Hablábamos anteayer del cómic francés y de la limitada presencia que había tenido a lo largo de los años en el mundo del cine sin apuntar nada, que para eso estaba esta entrada, de lo que su contrapartida italiana ha sido capaz de poner en pie a lo largo de las décadas. Con muchísima menos variedad en cuanto a títulos pero con tiradas alucinantes de aquellos que son institución en la antigua capital del mundo civilizado, el fumetti, término por el que los italianos denominan a sus tebeos, tiene al igual que entre nuestros vecinos gran relevancia en la cultura popular, y personajes como Tex o Dylan Dog —por no hablar de el Tio Gilito o Mickey, auténticos pesos pesados dentro del mundo editorial— y autores como Sergio Bonelli o el gran Hugo Pratt disfrutan de una importancia suma dentro de las fronteras del país en forma de bota.
Es por ello que, considerando lo que los italoparlantes adoran sus tebeos, resulta igualmente sorprendente la aún más reducida presencia del fumetti en el cine ya que, salvando un pequeño puñado de producciones que se llevaron a cabo durante los años sesenta, haciéndose eco de la moda del fumetto nero —del que ahora mismo hablaremos—, y alguna traslación animada de 'Corto Maltés' hecha en Francia a principios de este siglo, el único personaje que ha sido llevado a la gran pantalla desde entonces es Dylan Dog, y todos los que sufrimos el filme con Brandon Routh sabemos los resultados que éste dejó —unos resultados que, caso de volver a atreverme a verla, comentaré dentro de unos meses—.
'Diabolik', il fumetto nero
El fumetto nero, o cómic noir, fue una vertiente del fumetti tradicional que comenzó a cultivarse en Italia en 1962 precisamente a partir de la aparición del primer número de 'Diabolik', un título que revolucionó el mercado del tebeo en el país gracias a la idea de una de sus creadoras, Angela Giussani, de crear un libro que pudiera ser fácilmente leído mientras se esperaba el tren en el típico bar de estación. Tras un pequeño estudio de mercado, que reveló las inclinaciones de los potenciales lectores hacia el gialli —el cómic de temática policíaca— el fortuito encuentro de un libro de Fantomas en un viaje, hacía que la artista viera las posibilidades de un antihéroe maestro del disfraz, un ladrón y asesino a sangre fría que daría luz al extendidísimo formato de 12x17cm en el que se siguen publicando en Italia multitud de cabeceras.
Las aventuras de Diabolik, que llevan apareciendo de forma ininterrumpida desde hace cincuenta años, mantienen desde su inicio a los mismos personajes, un trío formado por el protagonista, Eva Kant, su eterno amor —por el que siempre estará dispuesto a hacer lo que haga falta— y el inspector Ginko, jurada nemésis del peculiar "héroe" que, por más que lo intenta, nunca logra atraparlo. Heredando a partir de cierto momento un halo a lo Bond —el protagonista siempre conduce el mismo coche, un jaguar negro, y se distingue por sus curiosos cachivaches— Diabolik es, como decía anteriormente, toda una institución del arte popular italiano, y no fue de extrañar que, en pleno auge del fumetto nero, sus aventuras terminaran siendo adaptadas al séptimo arte.
'Diabolik', un Bond a la inversa
Debido al enorme éxito comercial que el género estaba cosechando en Italia, la industria cinematográfica del país quiso sacar tajada y, poniendo en marcha sus recursos para engancharse a la moda que hace cinco décadas atravesaba el país de norte a sur, llegó a producir siete títulos en un plazo de tiempo récord de tres años, los que van de 1965 a 1968. Comenzando por 'Thrilling' (id, Carlo Lizzani, Ettore Scola y Gian Luigi Polidoro, 1965), y con 'La máscara de Kriminal' ('Kriminal', Umberto Lenzi, 1965) como título intermedio relativamente importante, las adaptaciones de estos peculiares antihéroes llegarían a su fin en 1968 con 'Diabolik', el filme más ambicioso del conjunto para el que Dino de Laurentiis, su productor, contó con Mario Bava.
Pero el legendario cineasta italiano no fue la primera elección del no menos legendario productor, quién inicialmente había elegido a Tonino Cervi como realizador hasta que, una semana antes del comienzo del rodaje, éste se apeo de la producción, teniendo que buscar Laurentiis un rápido sustituto que pudiera controlar la gran cantidad de efectos visuales que iba a requerir el filme, encontrando al candidato ideal en el que por aquél entonces estaba considerado uno de los mejores técnicos en este aspecto. Bava, que acababa de finalizar el rodaje de 'Los cuchillos del vengador' ('I coltelli del vendicatore', 1966) aceptó un encargo que le llevaría a filmar con el presupuesto más alto de su carrera: unos 200 millones de las antiguas liras, lo que equivaldría hoy a unos 100.000 euros, una cifra relativamente baja para los estándares que manejaba el productor.
De la misma manera, tampoco fue John Philip Law —un monolítico actor al que también hice referencia en la anterior entrega de este especial de Cómic en cine— el primer elegido por Laurentiis para interpretar a Diabolik, un papel que en principio iba a ser encarnado por Jean Sorel pero que finalmente fue a parar a las manos de Law cuando Cervi abandonó la producción, aprovechando el productor para utilizar al actor ahora que acababa de terminar el rodaje de 'Barbarella' (id, Roger Vadim, 1968), también costeada por sus abultados bolsillos.
Y aunque inicialmente se había apostado por que el personaje de Eva Kant fuera interpretado por una modelo desconocida, la designada para tal tarea fue sustituida a poco de comenzar el rodaje por una Catherine Deneuve que abandonaría la producción tanto por no resultar del agrado de Bava como por negarse a filmar las recatadas escenas de desnudo que contiene el filme, y el bello florero que supone el papel de la partenaire de Diabolik terminó así en las curvas de Marisa Mell.
Completando el reparto encontramos a Michelle Piccoli como el pertinaz inspector Gianko y a Adolfo Celi como el mafioso y auténtico villano de la cinta ya que, por mucho que Diabolik sea un criminal, tanto el cómic como la película lo dibujan como un personaje que roba por puro placer y para desequilibrar la balanza de poder del lado que se le va antojando, algo así como un Robin Hood con recursos aparentemente ilimitados que el filme, igual que el tebeo, mezcla con referencias nada veladas al universo del agente 007, conectando directamente con los títulos de James Bond al utilizar al mismo actor que interpretara al "malo" de 'Operación trueno' ( 'Thunderball', Terence Young, 1965).
Digna hija de su época, 'Diabolik' no acusa, al menos no con la misma hiriente intensidad, el extremo eclecticismo y las estridentes referencias a la cultura pop que 'Barbarella', ya sea porque la cinta se desarrolla en el tiempo presente y no en un futuro fanta-científico —más de lo primero que de lo segundo, desgraciadamente— ya porque, y me inclino más por esta opción, Mario Bava tenía bastante más gusto que Roger Vadim. De hecho, los recursos visuales del cineasta resultan mucho más imaginativos que el academicismo del francés, y la cinta se beneficia sobremanera de su sentido del ritmo narrativo, de la construcción de los sets —asombrosa resulta la guarida de Diabolik— y del soterrado tono de comedia que se deriva de algunas de las irreverentes acciones del personaje.
Si bien en el terreno interpretativo la cinta no tiene mucho que ofrecer y lo único reseñable es un Michel Piccoli que está de vuelta de todo —algo probablemente derivado de ser el único consciente de la gran broma que es la película—, la dirección de Bava si que resulta una fuente de moderadas alegrías para el espectador, aunque ello suponga tener que pasar por algún mal trago como el aguantar una absurda secuencia que no viene a cuento y en la que, durante tres o cuatro minutos la cámara se pasea por una discoteca de la época y vemos a extras algo perjudicados bailar con los característicos movimientos de los años sesenta...aun con eso, y algún que otro detallito sin importancia, el cineasta italiano demuestra sus tablas; y aunque éstas queden lejos de la fascinación que pudiera generar sus incursiones previas en el cine de terror, "el que tuvo, retuvo" y Bava no es un cualquiera.
Con una recaudación total de 265 millones de liras —os dejo a vosotros esta vez determinar la equivalencia a euros—, el saldo final de 'Diabolik' no respondió a las enormes expectativas puestas en ella por Laurentiis. De hecho, tanto confiaba el productor en el éxito de la cinta que, al término del rodaje, y viendo que Bava se había quedado muy lejos de gastar la totalidad del presupuesto —y aquí las cifras bailan, pero se puede leer por ahí que le ahorró a las arcas de la productora algo más de tres cuartas partes de lo inicialmente previsto— Laurentiis decidió poner en marcha en seguida una secuela y ofrecérsela de nuevo al cineasta. Y si los poco satisfactorios datos de taquilla no hubieran bastado para desalentar a Laurentiis, la categórica respuesta de Bava terminó por conseguir que una segunda parte no llegara buen puerto, amén de decirlo todo acerca de la tiránica personalidad del productor italiano:
Me llamó para que dirigiera la secuela. Le dije que estaba enfermo, inválido en la cama, permanentemente.
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