Al amante irredento de las tiras de cómic que es el que esto suscribe —en mi tebeoteca se amontonan tomos y tomos de los más diversos títulos aparecidos en las páginas de periódico durante los últimos cien años— le duele, y le duele mucho, tener que volver a hacer procesión por algunos de los títulos con los que el séptimo arte se ha aproximado a los ejemplos más conocidos que este sub-universo dentro del cómic nos ha ido regalando a lo largo de las décadas.
Varias son ya las producciones que, a este respecto, se suman en este especial de Cómic en cine, y salvo la simpática 'Flash Gordon' (id, Mike Hodges, 1980) —cuidado, simpática y poco más— no hay ni un sólo ejemplo que se salve de la quema y sobreviva, no ya a un segundo visionado, sino a un primero que en todos los casos desvelaba lo erróneo de la aproximación a unos personajes cuya idiosincrasia, en la práctica totalidad de los casos, empieza y termina en los bordes negros de las viñetas.
'Garfield', la tira cómica
Nació por accidente un 19 de junio de 1978, y desde el primer momento ya se supo que iba a ser problemático: gordo, perezoso, cascarrabias, con un amor desmesurado hacia la lasaña y un odio ancestral por los lunes. Ese era Garfield, un gato anaranjado con rayas que de los cuarenta y cinco periódicos nacionales en los que vió la luz, ha pasado a ser una de las tiras más difundidas de la historia del medio, publicándose en 23 idiomas, 63 países y la friolera de ¡2.750 rotativos!; todo un record para un personaje que estuvo a punto de ser un mosquito.
Y es que Jim Davies, su creador, desarrolló inicialmente una tira que con nombre 'Gnorm the Gnat', narraba las desventuras de un insecto que, afortunadamente, no gustaron mucho. Viendo que ningún periódico quería darle continuidad, Davies abandonó a este su primer personaje y comenzó a gestar la idea que finalmente se transformaría en Garfield. Desde entonces, Davies ha trabajado incansablemente para que no haya habido un día en estos treinta y seis años en los que Garfield no haya aparecido, logrando que, a pesar de lo reiterativo de muchos de sus chistes, el gato cascarrabias sea una voz permanente en las vidas de infinidad de lectores.
Con un trazo que evoluciona rápidamente desde sus toscos inicios a las redondeces que todos conocemos, algo observable en los dos primeros años de recorrido de la tira, Garfield es presentado junto a Jon, su dueño, ya desde la primera tira. A partir de ahí, varios serán los personajes que se conviertan en fijos pasado muy poco tiempo: Odie, el estúpido pero entrañable perro blanco de todas las trastadas imaginables, Pooky, el oso de peluche de Garfield, Arlene, su incomprendida novia y Nermal, un tierno y pequeño gatito que provocará más de una hilarante situación.
'Garfield', un desperdicio
De la misma forma que ya había ocurrido con 'Popeye' o 'Daniel el travieso', las aventuras de Garfield conocieron vida animada mucho antes de que la maquinaria Hollywoodiense fijara sus miras en ella para trasladarla a la gran pantalla y a los doce especiales de dibujos animados emitidos entre 1982 y 1991 vinieron a sumarse las siete temporadas de 'Garfield y sus amigos' ('Garfield and Friends', 1988-1994) y 'El show de Garfield' ('The Garfield Show', 2009- ), una co-producción de animación CGI entre Francia y Estados Unidos que lleva emitiéndose desde 2009 por Cartoon Network.
Con un panorama animado que se acercaba —al menos en la serie "antigua", la única de la que llegué a ver algo en su momento— a los planteamientos de la tira de Jim Davies, que alguien en un momento dado se planteara el trasladar las andanzas de Garfield a la gran pantalla es una de esas decisiones que sólo pueden entenderse bajo la prostituida óptica de la imparable maquinaria de Hollywood, capaz de coger la idea más brillante y trastocarla hasta tal punto por mor de intereses económicos que poco o nada queda de ella al final.
No estoy diciendo que el gérmen de lo que terminó siendo el esperpento que hoy nos ocupa hubiera podido dar de sí mucho más en otras manos, pero no deja de ser desafortunado el que un personaje del potencial del gato creado por Jim Davies fuera maltratado en las formas que tenemos que soportar en una producción de la que lo único que me atrevería a destacar, teniendo para ello que "disfrutarse" el filme en versión original, es la voz de un Bill Murray que trabajó medio engañado para prestar su talento y que, en la hilarante 'Bienvenidos a Zombieland' (id, Ruben Fleischer, 2009) llegaba a afirmar que de lo único que se arrepentía de su carrera era de "Garfield, quizás".
Puyas al margen, lo cierto es que 'Garfield: La película' ('Garfield', Peter Hewitt, 2004) es un desastre sin remisión en el que todo parece darse la mano para hundir la producción, desde las pésimas actuaciones de los tres nombres que encabezan su reparto —lo de Stephen Tobolowsky es de juzgado de guardia—, hasta la desafortunada e inane realización de Peter Hewitt, pasando por un montaje más que irregular, una partitura de Christophe Beck de la que nada podría destacarse o la decisión inexplicable —o quizás explicable dado su escueto presupuesto— de que, apareciendo Odie y Nermal, Garfield sea el único personaje animado por ordenador.
Tal decisión afecta en buena medida a lo que podría haber sumado algún escueto entero a la percepción final de la película, y soy de la opinión de que un Odie digital más fiel al brillante diseño del alelado can que vemos en las tiras hubiera jugado en favor de la cinta. Sin él, y recurriendo a los típicos trucajes de animales parlantes que se han visto hasta la saciedad en el cine desde hace décadas, lo que hemos de soportar durante los ochenta minutos de duración es un humor trasnochado que, gracias a lo episódico de la trama, no hace gracia ni aún queriendo.
Inexplicablemente, y debido a los 50 millones que costó a las arcas de la Fox, la cinta fue considerada un éxito de taquilla con sus 75 de recaudación en Estados Unidos y los 200 que recogió a nivel mundial. Sí, eso provocaría que la major diera luz verde a una secuela que se estrelló en la recepción en su país dos años más tarde. Y no, tranquilos, no hablaré de ella llegado el momento. Con ésta es suficiente para hacerse una idea precisa de que, a la hora de conocer a Garfield, lo mejor es hacerlo a través de su contrapartida aviñetada.
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