Como quiera que ya en su momento hablamos de él largo y tendido con motivo de la entrada que le dedicamos a la muy olvidable 'El condón asesino' (‘Kondom des Grauens’, Martin Waltz, 1996); y considerando que, en lo que al título en que se basa la entrega de hoy de Cómic en cine poco habría que decir que se separara de lo que ya afirmé de cara a la contrapartida aviñetada de la cinta dirigida por Martin Waltz, espero sepáis disculpar un nuevo salto en la habitual estructura de estos análisis sobre lo que el mundo del noveno arte ha hollado en el del séptimo.
Así pues, vayamos al grano y centremos nuestra atención —brevemente, porque no merece mucho más— en esta esperpéntica adaptación del volumen de Ralf König que, poniendo al día desde la óptica gay el texto clásico de Aristófanes, llevaba a la gran pantalla hace poco más de una década el cineasta catalán Francesc Bellmunt. Una cinta que, enmarcada en la comedia descarada a la que se ciñen la inmensa mayoría de las obras de König —por no decir todas—, es incapaz de provocar la risa en su hora y media de duración...y no será porque no lo intente...una y otra vez.
Tal es la insistencia de lo que Bellmunt plantea en el guión, que resulta paradójico en extremo el hecho de que 'Lisístrata' (id, 2002) sea incapaz de arrancar siquiera un esbozo de sonrisa en el espectador: intentando trasladar el tipo de humor de las obvias connotaciones (homo)sexuales que la obra de König en general y ésta en particular ostenta con honores, el trabajo del responsable de este desaguisado sólo puede terminar calificándose como extenuante, no funcionando esta historia de liberación sexual en celuloide en los mismos geniales parámetros que lo hacía en el cómic del alemán.
'Lisístrata', tocada y hundida, sí, con ayuda de los actores
De ello se encargan, y mucho, el plantel de actores escogidos para la ocasión, todo un rosario de nombres más que conocidos de la escena cinematográfica española que, con Maribel Verdú a la cabeza como la instigadora Lisístrata, que provoca que las mujeres atenienses se niegen a mantener relaciones sexuales con sus maridos mientras no cejen en la guerra con Esparta, se completa con los rostros de Javier Gurruchaga, un Juan Luis Galiardo vergonzoso, Jesús Bonilla, Teté Delgado, Jose Corbacho, Santi Millán u Oscar Jaenada como un apolíneo espartano que provoca los apetitos lascivos de las "locas" atenienses.
Plagada de chistes descontextualizados desde el punto de vista histórico —vamos, de esos que te contaría tu mejor amigo en una noche de copas y que aquí se ponen en boca de nuestros ancestros griegos— 'Lisístrata' es un compendio de insustancialidad cinematográfica que, desde el punto de vista de lo meramente visual no es que ofrezca poco, es que lo que ofrece sería digno de figurar en un hipotético manual de "lo que nunca se debe hacer en cine", abotargada como está de soluciones ramplonas que sonrojarían a cualquier culebrón venezolano que se le pusiera por delante.
Con la flacidez de tales argumentos como únicas armas con las que convencer al público, es normal —es hasta de justicia, diría yo— que la cinta se estrellara en taquilla y que la crítica se cebara a gusto con ella, con sus estupideces, sus mariconadas —y que nadie se ofenda, por favor—, sus penes erectos, sus senos al aire, sus discursos liberales y con todo el aparato fílmico de uno de los mayores desaguisados que he tenido la desgracia de ver...y encima dos veces.
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