LLegados a este punto, y con menos de veinte películas por delante para dar punto y seguido a este especial de Cómic en cine que iniciáramos hace ya tres años, creo que valdría la pena destacar que, de todos esos títulos que nos quedan por repasar en este espacio de Blogdecine, sólo uno merecería la calificación de sobresaliente y dos la de notable alto, moviéndose el resto en el rango que quedaría entre una discreta mediocridad y lo directamente infumable. Y ahí, en ese pequeño cosmos al que han ido a parar muchas de las producciones que se han acercado al mundo del cómic, es donde encontramos a 'Cowboys & Aliens' (id, Jon Favreau, 2011).
Un filme que, vaya por delante, ni me gustó cuando acudí al cine a verlo hace cuatro años ni lo volvió a hacer hace unos días cuando me dispuse a revisarlo de cara a esta entrada. Y lo cierto es que, como ya pasara entonces, da cierta rabia que la combinación de mis dos géneros cinematográficos favoritos tuviera como resultado un título que desdibuja ambos hasta tal punto que elimina de raíz la grandeza potencial de uno y de otro y se queda en una tierra de nadie de la que nunca llega a poder escapar. Pero claro, ¿qué se podía esperar de una cinta firmada por Jon Favreau?
'Cowboys & Aliens', el cómic
Lanzada en 1997 por Scott Mitchell Rosenberg —artista que había sido presidente de Malibu comics, la empresa que amparó el despertar de Image publicando su primera hornada de títulos allá por 1992 y que fue adquirida dos años más tarde por Marvel—, la idea de mezclar vaqueros con extraterrestres gustó en seguida en los pasillos de Hollywood y una asociación entre Dreamworks y Universal se interesó en poner en pie la correspondiente adaptación con Steve Oedekerk como guionista y director.
Pero no sería hasta 2006, fecha de publicación oficial de la novela gráfica en la que se inspira la producción, que la industria cinematográfica movería definitivamente ficha para trasladar a la gran pantalla un cómic de esos que, sinceramente, dan mal nombre al mundillo: mal escritas y peor dibujadas, las 105 páginas de 'Cowboys & Aliens' toman la idea inicial de una invasión extraterrestre en los tiempos de la conquista del oeste estadounidense para destrozar tan atractiva premisa de partida con una trama y unos personajes que interesan entre poco y nada.
Y si aguantar páginas y páginas de diálogos que no llevan a nada y de situaciones que están calcadas de los grandes títulos del western no fuera suficiente trance, ahí está el dibujo de Dennis Calero para estropearlo aún más con la torpeza de sus caracterizaciones, lo atropellado de sus composiciones y lo confuso de su narrativa. En definitiva, que si los responsables de levantar la producción en imagen real debían tener algo claro es que con tal material de partida, mucho iban a tener que alterar las cosas si querían medio garantizar un éxito de taquilla.
'Cowboys & Aliens', despersonalizado despropósito
Y así fue. Tanto, que 'Cowboys & Aliens', la película se parece a 'Cowboys & Aliens', el cómic, en el título, la premisa de partida...y poco más, entrando a formar parte de ese nutrido grupo de producciones que se han acercado al mundo del noveno arte más como excusa que por verdadero interés sobre lo que las páginas originales tuvieran que decir acerca de la historia que desarrollaban. Vale, en éste caso en particular todo cambio que se ejerciera sobre ésta estaba más que justificado, pero aún así, algo se podía haber respetado de las viñetas.
Dejando atrás comparaciones y valorando los ineludibles cambios que eran estrictamente necesarios para hacer funcionar el filme, si la labor del quinteto de guionistas acreditados en el mismo deja algo claro es que el problema no era tanto una cuestión de afinar al máximo el tratamiento que se le daba al tebeo —que también— como de que el punto de partida del mismo NO funciona: mezclar aliens con cowboys no es tan "molón" como podría parecer a primera vista, y lo consolidado de ambos mundos termina dando como resultado un maridaje horrendo que, en manos de Jon Favreau adquiere tintes de aburrimiento mortal.
Con tal de dar a la cinta un semblante cuanto más western mejor, Favreau y su equipo de guionistas construyen un vehículo que como película del oeste es de la parte baja del montón, como título de ciencia-ficción, predecible hasta decir basta, y en la fusión de ambos, cuanto menos olvidable: nada hay en las dos horas de metraje a lo que asirse desde el punto de vista de una dirección anodina y poco imaginativa o de un libreto que va haciendo obligada penitencia en todas y cada una de las estaciones de cada género sin dejarse atrás arquetipo por cubrir o manido recurso por mostrar.
Tanto es así, que en última instancia lo único que cabría destacar de tan mediocre y despersonalizada producción es un reparto que hace lo que puede con los papeles que les han tocado en suerte y que, desde Daniel Craig a Keith Carradine, pasando por Olivia Wilde, Harrison Ford, Sam Rockwell, Clancy Brown, funciona en la medida en que lo paupérrimo y estereotipado de su definición permite, pasando Craig por un desmemoriado pistolero, Wilde como una mujer de armas tomar o Ford como ese capitán de la guerra de secesión algo amargado que encontrará en la amenaza de los aliens un nuevo motivo para seguir luchando.
Pero por mucho que los actores den impulso a la cinta, éste no es el que la misma necesita para despegar, estrellándose constantemente en su desarrollo por mor de todo lo anterior y porque las muchas disfuncionalidades del guión se traducen en escenas que ralentizan el ritmo del metraje hasta trastocarlo, en no pocas ocasiones, en un auténtico trance que tuvo su repercusión directa en una crítica que se mostró muy reacia a valorar los inanes esfuerzos del filme y en una taquilla que superó tímidamente —con un margen de tan sólo nueve millones de dólares— el presupuesto de 150 con el que se costeó tan olvidable despropósito.
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