Trascendidos los sesenta, entramos hoy en este especial de cómic en cine en una década que, como decía hace unas semanas, supuso un auténtico erial en lo que a adaptaciones de tebeos se refiere. Tanto es así que, si no fuera por la voluntad de los Salkind y el genio de Richard Donner a la hora de llevar a la gran pantalla 'Superman' (id, 1978), en aquella década convulsa marcada por el final de la Guerra de Vietnam, los atentados de las olimpiadas de Munich, el caso Watergate o el fin del franquismo, pocos ánimos encontramos para el escapismo que siempre han supuesto los devaneos del séptimo y el noveno arte.
Así pues, en el corto discurrir que efectuaremos por la década, y ya que la citada 'Superman' fue cubierta en el especial dedicado a su director —y el resto de las cintas del superhombre en cuatro entradas de Cine en el salón—, detendremos nuestra mirada en lo único que el cine quiso acercarse a su hijo bastardo. Un recorrido que nos conducirá a través de tres filmes de animación de los cuáles sólo uno se produjo en Estados Unidos, el que supuso el debut del mítico Ralph Bakshi en la gran pantalla y al que hoy dedicamos este espacio.
'Fritz, el gato caliente', el cómic
Sin Robert Crumb no existiría el cómic underground estadounidense. Figura fundamental para entender los procesos que llevarían a la aparición de ese otro tipo de arte secuencial tan sumamente diferente del que hasta los sesenta había dominado el mercado editorial norteamericano, la vida de éste artista nacido en Philadelphia que quería ser dibujante de cómics cambió "gracias" a la influencia del LSD, ya que fue a raíz de probarlo que dejó su trabajo en una compañía de tarjetas de felicitación para mudarse de Nueva York a San Francisco y comenzar una trayectoria que abarca ya cinco largas décadas.
De entre todas sus incontables creaciones —una gran mayoría de las cuales han sido publicadas en nuestro país por La Cúpula, editorial "oficial" del autor— una de las más tempranas y que mayor reconocimiento aportó al dibujante en su momento fue 'Fritz, el gato caliente', un personaje que Crumb había creado en 1959 junto a su hermano Charles y que, tras muchas tiras que el norteamericano dibujó para su propia diversión, terminó viendo la luz en las páginas de 'Help!', un magazine publicado por el legendario Harvey Kurtzman, antiguo editor de la no menos legendaria revista 'MAD'
Publicado de forma irregular, debido al errático carácter del autor, si hay algo que habla mejor que cualquier posible loa acerca de la repercusión que tuvo el irreverentísimo personaje, es que Crumb sólo llegó a producir poco menos de 100 páginas de las aventuras de su felino, unas páginas que fueron más que suficientes para encender la imaginación de una generación de lectores e inflamar las ansias de los mismos por títulos que ninguna relación tuvieran con tipos vestidos con mallas.
'El gato caliente', animación lisérgica
Uno de aquellos lectores en los que Fritz causó mella fue Ralph Bakshi, un joven dibujante de animación que tras trabajar para Paramount había abierto su propio estudio en 1968 y que, dando con una copia de uno de los primeros recopilatorios que se editaron del personaje en 1969, tomó la determinación de que la traslación a la gran pantalla del "minino" supondría su debut en el séptimo arte como realizador. Acto seguido, Bakshi contactó con el productor Steve Krantz, y entre los dos trataron de convencer en vano de la viabilidad del filme a un Crumb que finalmente rechazó cualquier acuerdo posible, llegando a rodarse la cinta gracias a la providencial intervención de la esposa del artista por aquellos años.
Con los derechos del personaje ya en su propiedad, una de las mayores dificultades que encontraron Bakshi y Krantz a la hora de poder comenzar con la dificultosa producción que siempre acarrea un dibujo animado fue dar con un estudio que estuviera dispuesto a respaldarlos, y tras varios intentos frustrados se toparon con la aprobación inicial de la Warner. Pero con lo que los ejecutivos de la major no contaban era con el elevado tono sexual que la cinta iba a enarbolar, y el primer pase de material con la secuencia de quince minutos que se desarrolla en Harlem dejó muy claro que Warner sólo iba a permanecer a bordo de la empresa bajo unas estrictas condiciones. Recuerda Bakshi al respecto que:
Tenías que haber visto sus caras en la sala cuando les mostré la cinta. Recordaré sus caras hasta que muera. Uno de ellos incluso se levantó y se fue. Joder, tenías que haber visto su cara. Me dijeron "¡Esta no es la película que te hemos permitido hacer¡" , a lo que yo contesté "Y una mierda, ya la he hecho".
Las condiciones impuestas por Warner, una disminución considerable del contenido de sexo y la contratación de estrellas para doblar a los personajes, fueron rechazadas por Bakshi, y finalmente serían Cinemation Pictures, una compañía que esperaba poder exhibir el filme como parte de sus producciones grindhouse, y Saul Saentz quienes pondrían los fondos necesarios para que Bakshi pudiera finalizar una cinta que se basaba en tres historias diferentes del personaje y cuyo estilo de animación pretendía ser completamente rompedor para lo que hasta entonces se había visto en las cintas de dibujos animados, un mundo marcado, cómo no, por el sello Disney.
Tanto llega a alejarse la cinta de lo que la compañía del ratón Mickey supone que, en ese tono tan brutalmente irreverente que el metraje lleva por bandera desde el primer minuto, hay dos o tres ocasiones en que las puyas a Disney son directas, siendo la más brutal de todas ellas aquella en que las siluetas de unos personajes que son claramente identificables como Mickey, Minnie y Donald, jalean a unos aviones del ejército norteamericano cuando se disponen a bombardear con napalm uno de los barrios raciales en los que discurre la acción. Sutil ¿verdad?.
Y es que esa cualidad no abunda precisamente en un filme que desde su secuencia de apertura deja claro que, por mucho que venga interpretada por animales antropomorfizados, lo que aquí se va a tratar son temas de candente actualidad...de la década de los setenta, claro. Así, al margen de la obsesión de Fritz por el sexo, que ocupa la primera secuencia larga del filme con una orgía en ¡una bañera!, la conversación que mantienen esos obreros de la construcción en los minutos iniciales versa sobre el consumo de drogas y el clima político y social de la época, ejes temáticos que vertebrarán una cinta en la que es muy normal ver a "graciosos animalitos" fumando cannabis o inyectándose heroína, felicitándose entre sí por la decisión del gobierno de enviar armas a Israel o cometiendo delitos de diversa índole como si tal cosa.
Es muy evidente pues que 'El gato caliente' no es un filme apto para chavales, una franja de edad que, desafortunadamente, se ve ampliada sobremanera por lo anclado que están todos los discursos de la cinta en una época y un lugar determinados, tan anclados que, salvo algún apunte más universal, si el espectador desconoce cómo era la vida en el Nueva York —y por extensión, en Estados Unidos— más reivindicativo de hace cuarenta años, es muy probable que el rechazo hacia lo que propone Bakshi en la cinta sea casi inmediato.
Añadiéndose a esto, y para agravar aún más los problemas del filme, su carácter episódico y casi carente de solución de continuidad entre secuencia y secuencia, provoca que las diversas aventuras de Fritz por la gran manzana se atiendan con desigual interés, por mucho que la producción siga conservando lo arriesgado de su apuesta y lo novedoso de su animación cuatro décadas más tarde.
Primer filme de "dibujitos" en ser calificado X, y aún a pesar de su limitada distribución, 'El gato caliente' llegó a recaudar unos 100 millones de dólares convirtiéndose en la película de animación independiente más taquillero de la historia. Testimonio vivo, como hemos dicho, de una época de gran agitación, la cinta ha perdido parte de su potente carácter reivindicativo vista a través de los ojos de un ciudadano del s.XXI, pero su valor histórico hace que sea una parada imprescindible para el cinéfilo amante del género animado y, qué duda cabe, de los cómics, albergando muy pocos valores para aquellos que no se adscriban a ambos grupos.
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