Cuando veo grandes películas de antaño, como '12 hombres sin piedad' o 'El tercer hombre', me pregunto qué ha cambiado en el mundo del cine, para que a la mayoría de los espectadores, esas películas les parezcan aburridas y gafapastas, y luego se lancen en masa a ver un esperpento como 'Como locos... a por el oro'.
Podría debatir con cualquiera sobre por qué me parecen deleznables las películas como ésta. Durante horas. Porque, sinceramente, son tantos los argumentos que se me ocurren tras el visionado de esta cinta, que lo más práctico sería explayarme hasta el cansancio, y expresar mi perplejidad ante la buena aceptación de este tipo de títulos.
Resulta que Matthew McConaughey y Kate Hudson (la verdad, no me importan los nombres de los personajes) son dos novios a los que una gran fortuna parece la única manera de proporcionarles estabilidad y confianza en su relación. Originalidad al canto, oigan. Pues bien, en este berenjenal anda metido Donald Sutherland, que se ve que su pensión no da para más, y tras parecer que resucitaba en 'Orgullo y Prejuicio', vuelve aquí con un papel tan absurdo como el resto de la película.
Antes que preguntarnos qué falla en 'Como locos... a por el oro' (maníquea traducción de 'Fool's Gold'), podríamos ver qué no falla, y terminaríamos mucho antes. En estos términos, hay que destacar que la fotografía, con amplias vistas del mar en tonos claros y con cierta tendencia al amarillo y colores cálidos, proporciona un ambiente logrado. Esto se ve complementado, por supuesto, por la permanente inclusión de bellos lugares que animen el cotarro.
No busquen leer más virtudes porque el anterior párrafo las describe todas. Pasemos a analizar todo aquello por lo que esta película da vergüenza ajena. Para empezar, los personajes de McConaughey y Hudson no paran de hablar, en un derroche de diálogos absurdos y vacíos. Continuamente expresan frases inconexas y de una simpleza brutal. Da la impresión de que, aun con sus evidentes limitaciones actorales (McCounaghey tiene la boca como en la imagen durante toda la película), ni ellos mismos se creen lo que están haciendo. Todo en pos de un guión, de John Caflin y Daniel Zelman (su precedente es la también deplorable 'Anacondas', atención), que ridiculiza al espectador a base de un argumento tan plano y poco original como puede intuirse a priori.
La dirección de Andy Tennant es torpe, con planos muy forzados y muy centrados en insistirnos en lo buenos que están los protagonistas, él y ella, y en que podemos titubear con la posibilidad de que estemos viendo un telefilm o una película que realmente ha llegado al cine, por desgracia. La música, de George Fenton, se esfuerza tanto en que nos acordemos de la banda sonora de Klaus Badelt para la saga 'Piratas del Caribe', que se convierte en otro estorbo más para que podamos ver algo interesante en alguna escena.
Para colmo, 'Como locos... a por el oro', está enfocada a plantearse como una comedia romántica de aventuras. No consigue ninguna de las tres cosas. Comedia puede ser, pero para reírse de lo mala que es la película. Pero romántica, y de aventuras implica un mínimo entretenimiento, una mínima lucidez en el contenido. Incluso si no fuera tan aburrida e inverosímil, tendría un pase como para ser considerada una película que le arregle a uno un sábado por la tarde, pero está muy lejos de satisfacer esa opción como alternativa al aburrimiento supremo.
Las escenas de acción (por llamarlas de alguna manera), parecen orquestadas por niños de ocho años para un teatro de fin de curso de colegio, y SPOILER al final, consiguen pilotar el hidroavión, mientras se hacen arrumacos, y justo enfrente de la lancha donde están sus compinches. Dan ganas de vomitar. FIN SPOILER.
Estando como está este año 2008, incluso me cuesta pensar en la posibilidad de ver alguna película más antipática que ésta durante los próximos meses. Su falta de pretensiones, que en otro caso, podría haber sido incluso una cualidad de la película, aquí es un insulto a la inteligencia del espectador, un ataque directo y frontal al conformismo cinematográfico.
En una palabra: aborrecible. Una pérdida de tiempo en todos y cada uno de los aspectos.
Más información en Blogdecine sobre Matthew McConaughey y Kate Hudson.