Interrumpimos hoy nuestra programación habitual —los lunes, por si alguien no se había percatado, van a estar ocupados siempre por parte de servidor con una entrada correspondiente al ciclo de ciencia-ficción— para centrar nuestra atención en la primera de las adaptaciones de cómic que nos van a llegar durante este 2015. Una en la que a priori no tenía mucha fe por algo que después pasaremos a desmenuzar pero que, finalmente, ha resultado ser una sorpresa de tal calibre que no cuesta nada calificarla de la misma manera que ya lo hiciera Mikel el otro día como lo mejor que he visto en lo que llevamos de año.
Y es que 'Kingsman. Servicio secreto' ('Kingsman. The Secret Service', Matthew Vaughn, 2015) es una de esas películas sobre las que uno piensa que poco o nada van a tener que ofrecer por más que vengan basadas en uno de los cómics más "molones" del siempre magnífico Mark Millar, y que terminan posicionándose como una de las mejores versiones que se han podido ver de un tebeo en los últimos tiempos por mor de una ingente cantidad de virtudes que pasan, para empezar, por el preciso entendimiento que Vaughn y su co-guionista tienen de las diferencias narrativas entre el arte secuencial y el cine.
Mark Millar, un escocés en la corte yanqui
Si hubiera que apuntar a una figura que ha puesto patas arriba la cosmología de los superhéroes desde que cambiáramos de siglo hace cinco lustros, es inevitable que muchos dedos terminarían señalando a Grant Morrison, Warren Ellis y, por supuesto, el inimitable Mark Millar: figuras ineludibles a la hora de hablar de lo mejor que DC y Marvel han sido capaces de ofrecer en sus respectivos universos en lo que llevamos de centuria, la terna de escritores británicos han sabido entender lo que los tiempos exigían ofreciendo a los lectores unas cabeceras que, indefectiblemente, han acercado posturas entre el noveno arte y su hermano mayor; un séptimo arte al que los tebeos nunca le habían debido tanto.
Centrando nuestra atención en la figura del escocés, y aunque ya llevaba un largo recorrido que había comenzado a finales de los ochenta en Fleetway —la editorial británica responsable de la línea 2000 A.D y, por tanto, de personajes como Juez Dredd— y había continuado en DC durante la práctica totalidad de los noventa, no sería hasta su salto a Marvel y, concretamente, con la publicación en 2002 de 'Los Ultimates' que Mark Millar comenzaría a estar en boca de todos —TODOS— los lectores de cómic del planeta gracias a un tebeo que ofrecía un espéctaculo absoluto de principio a fin y que coqueteaba de forma evidente con intentar trasladar a la página impresa las formas del cine.
Éxito inmenso de ventas que generó una segunda "temporada" aún mejor, 'Los Ultimates' —al que mucho le debe la versión de 'Los Vengadores' que Joss Whedon puso en pie en 2012— sirvió de golpe de autoridad definitivo para que Millar comenzara, de una parte, su pequeña revolución en el seno de La Casa de las Ideas con títulos como el 'Lobezno. Enemigo del estado', las versiones ultimatizadas de los X-Men o los 4 Fantásticos o, por supuesto, esa 'Civil War' que dejó patas arriba las vidas de la práctica totalidad de los superhéroes de la editorial.
Pero al mismo tiempo que adaptaba su reconocible estilo —marcado por unos diálogos hiperrealistas, una acción en formato panorámico y unas temáticas que arremeten contra todo lo que huela a establishment en términos generales— a los constreñidos patrones de Marvel, Millar comenzaba a desarrollar amparado en diversas casas lo que finalmente ha venido en llamarse el 'Millarverse', un universo en el que dar rienda suelta a sus más extremas ideas sin la necesidad de contar con los pesados lastres de las injerencias editoriales o, cómo no, la temida continuidad.
Y es ahí donde Mark Millar se ha descubierto como el AUTOR que ahora mismo es considerado gracias a un puñado de tebeos que se cuentan entre las mejores lecturas en el idioma de Shakespeare que se han podido hacer desde el año 2000. De hecho, cada nueva incursión del guionista en su universo, es esperada por los lectores como agua de mayo y supone, sí o sí, uno de los momentos álgidos del año en lo que a tebeos se refiere, claro está, no defraudando el escocés en ninguna de las perlas que nos ha regalado desde que aparecieran, allá por 2003, primero 'Wanted' —de cuya adaptación hablaremos en breve— como esa irreverencia títulada 'Chosen'.
A partir de ahí, y jalonadas desde 2008 con las cuatro miniseries dedicadas a 'Kick-Ass', el Millarverse se ha visto poblado de historias extremas e hiperviolentas con personajes extremos e hiperviolentos que, no obstante, no se perciben como lejanos dioses, sino como humanos envueltos en situaciones extraordinarias que les llevan a tomar medidas extraordinarias. Tales son los casos de cabeceras como la brutal 'Nemesis', la genial 'Superior' —uno de los mejores "Superman" que podréis leer nunca—, la vibrante 'Super Crooks', la superlativas 'Starlight' y 'MPH' o, como no, esa versión de las historias de espías a lo James Bond que fue 'Secret Service'.
'Kingsman. The Secret Service', el cómic
Las ocho primeras páginas de 'The Secret Service' —título con el que fue editado originalmente, el 'Kingsman' se le añadió posteriormente cuando fue asignado a la producción cinematográfica— ya dicen muchísimo tanto sobre lo que nos vamos a encontrar en el cómic como, también, sobre las formas que han caracterizado a Millar en la totalidad de sus historias. Lo segundo ya lo hemos medio apuntado antes: si hay algo que caracteriza a los tebeos del escocés eso son sus diálogos, que muchas veces parecen grabados a pie de calle y transcritos tal cual, y ese sentido de la acción y el desarrollar la trama de tan cinematográfico talante.
Lo primero es lo que marca a fuego los 6 números que aparecieron entre junio de 2012 y junio de 2013 —una de las pocas cosas achacables a las series del Millarverse es su nula regularidad— y, en última instancia, a la cinta con la que Matthew Vaughn tanto nos ha sorprendido: el tomar un género tan trillado en el cine y en el cómic como es el de los espías y saber como darle la vuelta para venderlo como una idea novedosa ante la que nunca nos habíamos enfrentado con anterioridad. En otras palabras, que lo que aquí se nos narra es una suerte de origen apócrifo de James Bond pasado de rosca con las tintas cargadas tanto en el humor como en un cierto mensaje subyacente que ha será recogido a la perfección por el filme que lo adapta.
Una virtud de la que pueden presumir todos los títulos que citábamos más arriba es contar con unos dibujantes cuya calidad gráfica es tan incuestionable como su proverbial lentitud a los lápices. Tales son los casos de Frank Quitely, John Romita Jr., Bryan Hitch, Steve McNiven o, el que ahora nos atañe, un Dave Gibbons que no necesita presentación. El artista de 'Wacthmen' sigue cultivando en las páginas de ésta historia tanto su nitidez expositiva como la precisión en la definición de sus personajes, componiendo un tebeo que, en conjunción con el guión, se lee en una exhalación. Una exhalación que, llegado el momento, es la que caracteriza a la espectacular interpretación que Matthew Vaughn hace de la lectura.
'Kingsman. Servicio secreto', irreverencia, brutalidad y genio
Una cinta que se abre con los primeros compases del 'Money for Nothing' de Dire Straits no puede reservar al espectador nada malo. Esto, que podría ser tomado como una afirmación baladí más fundada en la filia personal por el grupo encabezado por Mark Knopfler que en algo medianamente plausible —o defendible con argumentaciones sólidas— va tomando visos de realidad a hostias cuando el metraje de 'Kingsman...' avanza y vemos que el nivel de "molonería" que la guitarra inicial imprime a una secuencia de prólogo que es de todo menos habitual es algo que queda impreso en el ADN de todo lo que Vaughan nos muestra.
Y sí, cuando salgáis del cine e intercambieis impresiones acerca de lo que os ha parecido el filme, os puedo asegurar que "molón a más no poder" es una de las expresiones que acudirán raudas a vuestro discurso junto a otras como "irreverente como ella sola", "brutal hasta decir basta", "cachonda", "chula, muy chula, chulísima" y muchas más que sólo irán a reforzar la clara impresión de que, como ya le sucediera en 'Stardust' (id, Matthew Vaughn, 2007) y 'Kick-Ass. Listo para machacar' ('Kick-Ass', Matthew Vaughn, 2010), el cineasta británico ha sabido tomarle el pulso a la historia de tal manera que la hace en parte suya.
De hecho, los cambios que el guión original del cómic sufre a su paso a la gran pantalla, no hacen sino acentuar esa impresión, y si en términos de Mus, la idea de Millar era un "envido a las historias de espías clásicas", está muy claro que lo que Vaughan pone en juego es un "órdago a todo" fundamentado, en primera instancia, por un reparto asombroso al que no se le puede poner ni una sola pega, brillando con una intensidad espectacular un Colin Firth capaz de dejarle a uno con la mandíbula pegada al suelo —se ha asegurado que el actor rodó como un 80% de sus escenas de riesgo— en la que, sin duda, está llamada a ser la escena más recordada del metraje, la de la iglesia.
Dicha secuencia, rodada con un pulso prodigioso, recogida por una única cámara y montada de una forma alucinante que no deja respiro al espectador, es sólo la punta del iceberg y el máximo ejemplo de que los cambios efectuados por Vaughn y Jane Goldman son para mejor: no sólo acentúan la acción original plasmada en las viñetas —que no era tan abundante como aquí— sino que consiguen, respetando esos mensajes subyacentes que apuntaba en párrafos anteriores, caracterizar a 'Kingsman...' como un producto único de inmensa personalidad que sólo podría haber sido imaginado y puesto en escena por británicos.
Esa personalidad, jalonada por su capacidad para reírse de todo, para no respetar nada —las puyas de humor serían impensables de haberse producido la cinta en Estados Unidos— y para no dejar títere con cabeza, literalmente, es la que resulta a la postre arrebatadoramente atractiva para cualquiera que vaya a sentarse en el cine y dejarse seducir por las dos horas de proyección: Vaughn sabe cómo manejar sus muchas armas para saciar hasta el más exigente de los apetitos y vence aquellas reticencias que comentaba al principio y que venían derivadas de lo inane que, a mi parecer, fue su intervención en 'X-Men. Primera generación' ('X-Men. First Class', 2011).
Curioso cuando, si a la cinta de mutantes lo que servidor más achacaría es su evidente teatralización, es precisamente ese factor el que más se agradece en esta diversión sin control que Vaughn pone en juego: completada por infinidad de frases lapidarias, personajes ante los que caer rendidos —y ya no sólo hablo de Firth, sino de los interpretados por Samuel L.Jackson, Taron Egerton o el gran Mark Strong— y una mala baba que reina durante toda la función a sus anchas, lo teatral de la cinta no es sino un matiz de genialidad más que añadir a la larga lista que conforma este gran y genial divertimento llamado 'Kingsman. Servicio secreto'. ¡¡¡Chapeau!!!
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