Si bien es algo sobre lo que abundaré más abajo, ya apuntaba el otro día en la entrada correspondiente a 'From Hell' (id, Albert y Allen Hughes, 2001) que siempre he defendido que medios diferentes requieren necesidades narrativas diferentes y que, por más que en ocasiones duela al lector de novelas o, en el caso que nos ocupa, de cómics, lo que una película requiere puede llegar a distar mucho de lo que el título de origen ofrecía, y muchos y muy variados son los ejemplos que podrían ponerse para refrendar tal afirmación.
Con los polémicos cambios llevados a cabo por Peter Jackson sobre la sacrosanta trilogía enhebrada por Tolkien en 'El señor de los anillos' como precisa muestra de que no todo lo que funciona en letra impresa puede llegar a hacerlo una vez ha sido trasladado a 24 fotogramas por segundo —o 48 si estamos hablando de las nuevas aventuras en la Tierra Media—, resultaba muy evidente que, más tarde o más temprano, el cine intentaría hacerse eco en maneras muy literales de las formas narrativas del cómic, algo que muchos veíamos como poco plausible y que la cinta que hoy nos ocupa demuestra sobradamente.
'El increíble Hulk', el cómic
Echando la vista atrás, es incuestionable que aquello que propició, a principios de los años sesenta, el nacimiento del Universo Marvel moderno, fueron una serie de circunstancias que, hoy por hoy, resultarían tan impensables como imposibles. Que sólo dos nombres —con ciertas ayudas, sí, pero a fin de cuentas casi todo dimanó de ellos— fueran los responsables de poner en pie el esqueleto fundamental en el que se sigue apoyando el discurso de La Casa de las Ideas ha sido objeto de muchos estudios que, en esencia, siempre han terminado apuntando a la genialidad de Stan Lee y Jack Kirby.
Es a ellos dos a quienes, de nuevo, debemos la existencia de Hulk, un gigante esmeralda —aunque su primera encarnación fue de color gris— alter-ego de un apocado y brillante científico llamado Bruce Banner que, en un experimento con rayos gamma, resultará irradiado con los mismos, despertando en su interior la bestia que lleva latente. Reflejo furibundo de los sentimientos que por aquél entonces empañaban a la sociedad estadounidense acerca de la guerra fría y, años más tarde, el conflicto en Vietnam, Hulk sería utilizado meses después de su aparición como miembro fundador de 'Los Vengadores'.
Apareciendo también en las páginas de 'Spider-man' y 'Los 4 Fantásticos', 'El increíble Hulk' sería cancelada un año y medio después de su aparición, y el personaje pasaba a formar parte del "programa doble" que ofrecía 'Tales to Astonish', en cuyas páginas, y gracias a la colaboración de autores de la talla de John Buscema, Steve Ditko o Gil Kane, se presentarían personajes fundamentales del coloso como el Líder o la Abominación. Reiniciada la serie original en 1968, sería en las páginas del segundo volumen de 'El increíble Hulk' donde aparecería primero, en 1974, ese querido mutante que es Lobezno.
Y si ayer en el artículo dedicado a 'Daredevil' (id, Mark Steven Johnson, 2003) comentábamos lo muchísimo que le debía el justiciero invidente a Frank Miller, Brian Michael Bendis o a la actual etapa de Mark Waid, cuando uno repasa la historia del coloso esmeralda es sólo un nombre el que se repite una y otra vez como el guionista que mejor comprendió al personaje y el que supo llevarlo por veredas que nadie hasta entonces había explorado. Nos referimos, como no, a Peter David, un escritor que supo mantenerse 12 años al frente de la serie y cuyo trabajo es digno de admiración.
Acompañado por los dibujos de numerosos artistas entre los que habría que destacar, sí o sí, a Todd McFarlane, Dale Keown, Gary Frank o Adam Kubert, la década larga que David manejó los destinos de Bruce Banner y su descomunal alter ego dio lugar a muchas de las que siguen siendo hoy las mejores historias que se hayan escrito del personaje, y sería casi imposible quedarnos con alguno de los fantásticos arcos argumentales que el guionista concretó, aunque siempre haya sido debilidad personal la prolongada trama que dedicó al Panteón.
Ahondando sobremanera en la torturada psique del personaje, la marcha de David debido a desavenencias con los directivos de Marvel dejó huérfano a un personaje que, desde 1999 sólo ha llegado a conocer otras dos intervenciones que han sabido rescatar algo del genio que la serie tuviera antaño: de una parte, la intentona de Bruce Jones por aportar al personaje un matiz más intrigante; por la otra la alabada etapa de Greg Pak, demasiado irregular en el dibujo y con acusados altibajos como para poder ser considerada algo más que un mero entretenimiento muy bien cosido.
Muchos Hulks y ninguno en el cine
La extrema popularidad que Hulk había alcanzado en su primer año y medio de vida —recuerdo el comentario que hice el otro día en la entrada de 'Spider-man' (id, Sam Raimi, 2002) acerca de ser reconocido por la juventud universitaria de entonces como un icono revolucionario a la altura de Bob Dylan o el Ché— fue la que llevo a su casi obligada inclusión en la formación de héroes que aparecería en aquella breve serie televisiva de primitiva e hiperestática animación —lograda a base de fotocopiar los dibujos originales de los cómics y animar lo mínimo indispensable— que fue 'The Marvel Superheroes' (id, 1966).
Con tan olvidable subproducto como primera muestra en "movimiento" de Hulk, no cabe duda de que fueron los cuatro años durante los que la CBS emitió 'The Incredible Hulk' (id, 1978-1982) los que quedaron grabados a fuego en el imaginario colectivo de los aficionados al cómic de superhéroes. Protagonizada por Bill Bixby, que encarnaba a Bruce Banner y que hizo tremendamente popular la expresión de "no te gustaría verme enfadado", correspondió a esa mole que es Lou Ferrigno el dar vida, convenientemente pintado de verde, a "la Masa".
Cinco temporadas y tres filmes para televisión son el epitafio de una serie que supuso una alegría constante para los que por aquellos entonces éramos unos enanos. Unas alegrías que, ya en menor medida, volveríamos a encontrarnos en la serie animada de los ochenta o aquella que pudimos ver durante mediados de los noventa. Pero si algo exigía el personaje, y lo exigía a gritos, era dar el salto definitivo a la gran pantalla. Un salto que, sin que lo supiéramos, llevaba gestándose desde principios de los noventa.
¡Más guionistas...es la guerra!
Fue en el primer año de la década, coincidiendo con la última producción para televisión que cerraba las aventuras del personaje interpretado por el tándem Bixby/Ferrigno, cuando Gale Ann Hurd y Avi Arad comenzaron a desarrollar un proyecto que casi desde sus comienzos se ligó a la Universal. Con un tratamiento inicial escrito por John Turman —un experto en el personaje que llegaría a redactar hasta diez borradores diferentes—, del que se sacarían muchas ideas en el guión definitivo, el baile de nombres que se paseó por toda la prolongada fase de pre-producción del filme y las idas y venidas de algunos de ellos es, como poco, mareante.
Así, tras Turman, el libreto de la cinta pasó —en el orden que van a ser citados— por las manos de Jonathan Hensleigh, de nuevo por las de Turman, de éste a las de J.J. Abrams, de las del responsable del renacimiento de la franquicia trekker a las de Scott Alexander y Larry Karaszewski; de éstos de nuevo a Hensleigh y del productor a las de Michael France que, curiosamente, había sido invitado junto a Stan Lee a las primeras reuniones que tuvieron lugar acerca del filme. Y si pensábais que aquí termina la cosa, estábais muy equivocados.
Con elementos del trabajo de France que pervivieron en el guión final, la incorporación de Ang Lee al proyecto como director, supuso un "último vals" en el que intervendrían Michael Tolkin, David Hayter y, por último, James Schamus, productor del filme y guionista acreditado junto a Turman y France como últimos responsables de la forma definitiva que tomó el tratamiento de una historia a la que, como primer apunte más esclarecedor sobre su carácter, le "sienta como un tiro" la pesada carga mezcla entre drama psicológico, tragedia griega y entretenimiento "palomitero".
El lenguaje del cómic no es el cinematográfico
Resulta muy obvio que de la terna de valores arriba apuntados, el primero dimana de lo que Peter David había apuntado en los cómics pero, como suele pasar, lo que el guionista desarrolló durante años aquí queda reducido a pequeños apuntes que intentar convencernos de que el accidente con los rayos Gamma es sólo el catalizador final de un proceso que había comenzado antes incluso de que Bruce naciera, debido a unos experimentos genéticos que su padre llevara a cabo en una base militar en medio del desierto a las ordenes del General Ross, el padre de Betty, futuro interés amoroso de Bruce.
Tamaña tela de araña termina por atrapar a una historia que carece de los suficientes elementos como para fusionar su vertiente "seria" con aquella que es puro espectáculo, y no debería extrañarle a nadie que se acerque al filme por primera vez, el quedarse con la sensación final de haber asistido al visionado de dos películas completamente diferentes: de una parte, aquella que ahonda en los sentimientos, la psique de los Banner —padre e hijo— y que culmina con esa suerte de representación teatral "clásica" que es el diálogo entre ambos personajes. De la otra, todo lo que es acción y efectos visuales puros y duros.
Cosiendo ambas, o al menos intentando coserlas, la dirección de Ang Lee demuestra que la elección del cineasta asiático para una cinta de esta envergadura era algo que le venía grande al responsable de 'Sentido y sensibilidad' ('Sense and Sensibility', 1995); y no porque el filme se le vaya de las manos o porque esté tan despersonalizado que tanto hubiera dado si fuera otro el que se hubiera colocado tras el objetivo, sino más bien por la acusada hiper-personalidad que el realizador imprime a un metraje que se obstina una y otra vez en acercar de forma íntima dos formas muy diferentes de entender la narrativa secuencial.
Volvemos aquí pues a lo que comentaba al comienzo de la entrada: cómo se narra en un cómic y cómo en una película son mundos que mantienen una íntima relación de base pero que en sus resultados finales no podrían ser más opuestos. De hecho, la idiosincrasia del cómic es ir haciendo avanzar la acción de una viñeta a otra, algo que sucede en muy contadas ocasiones de las muchas en las que la pantalla se divide en 'Hulk' (id, 2003) para mostrarnos acciones simultáneas que, por otra parte, no abundan en información acerca de lo que está sucediendo.
Convertido pues en un recurso molesto, que fuerza a nuestra atención a diversificarse para nada, la excesiva teatralidad con que la fusión entre viñeta y fotograma termina caracterizando al filme nos deja momentos ridículos que vienen a unirse a los que ya de por sí podemos encontrar en el guión, sean éstos referidos al acartonado y arquetípico calado de algunos personajes —lo del histriónico Nick Nolte o aquello que atañe a Josh Lucas es de juzgado de guardia— o a algunas decisiones de argumento que, sacadas directamente de arcos argumentales de la serie, se desmarcan por completo del pretendido tono "elevado" de la producción.
Entre ellos, no cabe duda, resalta por méritos propios la secuencia de los perros "hulkizados", un tramo de la cinta que no viene a colación de nada, que carece de relevancia en el montante total de los acontecimientos y que, con ese caniche mutante rabioso al frente, es tan risible y ridícula como las caras que va poniendo Jennifer Connelly cada vez que el montaje de dicha secuencia nos muestra las reacciones de la indefensa Betty Ross encerrada en un coche mientras Hulk se lía a "mamporros" con los citados canes. Como dirían en mi tierra, "pa habernos matao".
'Hulk', oportunidades desaprovechadas...2nd round
De la misma forma que ya afirmé ayer en la entrada de 'Daredevil', no sería justo para con el trabajo de Ang Lee finalizar este artículo sin valorar en su justa medida lo que de positivo hay en 'Hulk'. Con el trabajo interpretativo moviéndose en términos mediocres e irregulares —¿se puede ser más soso que Eric Bana?—, y la música de Danny Elfman haciendo gala del mismo eclecticismo mal entendido en el que se mueve la acción —¿a colación de qué esas sonoridades étnicas de la escena en el desierto?—, es en todo el preludio al tramo final del filme, desde que Hulk escapa de la base militar subterránea hasta que es capturado de nuevo, donde la cinta mejor y con más intensidad funciona.
Mucho tienen que ver en ello tanto el "ojo" del cineasta como lo que el equipo de artistas de la ILM —con Dennis Muren al frente— consiguen con el diseño de Hulk: si bien éste puede parecer algo artificial al principio, y parece más "pegote" de plastilina que una mole imparable, conforme avanza el metraje y el personaje se deja ver uno se va acostumbrando a ese desgarbado gorila de tres metros de altura que es el alter ego de Bruce Banner, y al final hasta termina "tomándosele cierto cariño".
Fracaso comercial relativo —la cinta no llegó a recuperar lo invertido en suelo estadounidense y sí en su montante mundial total, aunque ya sabemos como funciona esto— encontramos en 'Hulk' otra producción que, al igual que la protagonizada por Ben Affleck, no sabe aprovechar su inmenso potencial, perdiéndose en soluciones, sub-tramas y en una puesta en escena que resultan inapropiadas para el espectáculo de primer orden que tenía que haber sido esta primera incursión de la Masa en la gran pantalla.
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