Lo nombramos de refilón por su colaboración con Harvey Pekar. Dedicamos a él una de las entradas de la semana pasada de Cómic en cine a colación de una de sus obras puntales. Y, sin embargo, hasta ahora no hemos tenido a bien hacer mención directa a la capital importancia que el nombre de Alan Moore tiene en el noveno arte, pudiendo afirmarse —sin temor alguno a caer en la exageración— que sin su intervención, el mundo del cómic de las últimas tres décadas no habría sido el mismo.
Ahí están para demostrarlo tanto la revisada 'From Hell', como la obra que ocupa hoy nuestro tiempo y, por supuesto, esa imprescindible y magistral dupla conformada por 'V de vendetta' y 'Watchmen', dos series por las que todo lector de cómics debe hacer peregrinaje obligado al menos una vez en la vida —o más de una, es imposible leer cualquiera de ellas una única vez y quedarse tan panchos— y que, sobre todo si hablamos respecto de la segunda, fueron momentos determinantes en los cambios que se operaron en el tebeo estadounidense en los años ochenta.
'The League of Extraodinary Gentlemen', el cómic
No sería hasta bien entrados los noventa, en 1999 para ser más exactos, que el genial guionista de Northampton se sacará de la chistera una nueva obra con la que encandilar tanto a crítica como a aficionados. 'The League of the Extraordinary Gentlemen' nacía contradiciendo el actual discurso de Moore, aquel en el que ataca a todos y cada uno de los creadores de tebeos acusándolos de plagiar continuamente sus trabajos. En mayor o menor medida, razón no le falta al británico, sin embargo, hay formas y formas y en este caso el autor peca, como poco, de egocéntrico.
Máxime si tenemos en cuenta que para reunir al grupo de distinguidos héroes no dudó en echar mano a lo más granado de la Literatura Universal. Centrándose en las novelas de corte fantástico que fueron publicadas durante la Época Victoriana, Moore y su compañero de viaje, Kevin O´Neill, logran tejer una serie de alocadas tramas donde el misterio y la aventura son los principales motores de la historia. ¿Dónde estaba entonces la genialidad de una obra que ya habíamos leído cientos de veces?
La respuesta está en los protagonistas, ya que serían personajes extraídos de novelas como 'Drácula' de Bram Stoker, de donde extrae a Mina, '20.000 Leguas de viaje submarino' de Julio Verne, de quien toma prestado a Nemo, 'Las minas del Rey Salomon' de H. Rider Haggard y su Alan Quatermain, 'Dr. Jekyll y Mr. Hyde' de la novela homónima escrita por R. L. Stevenson o 'El hombre invisible' de H. G. Wells. Un grupo de lo más ecléctico que demostrará su valía en los más diversos escenarios.
A la chita callando, 'La Liga...' cuenta en su haber con un buen puñado de páginas en sus espaldas. Una primera serie en la que asistiremos a la formación del grupo y a su misión inaugural — encontrar la cavorita, una sustancia que algunos enemigos de Inglaterra podrían utilizar para atacar al imperio— da paso en sus últimas páginas a una invasión extraterrestre donde unos marcianos expulsados de Marte pondrán en jaque a toda la Tierra, aprovechando el guionista para incorporar a la historia al John Carter de Burroughs.
Una tercera aventura en la que una secta satánica prepara la llegada del anticristo es la última serie más o menos larga de la formación —aunque en este caso la acción transcurre en distintos años: 1910, 1969 y 2008— ya que en la actualidad, y esperando ver en nuestro país 'The Black Dossier', aún inédita por problemas de derechos con algunos personajes, Moore se ha decantado por las historias unitarias protagonizadas por algunos personajes nuevos como Janni Dakkar, hija del Capitán Nemo.
Las aventuras de esta Liga son esto y mucho más ya que Moore, erudito guionista donde los haya, plaga de referencias literarias cada una de las páginas de la obra. A las ya comentadas habría que sumar algunas más como Fu-Manchú, Sherlock Holmes, 'La guerra de los Mundos', 'La isla del Doctor Moreau' o James Bond. A poco que se busque por la red no resulta nada difícil encontrar estudios donde se exprime hasta el último detalle de estas extraordinarias aventuras, unos cómics que empezaron como un entretenimiento y que poco a poco se ha ganado un sitio de honor en cualquier tebeoteca que se precie.
Un completo desastre
Es algo que nunca llegaré a comprender. Eres un/a productor/a —seguidme el rollo durante un momento, imaginad que sois los "mandamases" de una major—, te has hecho, es de suponer que tras una serie de esfuerzos económicos considerables, con los derechos de un título relativamente sonado en el mundo del cómic para poder llevarlo a la gran pantalla. Vale, cuentas con la desaprobación de su creador, pero teniendo en cuenta su huraño carácter y lo mucho que éste ha arremetido contra todo lo que se le ha puesto por delante, es algo que te importa bien poco.
Pero, sobre todo, tienes entre manos un material con extraordinario potencial cinematográfico que, ya en su encarnación original en la página impresa, evidenciaba a la legua lo fácil que lo podría tener el hipotético guionista que se acercara a él con ánimos de trasladarlo a un libreto que funcionara a las mil maravillas. Tienes todo eso, añades un presupuesto medianamente holgado que roza los 80 millones de dólares para permitirte poder plasmar las locas invenciones gráficas que se veían en el cómic y....¿haces esto?, ¿en serio? Pues yo que tú me iba replanteando mi profesión...
De todo este chascarrillo inicial la idea que se deriva está muy clara, y esta no es otra que el que 'La liga de los hombres extraordinarios' ('The League of Extraordinary Gentlemen', Stephen Norrignton, 2003) es una más en la numerosa lista de proyectos "basados" en cómic que ignoran en mayor o menor medida el material de partida, hacen de su capa un sayo y, arropados en esa errónea voluntad de mejorar el producto original, se establecen como un auténtico y continuado despropósito que, del primer al último implicado, afecta a todos los factores que intervienen en su concreción final.
'La liga de los hombres extraodinarios', oportunidades desaprovechadas...3rd round
Tanto es así, que mucho habría que esforzarse —y servidor no está hoy por la labor de hacerlo— para entresacar algo positivo de todo el maremagnum de decisiones erróneas que orbita en torno a la adaptación del sobresaliente cómic de Moore y O'Neill. Y como por algún sitio hay que empezar, comencemos por ese libreto —es un decir— que firma James Dale Robinson y que tanto varía a los personajes de la obra gráfica, que termina por alejarlos de lo que el escritor de Northampton planteaba.
Y aquí tenemos donde elegir: desde el inexplicable cambio de protagonismo de Mina Harker, a lo que hace con Allan Quatermain —un Sean Connery que, en su último papel para el cine, se esfuerza lo mínimo— pasando por la adición de dos nuevos miembros que no aparecían en las viñetas, Dorian Gray y Tom Sawyer (sic). Del primero lo que hay que lamentar es pensar cuánto podría haber dado de sí el personaje de Oscar Wilde en manos más hábiles; del segundo, que se incluyó para que las audiencias estadounidenses tuvieran un personaje que pudieran sentir como suyo, el que su inclusión sea de una estupidez supina.
Cogiendo ideas de aquí y allá de la trama original y mezclándolas en un batiburrillo inconexo, reflejando las actuaciones de todo el elenco un nivel de lo más mediocre —salvaría quizás la afortunada sorna de Tony Curran—, meneando la cámara Stephen Norrignton de manera errática con la esperanza de que no "canten" mucho los irregulares efectos visuales y rubricando Trevor Jones el conjunto con una partitura impersonal y ruidosa, lamentamos tener que terminar otro artículo más recomendando, encarecidamente, no acercarse a este subproducto en ninguna circunstancia. En serio, hay mejores cosas que hacer.
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