Refresquemos brevemente la memoria. No es la primera ocasión que hablamos en este especial de Frank Castle ya que, allá por el mes de octubre del pasado año, Cómic en cine arribaba a las muy olvidables costas de 'Vengador' ('The Punisher', Mark Goldblatt, 1989), aquel filme de muy modesto presupuesto protagonizado por Dolph Lundgren que, producido por la Marvel con muy pocas ganas de hacer las cosas bien, se saldaba con una carrera comercial muy escueta que ponía las cosas muy difíciles a la Casa de las Ideas en aquel primer paso de su aventura cinematográfica.
Y aunque sus resultados artísticos fueran de todo menos deseables, si algo dejaba claro la cinta es que el personaje del Castigador no era uno con el suficiente atractivo como para dar el salto a la gran pantalla de manera que pudiera llegar a diferenciarse de tantos justicieros como ha conocido el séptimo arte. En otras palabras, un filme protagonizado por Frank Castle no era más que una de las incontables iteraciones que ha conocido el personaje encarnado por Charles Bronson en 'El justiciero de la ciudad' ('Death Wish', Michael Winner, 1974), y poco o nada podía ofrecer que lo acercara a los llamativos superhéroes.
'The Punisher', redefiniendo a Frank Castle
Tras diversos movimientos editoriales que no habían funcionado como se pretendía, Frank Castle seguía habitando ese incómodo limbo en el que casi parecía haberse acomodado y en el que muchos otros personajes de La Casa de las Ideas se han encontrado tantas y tantas veces a la espera de que algún guionista con la habilidad suficiente supiera sacar partida a ese potencial que los lectores siempre veíamos pero que los capitostes de la editorial parecían no saber concretar.
En el caso de Castle, y como ya vimos, las diversas encarnaciones pasadas del Castigador no habían hecho sino incidir una y otra vez sobre los mismos encuadres, centrándose sobremanera en el deseo de venganza del antiguo militar por la pérdida de su mujer y sus hijos sin molestarse mucho en rascar más allá de la superficie e indagar en las auténticas motivaciones que llevaban al bueno de Frank a matar a diestro y siniestro en una cruzada sangrienta prolongada más allá de lo racionalmente justificable.
Así las cosas, y con lo ridículo de los planteamientos derivados de la miniserie de Marvel Knights guionizada por Christopher Golden —en la que Castle era convertido en una especie de ángel vengador por un poder divino (sic)— Marvel decidió que era hora de dar un golpe de autoridad con el personaje y, ni corta ni perezosa, se lo ofreció a un guionista al que el calificativo de enfant terrible se ajusta como un guante...como un guante de acero con el que darte una somanta de palos y dejarte convertido en una masa sanguinolenta e irreconocible, claro.
Así, el mismo año que daba las últimas puntadas a la que sigue siendo su obra maestra, Garth Ennis entraba para poner patas arriba el mundo de Punisher hasta tal punto de convertirse en el autor que mejor ha comprendido al personaje y el que más tiempo ha estado al frente de su cabecera; nueve años en los que el irlandés redefiniría, y de qué manera, a un personaje que le debe, y aquí poco lugar hay para discusiones, las mejores historias suyas que han visto la luz en formato aviñetado.
La andadura de Ennis al frente de las aventuras de Frank Castle arranca en una maxiserie que hace gala de principio a fin de la brutalidad sin par que siempre ha caracterizado al escritor —y sigue caracterizando, hoy más que nunca en sus proyectos para la editorial Avatar— y que no habría resultado igual de efectiva de no haber sido porque su factura gráfica iba a venir firmada por el responsable al 50% de hacer de ‘Predicador’ el puntal título de la historia del noveno arte que es. Nos referimos, cómo no, a Steve Dillon.
La nueva conjunción de ambos talentos configuraba doce números en los que la violencia que ya habíamos visto en las páginas de la serie de Vertigo se mudaba a Nueva York, se ponía una camiseta con una calavera y se dedicaba a cargarse de la manera más expeditiva posible a todo elemento criminal que se le ponía a tiro. Esta aventura, en la que Ennis y Dillon rodearon a Frank de toda una nueva galería de esos personajes bizarros —en la acepción anglosajona del término— que el irlandés tan bien sabe escribir, sentaba las bases para de una serie que, conforme el paso del tiempo, alcanzará cotas de auténtico genio.
'El castigador', telefilme de tres al cuarto
Tuve que plantearme cuestiones intelectuales como "¿Hasta que punto un crimen contra una persona puede llegar a convertirse en algo tan inconsciente que alguien que no cree en tomarse la justicia por su mano se convierte en vigilante en más de una manera? Esa fue la ecuación para mi. Le dije a Marvel que no quería hacer una historia de venganza, que lo que quería era hacer la madre de las historias de venganzas(...) Lo que provoca que Frank Castle se convierta en un justiciero no es del cómic. Me inventé mucho de eso. Lo hice mucho peor. Jonathan Hensleigh
Es que no aprenden. Hablan, hablan y hablan y no son conscientes de la cantidad de sandeces que pueden llegar a afirmar en aras de justificar lo que no necesita justificación. Si ya el otro día en la entrada de 'Catwoman' (id, Pitof, 2004) os dejaba unas perlas de sabiduría del cineasta francés que demostraban, de forma muy elocuente, lo mucho que se auto-engañan en Hollywood, estas que tenéis aquí arriba de Jonathan Hensleigh no le van a la zaga, y que el realizador pretenda hacernos creer la sarta de estupideces que queda recogida en el párrafo anterior es una muestra inequívoca de que algo no funciona como debiera en 'El castigador' ('The Punisher', Jonathan Hensleigh, 2004).
Ya lo he comentado al comienzo de la entrada: considerando lo habitual de las historias de justicieros en el cine y teniendo en cuenta asimismo lo paupérrimo de los resultados que había ofrecido la anterior incursión de Frank Castle en la gran pantalla, pretender en plena efervescencia de la moda de los superhéroes —no nos engañemos, es en los tipos con mallas donde están las auténticas ganancias del cómic llevado al cine— sacar tajada de una nueva adaptación de 'El castigador' era querer mucho por parte de la Marvel y Artisan Pictures, productoras del filme.
Máxime cuando la idea inicial de Hensleigh para la cinta —que debería haber arrancado con una espectacular batalla en la primera Guerra del Golfo— tuvo que ser reescrita en incontables ocasiones debido al espectacular recorte de presupuesto que Artisan sometió a los 64 millones iniciales de inversión. Pasando a 33 y contando el cineasta con sólo la mitad de éstos para el rodaje y la post-producción, casi habría que concederle a 'El castigador' el mérito de que, con lo considerablemente grave de éstos "contratiempos" el filme sea mejor de lo que cabría esperar.
No estoy diciendo con lo anterior que la película funcione a las mil maravillas, que sea un dechado de virtudes en el terreno artístico relativo a dirección o interpretación o que el libreto suponga un alarde perpetuo de originalidad, sino que, contando con que es casi todo lo contrario en dichos aspectos, sus dos horas de metraje se pasen más o menos rápidas y que, en última instancia, sirva como un entretenimiento a ratos, algo que no se puede afirmar ni de lejos de muchos de los subproductos que nos han acompañado en las últimas semanas.
A tenor de lo anterior, holgaría tener que afirmar que, siendo muy generosos, la dirección es poco más que resultona; que los actores no se separan mucho de dicha calificación por más que Thomas Jane y John Travolta ostenten un carisma prácticamente inexistente; que la exagerada música de Carlo Siliotto casa entre poco y nada con lo que la acción va dictando y que, por supuesto, el guión es una constante reproducción de los lugares comunes más trillados del género, arropándose toda la producción de un aroma —¿alguien ha dicho tufo?— a telefilme que, quiero creer, determinó en buena parte el fracaso en taquilla de la cinta.
Recaudando en Estados Unidos tan sólo 810.000 dólares más de lo invertido, el acicate que ésto debería haber supuesto de cara a los futuros intereses de Marvel para con el personaje debería haber sido decisivo, y este reboot de las aventuras de Frank Castle en la gran pantalla tendría que haberse quedado en eso, en un intento que no llegó a nada. Pero, como veremos de aquí a unas cuantas semanas, el hombre es el único animal que tropieza con la misma piedra dos y hasta tres veces...
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