Comenzamos hoy en este especial de cómic en cine un nuevo siglo, y a la vista de lo que nos encontraremos en las próximas semanas —empezando por las tres entradas que ocuparán nuestra atención hoy, mañana y pasado mañana— podríamos afirmar casi sin temor a equivocarnos que la entrada en el s.XXI trajo aires muy renovados al mundo del noveno arte a 24 fotogramas por segundo, encontrando por fin una respuesta precisa y, sobre todo, continuada, en una gran pantalla que no sabía el aluvión de adaptaciones y traslaciones que se le venía encima.
Tanto es así que, por ofreceros unas cifras que arrojen una idea aproximada de lo que estamos hablando, hasta la semana pasada, y tras haber transitado por las seis décadas que van desde los años cuarenta hasta el final de siglo, este especial había cubierto la nada desdeñable cantidad de cuarenta y cuatro producciones diferentes. Un total que sobrepasará el doble en los catorce años de centuria que han discurrido desde el año 2000 y que habla, de forma indiscutible, de la desaforada fiebre que en Hollywood, y aledaños —que no todo nos ha llegado desde costas estadounidenses—, despertó el efecto milenio en lo que a cómics se refiere.
De Stan Lee a Chris Claremont
Tratar de resumir en unas pocas líneas cincuenta años de trayectoria editorial es casi imposible. Y es que se podría decir que, en las cinco décadas y un año que casi han transcurrido desde aquel mes de septiembre de 1963, la historia de los hombres y mujeres X ha dibujado una línea paralela a la evolución no ya de la Casa de las Ideas, que también, sino a los gustos de los lectores, trazando un universo tremendamnte complejo e intrincado con un lenguaje propio al que no siempre ha resultado igual de apasionante acercarse.
Como decía, 1963 fue el año elegido por Stan Lee y Jack Kirby para parir el primer número de los 'X-Men' una serie que, como mucho del cómic de superhéroes ideado por la mítica pareja de autores, se hacía eco de las problemáticas sociales del momento —en este caso los movimientos civiles afroamericanos— y que, ya en su primer ejemplar, introducía a unos héroes que se han convertido en bastión inconfundible de Marvel: Cíclope, Jean Grey, el Hombre de Hielo, el Ángel y la Bestia, un grupo encabezado por el profesor Xavier que se enfrentaba en sus páginas de inauguración a Magneto.
De inmediato éxito, como ya había ocurrido con 'Spider-man', 'Los 4 Fantásticos' y, aquél mismo mes de septiembre del 63, con 'Los Vengadores', los 'X-men' fueron perdiendo de forma paulatina lustre en el transcurso de la década que los vió nacer hasta que el tándem formado por los legendarios Roy Thomas y Neal Adamas volvieron a colocarlos en primera fila durante un breve espacio de tiempo que, aún así, terminó siendo un espejismo, cancelando Marvel la serie en su número 66, fechado en 1970.
Cinco años tendrían entonces que pasar para que la Casa de las Ideas se decidera a retomar las aventuras de los mutantes en una colección llamada a convertirse en toda una institución del noveno arte: con el guionista Len Wein y el dibujante Dave Cockrum al frente de esta nueva singladura, Marvel tiraba la casa por la ventana de mano del 'Giant Sized X-Men', un número que introducía a nuevos miembros de diferentes países en la alineación tradicional de la serie y que sentaba las bases para una recuperación espectacular en las ventas.
Una recuperación que se convertiría en auténtico fenómeno cuando, ese mismo año, dos británicos desembarcaran en las páginas de la serie para ponerla patas arriba y llevarla a la gloria. Sus nombres, Chris Claremont y John Byrne, sus números, una de las tres mejores etapas que cualquier cabecera protagonizada por hombres y mujeres X haya conocido jamás. En los años que ambos pasarán al frente de 'X-Men', se sentarán de forma definitiva muchas de las bases de las que aún hoy siguen bebiendo las aventuras de los mutantes, conformando su trabajo una lectura que poco ha envejecido en los más de treina años que han transcurrido desde su publicación.
Y ninguna muestra mejor que la afamada 'Saga del Fénix Oscuro' para hablar de las formas en las que ambos autores conquistaron a miles de lectores a ambos lados del charco: planteada a lo largo de casi cuatro años, la introducción de la entidad Fénix —que poseía a Jean Grey— y la eclosión de los terribles poderes a ella asociados, así como las increíbles y asombrosas consecuencias que el uso de éstos tendrán para los mutantes sigue resonando hoy con igual fuerza y continua siendo objeto de estudio por parte de aficionados de todo el planeta.
La explosión de la franquicia mutante
Habiendo pasado a conocerse del número 138 al 139 como 'The Uncanny X-Men' —un nombre que aquí se tradujo como esa archiconocida 'La Patrulla-X'—, la serie mutante por excelencia comenzó los ochenta en lo más alto de los puestos de venta de la Marvel, un hecho que la editorial no desaprovechó, utilizando gran parte de la década para aumentar la familia mutante con hasta cinco colecciones diferentes que no hacían sino poner en evidencia que la maquinaria de hacer dinero que eran estos insignes personajes iba a tener mucho que decir en el futuro empresarial de la editorial.
Tanto es así que, ya en los noventa —y más concretamente en 1991—, Marvel se sacó de la manga un as que revolucionó a la industria: arrancó de nuevo la cabecera mutante colocando al frente a Claremont y a uno de los artistas más "hot" del momento, un Jim Lee del que ya hablamos en su momento en la entrada de 'Spawn' (id, Mark A.Z. Dippé, 1997) y, con su nuevo número uno, los 'X-Men' batieron todos los récords de ventas habidos y por haber, consiguiendo el honor de ser el cómic más vendido de la historia según el libro Guinness.
Y aunque quizás no cabría esperarlo de tamaño comienzo, los noventa, y una alocada proliferación de las series mutantes y de los macroeventos llamados a cambiarlo todo para siempre —para dejarlo en realidad más o menos como estaba— demostraron que todo era artificio, y la calidad de la franquicia comenzó a descender a través de sagas tan recordadas por los aficionados, y no para bien precisamente, como 'La era de Apocalipsis' u 'Onslaught', dando pie esta última al 'Heroes Reborn' que casi se carga el universo de la Casa de las Ideas. Pero eso, como suele decirse, es otra historia...
El salto al cine
Mientras los cómics se vendían como rosquillas y la serie de animación de los mutantes triunfaba en la pequeña pantalla, la voluntad de conseguir dar el salto al cine era una que llevaba diez años dando bandazos de aquí para allá. Ya a finales de los ochenta, Stan Lee y Chris Claremont habían mantenido conversaciones con James Cameron para que se hiciera cargo de la traslación a celuloide de los hombres y mujeres X, pero el interés de éste por sacar adelante su frustrado proyecto de 'Spider-man' y la quiebra de Carolco, provocaron que los derechos de los personajes revirtieran a Marvel.
Y mientras ésta pensaba en convencer a la Columbia para que los adquiriera, el inesperado éxito de la serie de "dibujitos" que emitía Fox Kids hizo que la 20th Century Fox se interesara por el potencial cinematográfico de unos personajes que hasta entonces, y como ya comentamos en su momento, sólo habían conocido una tímida aproximación que no llegó a nada. Resuelta pues a ser la responsable de poner en pie la primera producción de los 'X-Men', la Fox adquirió los derechos de los personajes a través de Lauren Shuler Donner.
Comenzaba entonces —estamos hablando de 1994— un proceso de escrituras, revisiones y reescrituras de guión que, arrancando en Andrew Kevin Walker, pasaría por nombres como John Logan, Michael Chabon, Joss Whedon o Christopher McQuarrie hasta terminar en las manos de David Hayter, el guionista que firmaría el libreto final con gran ayuda, no acreditada en última instancia, del responsable del libreto de 'Sospechosos habituales' ('The Usual Suspects', Bryan Singer, 1994), siendo el realizador de este magnífico filme el que, tras varios dimes y diretes, terminó aceptando la responsabilidad de dirigir la primera entrega de la franquicia mutante cinematográfica.
'X-men', pistoletazo de salida
Una franquicia que, catorce años después y con siete producciones a sus espaldas —si contamos, por supuesto, con el esperadísimo regreso de Singer de mano de esos 'Días del futuro pasado' que veremos este verano— ha demostrado que, importando poco la desigual calidad de lo que tengan a bien ofrecernos, Fox no está dispuesta a que los derechos de los personajes vuelvan a la casa de dónde salieron, algo que, por otra parte, los aficionados al cómic agradeceríamos sobremanera ya que nos permitiría, por ejemplo, ver un cruce entre mutantes y Vengadores que podría ser asombroso.
Sueños más o menos imposibles al margen, volvamos a 1999, año en el que daba comienzo el rodaje de una cinta que había tenido un proceso de pre-producción algo atribulado, ya sea por los muy diversos movimientos que se produjeron en el reparto —Lobezno iba a ser originalmente interpretado por Russell Crowe y después por un Dougray Scott que abandonó el barco a tres semanas de comenzar la filmación— o por el hecho de que, tras poner en barbecho Spielberg la producción de 'Minority Report' (id, 2002) en favor de 'Inteligencia artificial' ('A.I. Artificial Intelligence', 2001), la Fox necesitara de un estreno fuerte para el 2000 y restara seis meses del planning inicial de Singer.
Sea como fuere, 'X-men' (id, 2000) llegaba a nuestras pantallas en octubre del primer año del milenio —o el último del anterior milenio, según quiera verse— pasando a convertirse en un gran éxito de taquilla que amasaba casi 160 millones de dólares en Estados Unidos y cerca de 300 a nivel mundial, dando a Fox el pie que necesitaba para poner en marcha las inevitables secuelas llamadas a perpetuar el más que merecido éxito de una producción que debería ser reconocida de una vez por todas como lo que es: uno de los mejores filmes de superhéroes que se han podido ver en la gran pantalla.
Dicho mérito es la precisa conjunción de varios factores que, por supuesto, se sustentan ante todo en un guión que después de tantísimos estadios diferentes por los que pasó —en los que hubo lugar para todo, desde la ambición de Walker de sacar a los Centinelas y la Sala del Peligro, hasta lo ideado por Whedon, que fue rechazado por sus fuertes referencias a la cultura popular—, sirve de perfecta introducción al universo mutante, planteando de forma sutil y concisa algunos de los temas fundamentales que llevaban años explorándose en las páginas de los cómics.
De entre ellos, qué duda cabe, habría que destacar tanto el sentimiento de aislamiento y alienación que los poderes confieren a los hombres y mujeres X, algo a lo que Hayter y Singer dieron salida a través de la figura de Rogue, el personaje encarnado por Anna Paquin, o la comparación entre Xavier y Magneto con Martin Luther King y Malcolm X, confiriendo el libreto al personaje interpretado por Sir Ian McKellen una identidad similar a la del emperador romano Constantino a través de aquello que sirve de McGuffin a la trama: la conversión de los líderes mundiales en mutantes como vía para que acepten a estos hombres y mujeres nacidos diferentes.
Con todos estos mimbres, está muy claro que aquello en lo que guionista y cineasta se apoyan sobremanera es en la figura de Lobezno, un Hugh Jackman que se convertía en virtud del carismático personaje en una estrella internacional y que conseguía dotar al Logan de la gran pantalla de un carisma a prueba de balas, confiriéndole una personalidad asombrosa que lo hacía, sin lugar a dudas, el atractivo principal del filme —algo que la Fox estuvo muy rápida en aprovechar de cara a las sucesivas secuelas y spin-offs dedicados al mutante de las garras de adamantium—.
Junto a Jackman, lo mejor que 'X-Men' ofrece en el terreno interpretativo descansa, no cabe duda, en dos nombres: Patrick Stewart y Sir Ian McKellen. Como antagonistas que una vez fueron amigos y compartieron esperanzas para con sus congéneres, ambos actores insuflan a sus personajes de un enorme verismo, sobre todo un McKellen que, aunque quizás algo mayor a priori para interpretar a Magneto, concreta un villano cuyas intenciones son perfectamente asumibles por el público, que las acepta como necesarias gracias al trabajo del actor británico.
El resto del reparto no pasa de lo correcto, algo que no reviste importancia alguna gracias a la labor tras las cámaras de un Singer que sabe como sacar el mejor partido posible a lo variado del guión con un ritmo espléndido y una narrativa que mucho le debe en cuanto a clasicismo de formas y claridad de exposición a ese mentor y amigo del cineasta que es Richard Donner, resultando incuestionable el que, tras esa pátina contemporánea que le aportan sus efectos visuales y el diseño de producción, hay una voluntad férrea de hacer cine como dos décadas atrás.
Ese espíritu ochentero latente en el corazón de la cinta que tan bien queda representado en la socarronería del personaje de Jackman subyace también, aunque en menor medida, en la partitura de Michael Kamen — músico elegido tras haber tanteado Singer al mismísimo John Williams—, un trabajo desigual que cuenta no obstante con un espléndido tema principal y que será una de las últimas composiciones del autor de las músicas de 'Los inmortales' ('Highlander', Russell Mulcahy, 1984) o 'La jungla de cristal' ('Die Hard', John MacTiernan, 1988) antes antes de su prematuro fallecimiento en 2003.
Aunque se verá superado, y cómo, por una segunda parte asombrosa, 'X-Men' debería figurar por derecho propio no ya como el definitivo pistoletazo de salida a la actual fiebre por los cómics en el cine, sino —ya lo decía más arriba— como uno de los mejores títulos que han salido de ese cercano centenar de propuestas que este siglo XXI nos ha hecho llegar hasta la fecha, muy por delante de lo que normalmente suele atribuírsele a una producción que, desde su estreno, siempre ha sido injustamente menospreciada y puesta en tela de juicio.
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