El genio narrativo que Katsuhiro Otomo había demostrado con el manga de 'Akira' y, en menor medida por las circunstancias que rodearon a su producción, en su contrapartida cinematográfica —unas circunstancias que ya comentamos ampliamente en la entrada correspondiente— consiguieron que el nombre del artista nipón se convirtiera en referente ineludible a la hora de hablar de lo mejor que nos había llegado del país del sol naciente tanto en anime como, qué duda cabe, en cine en términos generales. Y si hubiéramos estado hablando de un artista americano y de la adaptación de un trabajo suyo gracias a la maquinaria Hollywoodiense, es más probable que un éxito del tamaño de 'Akira' ((‘アキラ’, 1988) se hubiera traducido en la inmediata puesta en marcha de mil y un proyectos relacionados con la obra del autor.
Pero no estamos en Estados Unidos. Y es más que probable que la singular idiosincrasia nipona sea la que se encuentre detrás de la razón por la cual los aficionados al cine, al cómic, al manga y a 'Akira' tuviéramos que esperar durante siete largos años —bueno, en realidad fueron doce, que 'Akira' se estrenó en España allá por 1992 y la cinta que hoy nos ocupa vio la luz de forma directa en DVD en 2004— para poder ver en la comodidad de nuestros salones esta singularísima y magistral muestra de lo que la animación japonesa puede ofrecer que fue 'Memories' ('Memorîzu', Kôji Morimoto, Tensai Okamura y Katsuhiro Otomo, 1995), una cinta compuesta por tres segmentos de los cuales el primero es el que justifica su inclusión en este especial de Cómic en cine.
'Magnetic Rose', C.Clarke se encuentra con Lem
Como decía en el párrafo anterior, el que 'Memories' figure hoy en el especial que venimos dedicando al noveno arte en su traslación al séptimo se debe, única y exclusivamente al primero de los tres segmentos que componen el magnífico filme. Titulado 'Magnetic Rose', dirigido por Kôji Morimoto y guionizado por el legendarios Satoshi Kon, la idea original en la que se basa este precioso cortometraje de 45 minutos dimana de una historia corta que, publicada en 1980 en la revista 'Young Magazine' de la editorial Kodansha, es la que da título al filme.
En ella, un grupo de tres astronautas reciben la misión de acercarse a una zona de escombros galácticos en la que ha habido varios incidentes de forma reciente. Una vez allí, el trío descubre para su asombro una suerte de satélite artificial construido a base de los restos que flotan en el vacío y cuya forma es la de una rosa. Cuando dos de ellos se internan en dicho satélite, descubrirán que algo hay en él, una fuerza misteriosa que sellará su destino.
Bajo este esquema argumental, y aumentando la tripulación en un miembro, el guión de Kon explora muchas más posibilidades que las que el propio Otomo arroja en su historia —de hecho, el propio autor expresaba con cierto pesar años después el breve tratamiento que dio a la misma— sirviendo el libreto enhebrado por el desaparecido artista nipón como crisol de multitud de referencias que se mueven entre 'El centinela' de Arthur C. Clarke y 'Solaris' de Stanislaw Lem, pasando por las adaptaciones cinematográficas de ambos relatos hasta llegar a la clara influencia que ejerce tanto a nivel argumental como visual la ciencia-ficción que dimanaba de las páginas de 'Heavy Metal'.
Con todos estos patrones a los que atender, 'Magnetic Rose' no se regocija en la simple evocación momentánea de lo que uno podría esperar con tan relevantes iconos como modelo, y el corto se eleva como una pieza única cargada de poesía que, mediante su asombrosa animación —una ante la que resulta imposible no caer rendido—, el brillante uso de la música clásica y el fuerte contraste que se produce entre las dos vertientes visuales que se dan cita a lo largo de su duración, sirve como garante suficiente de un notable alto para un filme que, lejos de acomodarse, sigue sorprendiendo al espectador.
'Stink Bomb', humorada con muy mala baba
Y lo hace a continuación con un segmento cargado de humor negro que, dirigido por Tensai Okamura, sirve a Otomo para mofarse descaradamente de los miedos contra las armas biológicas. Y lo hace a través de la historia de un don nadie, un empleado cualquiera de un laboratorio que, tras ingerir la píldora que no debía para intentar eliminar el resfriado que le trae de cabeza, se convierte en una amenaza andante que arrasa con su olor a todo lo que se le pone por delante.
Burla de igual entidad acerca del desmedido e ineficaz poder del aparato militar —el japonés en particular, aunque el discurso adquiera un semblante universal ineludible— 'Stink Bomb' es quizás el segmento más regular de los tres, lo que no significa en ningún momento que no sea un divertimento de primer orden con una animación espléndida, un sentido del ritmo narrativo que no para y un humor que hace que la historia de esta mofeta humana te mantenga con una sonrisa de oreja a oreja desde el casual comienzo hasta ese final con tan mala uva con el que se cierra el relato.
'Cannon Fodder', el alegato
Ahora bien, donde 'Memories' encuentra su verdadero discurso antimilitarista y donde Otomo más arremete contra la sinrazón de lo belicoso en el espíritu humano es en el tercer "capítulo", que sirve par dar cierre a esta espléndida producción animada que fue incorporada a principios de siglo por la revista Animage a la lista de los mejores animes de la historia del cine. Dirigido y escrito por el artista japonés, 'Cannon Fodder' —'Carne de cañón'— es un poderoso alegato contra la maquinaria bélica mundial que centra su atención en una curiosa ciudad-estado armada hasta los dientes con gigantescos cañones que suponen la única base laboral que mueve a la población.
En ella, cada habitante no es más que una pieza dentro de los gigantescos mecanismos que mueven las desproporcionadas armas, y los sueños y anhelos de la población, mostrados a través de la inocente mirada del niño protagonista, evidencian las más que claras reminiscencias mediante las que todo el conjunto queda arropado bajo la manta de Chaplin y su magistral 'Tiempos modernos' ('Modern Times', Charles Chaplin, 1936).
A través de esos personajes grises, de ojos saltones y expresivos, que marchan al son que les marcan los cañonazos, Otomo no sólo hinca el diente a lo absurdo de las guerras —nunca se nos deja claro, ni siquiera los habitantes de la ciudad lo saben, cuál es ese enemigo móvil a abatir y si ni siquiera existe— sino que plasma un interesantísimo discurso social acerca de la despersonalización del individuo en la sociedad contemporánea en general y, qué duda cabe, la japonesa en particular.
Planteado en lo visual a través de una animación que destaca tanto por lo tremendo de su contraste con los otros dos segmentos, como por el estridente uso de una música que parece querer hacerse eco de la completa carencia de síncope que, paradójicamente, mueve a esa sociedad marcada por el estricto compás de las explosiones, lo que no obstante resulta más llamativo del conjunto es la firme voluntad de Otomo de estructurar los 35 minutos como una suerte de falso plano secuencia en movimiento perpetuo, logrando el genial mangaka que el visionado de 'Cannon Fodder' pase en un suspiro y, en última instancia, que esa notabílisima sensación que nos quedaba tras terminar 'Magnetic Rose' se haya transformado en un sobresaliente sin paliativos cuando los créditos finales comienzan a aparecer.
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