sus personalidades: carecen de defectos –si no contamos la empanada mental, que me temo que no se introduce intencionadamente en la descripción de personajes, sino que surge de ese cambio que el guion no tiene más remedio que dar–, lo cual, como he indicado otras veces, puede ser el peor defecto que tenga un personaje.
Conclusión
De nuevo, la disonancia cognitiva –es decir, la diferencia entre las expectativas y lo encontrado– me provoca una reacción más negativa de la que quizá habría tenido si hubiese visto la película sin información y es que algunos, más que espectadores, deberíamos llamarnos “expectadores”.Esperaba una versión más desenfadada de algo que se ha visto varias veces y resultó ser lo mismo, pero aún menos logrado . No quiero decir con ello que ‘Con derecho a roce’ sea despreciable en su totalidad, ya que contiene alguna cosa simpática y su nada austero diseño de producción la convierte en vistosa.
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