Arranquemos de una forma un tanto inusual dando salida a un pesar. Supongo que muchos colegiréis conmigo en que, a la luz de lo que ha firmado hasta la fecha, y sobre todo considerando los fantásticos resultados de este 'Scott Pilgrim contra el mundo' ('Scott Pilgrim vs. the World', Edgar Wright, 2010),que Edgar Wright era el cineasta idóneo para sacar adelante la extraña decisión de la Marvel de dedicarle un filme a El Hombre Hormiga es una obviedad que quedaba puesta de manifiesto cuando se filtró aquél primer test-screening que adelantaba lo que veríamos en el filme.
El personalísimo estilo del director británico parecía ir como anillo al dedo a un proyecto que, a priori, se percibía como un intento algo desesperado de Marvel por seguir llenando sus arcas explotando a personajes de reducido calado en el cómic —aunque, la verdad sea dicha, Hank Pym tiene mucha mayor relevancia en el universo de La Casa de las Ideas que los Guardianes de la Galaxia— y de ahí que su abandono por las típicas "diferencias creativas" y la sustitución por el impersonal Peyton Reed eran contemplados por servidor, como decía, con mucho pesar.
'Scott Pilgrim', el cómic
Dicho esto, 'Ant-Man' (id, Peyton Reed, 2015) no es hoy el objeto de un tiempo que hemos de dedicar en cuerpo y alma a alabar los muchos logros que Wright alcanzó con la traslación a la gran pantalla de ese multireferencial tebeo que es el 'Scott Pilgrim' de Bryan Lee O'Malley, un cómic que salió de la nada y que, en muy poco tiempo, era adorado por legiones de fans y reconocido por la crítica especializada como uno de los productos más frescos surgidos en la historia reciente del medio.
Laureado con varios premios —entre los que se cuenta un Eisner— 'Scott Pilgrim' es la declaración de amor de O'Malley tanto al noveno arte como, sobre todo, a la cultura popular en términos generales, y los seis volúmenes que terminaron conformando las aventuras del joven guitarrista que tendrá que luchar a muerte por conseguir el amor de la rebelde Ramona incluyen tantísimas referencias al manga, los videojuegos o la banda sonora de una generación que pretender dar cuenta de ellas aquí sería un trabajo de locos.
En su lugar, si hay algo que queda claro cuando se lee 'Scott Pilgrim'—más bien se devora, porque no es normal el alucinante ritmo que el artista imprime a sus páginas— es que, influenciado sobremanera por los modos nipones, y combinando éste con un claro bagaje del cómic yanqui, lo que el artista canadiense hace es inventar una nueva forma de hacer tebeos que coquetea con ambos mundos sin decantarse por ninguno de ellos a lo largo de las más de mil páginas que albergan su creación.
Una creación que, editada originalmente en blanco y negro, encontraba entre 2014 y el pasado mes de mayo una nueva encarnación por parte de Oni Press en seis tomos cartoné a todo color que, en contra de todo pronóstico personal —soy de los que piensan que los cómics hay que leerlos tal y cómo los concibió originalmente su autor— se alzaba victoriosa sobre su predecesora, añadiendo el trabajo del colorista Nathan Fairbans nuevas capas a un título que, seas o no amante del manga, tienes que leer al menos una vez si esto de las viñetas y la narrativa secuencial es lo tuyo.
'Scott Pilgrim contra el mundo', maridaje de medios
Vendidos los derechos de adaptación cinematográfica poco después de publicarse el primer volumen, la decisión de Universal de contar con Edgar Wright para trasladar las aventuras de Scott Pilgrim a la gran pantalla se mantuvo incólume desde los comienzos de la larga fase de pre-producción de la cinta, que se prolongó desde sus inicios en 2005 hasta el comienzo oficial de la filmación en Toronto en marzo de 2009. Junto a Wright, que sería co-autor del guión, Universal contrató a Michael Bacall, un escritor que había mostrado un entusiasmo inusitado por formar parte del filme y que, codo con codo con el director, terminaría cuajando un libreto soberbio.
De hecho, tal es la calidad del mismo y tamaña fue también la implicación de O'Malley en su elaboración, que hay muchas líneas de diálogo que se escuchan en la cinta que el artista canadiense incorporó a su creación a partir del cuarto volumen, convirtiendo así a cómic y película en dos entes íntimamente relacionados que, lejos de antagonizar o de establecerse en modos muy diferentes, entablan una íntima relación en la que ambos se complementan. Dicho de otra manera, lo que uno obtiene del filme se completa leyendo el cómic, y viceversa.
Tan simbiótica sinergia habla muy bien de la ajustada visión que Edgar Wright aporta a una cinta que en no pocos momentos es una ajustadísima traslación de lo que las páginas de O'Malley terminan mostrando. Y aunque es evidente que hay muchos cambios entre uno y otro medio —más que nada por tener que comprimir mil páginas de historia en dos horas de metraje—, dichos cambios no afectan en absoluto al alma del relato romántico que el canadiense pone en pie en su magnífica creación.
Un relato en el que, como apuntaba más arriba, Scott Pilgrim, un adolescente que busca su lugar en el mundo y que lleva una existencia más o menos tranquila, verá puesto su universo patas arriba al conocer a la enigmática Ramona, una estadounidense recién mudada a Toronto que trae consigo una terrible amenaza, la de sus malvados ex, un grupo de lo más variopinto al que Scott tendrá que ir venciendo en singulares combates antes de acabar con la mente maestra que ese malo-malísimo llamado Gideon.
Y si soberbias son todas y cada una de las decisiones que Wright toma para con lo visual, y los 112 minutos de 'Scott Pilgrim contra el mundo' son un envite constante al público con escenas imposibles en las que realidad y fantasía se mezclan con una naturalidad pasmosa —tanto el arranque con el logo 8-bits de la Universal como ese momento en que el protagonista "agarra" una vida bonus lo dicen todo con respecto a la fuerte referencialidad de la que hablaba antes—, en lo que al reparto se refiere, dichas decisiones se muestran, en su práctica totalidad, de un talante excelso.
Quizás con la sola excepción de Brandon Routh —y sólo quizás—, el cásting de 'Scott Pilgrim' es de esos a los que cabría aplicar, en términos generales, la calificación de "nacidos para encarnar a éstos personajes". Y es que, ya centremos nuestra atención en el alelado de Michael Cera, lo hagamos en ese talante chulesco que Mary Elizabeth Winstead tan bien aporta a Ramona, nos fijemos en la genial encarnación de Gideon que hace Jason Schwartzman, o hagamos lo propio con la breve y genial intervención de Chris Evans o la naturalidad con la que Kieran Culkin encarna a Wallace, el compañero de piso gay de Scott, nulas son las trabas que aquí pueden ponérsele al filme.
Mucho sorprende pues, a la luz de lo que se deriva de su visionado —que, como digo, es mucho y tremendamente variado y ecléctico— que 'Scott Pilgrim contra el mundo' se quedara tan lejos de encontrar su lugar en la taquilla mundial, llegando a recaudar en su paso por las salas algo más de la mitad de lo que la Universal invirtió en su puesta en pie. De todas formas, casi mejor que así fuera y que la productora no le viera el potencial de franquicia a una cinta que, si en algo es valorable, es en su singularidad.
Convertir a 'Scott Pilgrim' en una saga hubiera acabado con la arrebatadora personalidad que Wright y compañía imprimen a la producción tanto como lo habría hecho que Bryan Lee O'Malley hubiera cedido a las muchas presiones que le llamaban a no acabar la historia en el volumen seis. Unas presiones que le hacían afirmar unas palabras que, creo, expresan mejor que nada el sentir del que esto suscribe ante la posibilidad de que se hubiera abusado de este hecho cinematográfico tan personal: "Si sigo haciendo Scott Pilgrim dentro de diez años, estaré muerto por dentro". Se puede decir más alto, pero no más claro.
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