Si el jueves pasado nuestro transitar por el mundo del cómic en el cine nos llevaba a una de las cintas de animación que se produjeron en los años 70 en torno a la figura de Tintín, hoy nos vamos a detener en otro de los personajes fundamentales de la historia del noveno arte en general y del tebeo franco-belga en particular, y para ello, al igual que hiciéramos con el personaje de Hergé, no hemos querido centrarnos en las primeras producciones de "dibujitos" que sobre las aventuras de Astérix, Obélix y el pueblo de irreductibles galos se rodaran durante la década de los sesenta, eligiendo para la ocasión un filme completamente original.
Un filme que en el terreno personal —y toca batallita breve del "abuelo"— ha supuesto siempre, en cada revisionado que le he hecho, el reencuentro con un pequeñajo de tres años que sin saber todavía leer el castellano, y mucho menos el francés, se paseaba por todas partes con un par de álbumes del inolvidable personaje en su idioma original que un familiar del país vecino le había traído en una visita, suponiendo el primer contacto con el mundo del cómic y la puerta a un universo que, treinta y cinco años después, ha ocupado tantísimas horas de mi vida como puede haberlo hecho el cine.
'Astérix', un personaje universal
Si hubiera que tirar de estadísticas, las de Astérix son de esas capaces de dejar anonadado al más pintado: la totalidad de sus 42 álbumes publicados hasta la fecha —número que incluye las adaptaciones de películas y algún especial— han sido traducidos a 107 idiomas diferentes alcanzando el total de ediciones la nada desdeñable cifra de casi 1.500 álbumes en lenguas que, respetando de forma desigual la ingente cantidad de juegos de palabras que siempre han incluido los guiones de René Goscinny y Albert Uderzo —y ahí la traducción española, al menos aquella de la que disponíamos hasta ahora, siempre ha sido poco virtuosa—, van desde el inglés al hindi pasando por el latín o el griego antiguo.
Pero, huelga decirlo, Astérix es mucho más que un puñado de cifras y datos curiosos. Institución en Francia hasta tal punto que el primer satélite que nuestros vecinos pusieron en órbita llevó su nombre, el simpático y dicharachero héroe galo nacía en 1959 en las páginas del primer número de la revista 'Pilote' una cabecera mítica en tierras francesas en la que, entre otros, aparecieron personajes tan fundamentales para entender la historia del tebeo al otro lado de los Pirineos como Blueberry, Lucky Luke, Valerian o el Philemon de Fred.
Con muchas constantes mantenidas a lo largo de los cincuenta y tres años que el personaje lleva guerreando contra los romanos con la inestimable ayuda de Obélix, su perro Idéfix, el jefe Abraracúrcix o el druida Panorámix, son su humor y la capacidad de éste de aludir a un amplísimo rango de edades lo que siempre ha hecho de los álbumes de Astérix una auténtica gozada —amén, por supuesto, del impresionante trazo de Uderzo, claro está—. Y si bien una buena parte de ese humor pasó a mejor vida con el fallecimiento de Goscinny en 1977, y los últimos títulos ideados por Uderzo deslucen la genialidad que traslucían la práctica totalidad de los veinticuatro álbumes ideados por ambos creadores, no cabe duda que el mundo del cómic internacional nunca habría sido el mismo sin los efectos de la poción mágica.
'Las doce pruebas de Astérix', unos galos divertidísimos
Tal fue el sorprendente y rápido éxito de 'Astérix' que, cinco años después de que su primera aventura viera la luz, comenzó la producción de la primera adaptación del personaje a formato animado: inicialmente planteado para ser emitido en la televisión francesa, 'Astérix el galo' ('Astérix le Gaulois', Ray Goosens, 1966) fue finalmente proyectada con gran éxito en los cines aunque tanto Uderzo como Goscinny, que poco o nada habían tenido que ver con la producción del filme —de la que se había encargado Georges Dargaud, el editor de los cómics— mostraron su poca satisfacción con los resultados y la firme intención de controlar más de cerca las cintas que a partir de entonces se produjeran.
Así sería de hecho con la siguiente entrega en la historia del personaje en celuloide, una 'Astérix y Cleopatra' ('Astérix et Cleopatra', René Goscinny, Lee Payant y Albert Uderzo, 1968) que, co-dirigida y estrechamente controlada por los autores, mostraba notables mejorías en su nivel de producción, con una animación mucho más cuidada y detallada que se distanciaba bastante de la tosquedad que habíamos podido ver en el primer filme.
Decidido a que la presencia del personaje en el cine fuera al menos tan relevante como la del formato impreso, Uderzo y Goscinny terminarían fundando en 1974 los Studios Idéfix, una compañía cuyas miras iban a estar centradas de forma exclusiva en el desarrollo de películas. Y con esta idea en mente, los autores comenzaron a pulir un guión que Goscinny basaría en un esquema argumental que en principio iba encaminado a aparecer en los cómics y que, en última instancia, terminó figurando como el libreto del primer largometraje no basado en un álbum previo del personaje que se estrenaría en la gran pantalla.
Pero dado que el presupuesto de los Studios Idéfix era muy limitado, y considerando el interés de Dargaud por volver a obtener pingües beneficios de taquilla como los que ya había recabado de las dos cintas anteriores, 'Las doce pruebas de Astérix' ('Le Douze Travaux d'Astérix', René Goscinny, Henri Gruel, Albert Uderzo y Pierre Watrin, 1976) se alzó finalmente como una producción conjunta de ambas empresas que, dato curioso, utilizó para su filmación el proceso de xerografía —consistente en fotocopiar directamente los dibujos sobre acetato— del que la Disney tanto abusó durante los años sesenta y setenta.
La idea de Goscinny para 'Las doce pruebas de Astérix' parte de emular a los doce trabajos que el rey Euristeo impuso a Hércules según la mitología clásica griega para que el semidiós pudiera expiar el asesinato de sus seis hijos provocado por la locura temporal a la que lo sometió Hera. "Pasadas de moda", estas doce pruebas serán reformuladas por Julio César para intentar probar que el pueblo de irreductibles galos que trae de cabeza al avance del imperio romano no está compuesto nada más que por simples mortales eliminando así la impresión de sus altos mandos de que están tratando con semidioses.
Detalle de gran relevancia de cara a la cinta es que ésta parece situarse en una suerte de universo alternativo al que se considera canon de la serie de tebeos ya que, a diferencia de estos, César y sus generales desconocen la existencia de la poción mágica creada por Panorámix que otorga impresionantes poderes a aquél que se la tome haciendo que, de partida, el interés de 'Las doce pruebas de Astérix' no resida en la constante intriga por saber si Astérix y Obélix lograrán superar con éxito las endemoniadas tareas que el emperador les ha planteado, sino en el humor que se desprende de cada una de ellas y en ver con que desopilante locura nos sorprende el filme conforme se van sucediendo.
Y así, contemplar como Astérix gana al campeón de la maratón, vence a un germano con sus propias armas "marciales" o vuelve locos a los excéntricos empleados de un imposible organismo burocrático, u observar como Obelix se zampa platos tan exóticos como un elefante a la aceituna o evita el hechizo de las "nínfulas" que habitan la isla del placer se convierte en la mejor apuesta de una cinta entretenidísima con un gran sentido del humor que, de la misma manera que las páginas del cómic, no se arredra en incluir elementos contemporáneos completamente descontextualizados o caricaturas de personajes famosos —esa Afrodita con el rostro de Brigitte Bardot—.
En la parte negativa, la desvergonzada repetición de planos y una animación que en términos generales destaca por su irregularidad, como fue casi preceptivo en la década de los setenta —revisen, de nuevo, cualquier filme de la Disney de aquellos años—, terminan por conseguir que 'Las doce pruebas de Astérix' no sea parada imprescindible del género animado. De hecho, como muestra más hábil de lo que se haría con el personaje en las adaptaciones de "dibujitos" ahí tenemos 'Astérix en Gran Bretaña' ('Astérix Chez le Bretons', Pino Van Lamsweerde, 1987), una producción tanto o más divertida que la que hoy nos ha ocupado y que, junto a ésta —y como ya veremos llegado el momento—, supone sin lugar a dudas lo mejor que ha podido verse del héroe galo en la gran pantalla.
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