Pensamos en ella como si se tratara de nuestro 'Imperio contraataca' particular, con todos los personajes separándose y luego siendo diseccionados, con revelaciones significativas marcando la trama con un romance que llega a su culminación y muchas cosas sucediendo. Bryan Singer y Tom DeSanto
Toda una declaración de principios que bien podría haber jugado en contra de los intereses de la Fox, de Bryan Singer y de los productores del filme, la afirmación anterior es, no obstante, la prueba más palpable de que el realizador de 'Sospechosos habituales' ('The Usual Suspects', 1995) tenía las cosas bastante claras a la hora de aproximarse a la segunda entrega de 'X-Men' (id, 1999), el éxito de taquilla que, cuatro años atrás, había supuesto el pistoletazo definitivo de salida para la actual fiebre por el mundo del cómic en el séptimo arte.
Convencidos de que la franquicia mutante era una realidad que podía seguir siendo exprimida con sucesivas entregas —que sigue siendo exprimida, habría que decir— la Fox dió luz verde casi inmediata al desarrollo de la primera secuela, y Singer comenzó a barajar ideas para la misma en noviembre de 2000 a través de unas líneas argumentales que en ciertos momentos se habrían acercado al arco del Virus del Legado, que había marcado a fuego la franquicia de los hombres y mujeres X en la página impresa en los ocho años a lo largo de los cuales se había prolongado.
Con la clara intención de explorar "la perspectiva humana, la clase de ira ciega que alimenta el terrorismo y el belicismo", el guión final de 'X-Men 2' (id, 2003), escrito por Michael Dougherty, Dan Harris y David Hayter sobre la historia desarrollada por Singer, Hayter y Zak Penn, determina, como era voluntad del cineasta y el productor, que nos encontremos sin duda ante la que es la mejor y más sólida entrega de la saga mutante en la gran pantalla, un filme con multitud de aciertos y muy pocos errores que, al tiempo, la alzan como una de las más brillantes cintas que nos han llegado de superhéroes en lo que llevamos de siglo.
Nuevas caras y viejos conocidos
Es muy evidente que dentro de las fortalezas de 'X-Men 2' podemos considerar el hecho de que, al contar con casi los mismos personajes que la primera entrega, muy fácil lo tenían los guionistas para seguir ahondando en lo que ya habíamos visto en su predecesora acerca de Cíclope, Jean Grey, Xavier, Tormenta, Pícara, Bobby Drake, Magneto o Mística, personajes todos que, curiosamente, no encuentran en este filme mucho mayor desarrollo de lo que cuatro años antes nos había ofrecido 'X-Men', volcándose el interés de la trama de manera más que predecible en el que había sido el mayor descubrimiento de la primera parte.
Si ya en ésta Lobezno se alzaba como lo más atractivo de la apuesta de la Fox y Marvel, en el filme que hoy nos ocupa, el protagonismo del mutante encarnado con suma eficacia por un Hugh Jackman espléndido se aumenta en un 200%, y su relación directa con el villano humano de la trama, el coronel William Striker, determina más o menos la mitad de un argumento que centra su otra parte en los esfuerzos del militar para acabar de raíz con el "problema mutante", utilizando para ello al Profesor X y una versión algo modificada de Cerebro.
Con Brian Cox dando vida a tan pérfido humano, la otra gran adición del reparto de 'X-Men 2' es la de Rondador Nocturno. Aunque durante cierto tiempo se considero que hubieran aparecido personajes como el Ángel o la Bestia e incluso llegó a pensarse en la reincorporación de Tyler Mane en la piel de Dientes de Sable, la decisión última de que fuera el Kurt Wagner interpretado por Alan Cumming el que pusiera en movimiento el arranque de la historia termina jugando muy en favor de lo que en ella se desarrolla.
El carácter religioso que se le imprime al teletransportador por excelencia del universo mutante sirve como apoyo para las lecturas que subyacen a la acción constante a la que nos somete el filme, unas lecturas que se derivan en parte de la fundamental novela gráfica 'Dios ama, el hombre mata' y que añaden capas de significado a la lucha de unos personajes que siguen polarizados entre el discurso genocida de Magneto y su odio hacia la raza humana y aquél que enarbolan los X-Men de Charles Xavier de servir de puente pacífico entre la humanidad y el Homo Superior.
'X-Men 2', acción mutante, emociones humanas
Con el firme apoyo que supone el carácter coral de un metraje que, decía arriba, no da descanso al espectador, lo mejor que ofrece 'X-Men 2', y lo ofrece a manos llenas, es una acción estructurada a la perfección que queda jalonada por las necesarias secuencias de exposición de trama para dar como resultado un conjunto redondo, sin fisuras —de haberlas, no sería capaz de poner el dedo sobre las mismas— que funciona a las mil maravillas y del que mucho hay que destacar si a la realización y planificación de Bryan Singer hemos de hacer referencia.
Aún a pesar de que muchos de los actores no pasan de lo correcto, ya sea por sus limitaciones interpretativas, su poca cuota de pantalla —caso por ejemplo de James Marsden o Anna Paquin— ya por la reiterada ineficacia de los guionistas de dotarlos de voz propia reconocible —esa Halle Berry—, es sorprendente lo mucho que Singer sabe como suplir esas carencias con una portentosa dirección que, sin duda alguna, se eleva como lo mejor de la producción, dejándonos momentos de asombro como el prólogo en la Casa Blanca, el asalto a la mansión o ese prolongado clímax final en el lago Alkali en el que de todo hay para epatar al respetable.
A este sentimiento de asombro generalizado que provoca la cinta ayuda sobremanera el preciso montaje que realiza John Ottman y la muy efectiva partitura que compone el también músico habitual de los filmes de Singer, con un tema principal espléndido y musculoso y ciertos motivos secundarios que apoyan la componente emocional del relato, esa que sirve para caracterizar al tramo final de la acción y que dejaba el terreno perfectamente preparado para que la tercera entrega de esta primera trilogía mutante hubiera sido un fantástico colofón a lo que las dos primeras partes habían planteado por obra y gracia de Bryan Singer.
Desafortunadamente, y como tendremos ocasión de repasar de aquí a unas semanas, lo que nos ofrecerá 'X-Men. La decisión final' ('X-Men: The Last Stand', Brett Ratner, 2006) poco o nada tiene que ver con lo ofrecido por sus predecesoras, contándose el errático y mal ejecutado capítulo final de las tres primeras películas como todo lo contrario que la cinta que hoy nos ha ocupado, esto es, uno de los puntos más negros y olvidables de aquello que el cómic ha podido ofrecer en la gran pantalla en estos tres lustros que han transcurrido de siglo XXI. Pero eso, como digo, será tema para otro día...
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