Considerando la vastísima producción de cómic de corte independiente que el mercado americano publica al cabo del año, que el cine sólo se hubiera acercado en una ocasión al mismo con aquél extraño experimento setentero firmado por Ralph Bakshi que fue 'El gato caliente' ('Fritz the cat', 1972), era algo que el incipiente boom que el cambio de milenio provocaría en las adaptaciones de tebeos iba a tener que corregir tarde o temprano. Lo que resultó sorprendente es que fuera tan temprano.
Y si ya ayer os ofrecía en este mismo párrafo las mareantes cifras de aquello que nos queda —que me queda— todavía por cubrir en este especial de cómic en cine, hagamos hoy lo propio centrándonos en los varios filmes que han fijado su atención ya en el mundo independiente, ya en aquello que no compete de forma exclusiva a los superhéroes. Un repaso que nos devuelve más de una treintena de títulos a ambos lados del charco que afirman, con rotundidad, las muchas y muy diferentes opciones que el universo de los cómics es capaz de ofrecer al séptimo arte.
'Ghost World', el cómic
En ese amplio panorama de autores indies que, autopublicados o viendo la luz a través de algún sello de poca o media entidad, han ido labrándose una cierta posición en el mundillo de la industria del cómic estadounidense, son muchos los nombres por los que uno tiene que pasar para una correcta comprensión del fenómeno que comenzó a escindirse de los superhéroes a partir de los años 60. Con Robert Crumb y Harvey Pekar como citas ineludibles, otros más actuales como Charles Burns, Chris Ware, Seth o Daniel Clowes son igualmente imprescindibles para cualquier aficionado al noveno arte.
Con una producción extraña que pocas veces ha tocado palos de lo que se podría definir como "normal", los títulos que conforman la tebeografía de Clowes suponen una radiografía de una América subyacente a la que se nos suele vender llena de personajes casposos y desagradables que hacen que el peor friki que conozcáis sea un tipo de lo más mundano. Obras como 'Pussey!', 'Como guante de seda forjado en hierro', 'Wilson', 'David Boring' o 'Ice Haven' son muestras inequívocas de esa forma de hacer cómic que tanto ha llegado a perfeccionar este artista natural de Chicago.
De entre su obra, quizás la más reconocida haya sido una 'Ghost World' que, sorprendentemente, es de lo más "normalito" que ha parido el estadounidense: girando en torno a dos adolescentes recién graduadas del instituto y las muchas conversaciones que mantienen, las páginas que componen las vidas de Enid y Rebecca nos asoman a las nihilistas existencias de unas chicas que pretenden ser algo así como las voces de esa Generación X que tanto ha representado Clowes en sus obras. Y si bien su dibujo y narrativa son sencillos y hacen asequibles una aproximación a la lectura, harina de otro costal es lo que Clowes trata de transmitir.
Aquí es donde servidor no encuentra lo que muchas voces han sabido o podido ver a lo largo de los casi veinte años que han transcurrido desde que terminara su publicación original: por mucho que uno le ponga voluntad y trate de identificarse con alguno de los peculiares personajes que pululan por el mundo de Enyd y Rebecca, el carácter que Clowes imprime a sus creaciones y ese supuesto discurso de alienación y búsqueda del individuo hace que este slice of life se traduzca en un hecho ajeno al lector —a este lector— no consiguiendo la valoración de 'Ghost World' pasar de lo "entretenido pero no del todo imprescindible".
'Ghost World', aburrida y completamente prescindible
Y sí, todo lo contrario a lo que podría estar dispuesto a afirmar sobre el cómic es por lo que no pasa la producción con la que Terry Zwigoff plasmaba en celuloide la historia de las dos jovenzuelas que le habían cautivado pocos años atrás: lector ávido de tebeo independiente y coleccionista de jazz y blues de los años 20 —como el personaje que aquí interpretará Steve Buscemi—, Zwigoff había adquirido cierto reconocimiento a mediados de los noventa con un documental sobre Robert Crumb que se hizo, entre otros, con el Gran Premio del Jurado en el festival de Sundance de 1995.
En estrecha colaboración con Clowes, firmante junto al cineasta de un guión que fue nominado al Oscar, Zwigoff plantea una narración que intenta aportar un hilo conductor algo más sólido del que apenas podía entreverse en las historias cortas que componían el cómic. En ese intento, director y artista se sacan de la manga al personaje de Seymour, como decíamos arriba, un sosias en ciertos aspectos del propio Zwigoff que, a nivel interpretativo, es lo mejor de la cinta gracias a un Buscemi que encarna, de nuevo, a uno de esos personajes patéticos que siempre se le han dado tan bien.
Y aunque el actor detestaba profundamente a su personaje —tanto que, al terminar la jornada de rodaje, corría a cambiarse de ropa para no parecerse en nada a su contrapartida cinematográfica— su maneras y forma de afrontar los diálogos supera con mucho al de su partenaire más directa, una Thora Birch correcta pero que no logra convencer como la excéntrica Enyd y, sobre todo, a lo que resulta más olvidable en lo que a los actores compete, esa Scarlett Johansson que se pasea por la película con cara de alelada.
Pero quizás no habría que verter toda nuestra inquina en el dueto de féminas cuando éstas hacen lo que pueden para sacar adelante un guión que, siguiendo puntualmente las indicaciones que marca el cómic, se desvía de éste en la citada voluntad de aportar un discurso más cohesivo, algo que nunca termina de concretarse dado el fuerte talante episódico que atesora la práctica totalidad del muy prolongado metraje: dos horas para contar lo que se cuenta es, a todas luces, uno de los puntos más negros de esta inane comedia dramática que nunca se decanta por sus dos vertientes.
Así, lo que vemos en manos de la inexpresiva y despersonalizada dirección de Zwigoff —que podría defenderse como una precisa traslación de la idiosincrasia del cómic...sí así se quisiera, claro— ni llega nunca a resultar "gracioso", ni comporta en ningún momento una carga dramática lo suficientemente sólida como para traspasar el velo de la pantalla y hacer mella en el ánimo del espectador, que se mantiene anestesiado a lo largo de la cinta en virtud de la monotonía con la que ésta discurre y de lo poco carismático de sus protagonistas.
Con todo, parece que esta pobre percepción sobre la cinta no es compartida más que por mi compañero Juan Luis, y aunque en sus aspiraciones nunca estuviera el convertirse en un éxito de taquilla, la aceptación casi generalizada de la crítica —con un 93% en Rotten Tomatoes y un 88 en Metacritic— parecen querer indicar lo erróneo de mis planteamientos. ¿Erróneo? No, que ya se sabe que las páginas del libro de los gustos están todas en blanco.
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