Aunque es probable que se pudieran apuntar algunas más, las dos razones más importantes que podríamos encontrar detrás de la decisión de la New Line de volver a apostar por el personaje de Blade de cara a una secuela se mueven entre la certeza y la posibilidad. A la certeza se ajusta, obviamente, el inesperado éxito comercial que cosechó la primera parte —que vale, tampoco es que fuera para tirar cohetes, pero ya se sabe como funcionan las cosas en yanquilandia—, poniéndose en marcha ya desde 1999, por parte de la productora y Marvel, la maquinaria para la segunda entrega.
A la posibilidad que quizás terminó acelerando los planes de ambas entidades, el que a la Fox le hubiera funcionado tan bien la primera parte de los 'X-Men' (id, Bryan Singer, 2000) un filme que, como apuntábamos el otro día, fue la piedra fundacional sobre la que asentar la fiebre —y cuidado, no me vayáis a malinterpretar, que no es que me esté quejando por la inmensa cantidad de producciones, simplemente estoy constatando un hecho más que fehaciente— que en este siglo ha desatado alrededor de las adaptaciones de cómic al cine.
Con rumores iniciales que apuntaban a que la segunda parte serviría para introducir tanto al personaje de Hannibal King, un detective sobrenatural al que Deacon Frost —el villano de la primera parte— convertía en vampiro, como al de Frank Drake, descendiente de Drácula; y una trama en la que, supuestamente, Blade viajaría hacia un tiempo futuro, todo se quedo en agua de borrajas cuando David Goyer entregó el primer borrador definitivo del guión y guionista y productor decidieron que, con Stephen Norrington fuera de la ecuación, el cineasta idóneo para hacerse cargo de la dirección era Guillermo del Toro.
Una decisión que, a todas luces, beneficia sobremanera a la que —y espero que aquí seáis los menos los que no colijáis con un servidor— es la mejor entrega de la saga y uno de los más claros ejemplos del espléndido manejo de la narrativa cinematográfica que atesora el cineasta mexicano, que aquí amalgama diversos lenguajes que van desde algunos de los términos planteados por Norrington en la primera entrega, hasta la asunción de evidentes patrones derivados del cine oriental —ahí está ese Donnie Yen— que, americanizados, ya habíamos visto en 1999 de la mano de los Hermanos Wachowski en 'Matrix'.
'Blade 2', ahora con un 200% de chulería
La fusión de todo esto con una determinación mucho más "comiquera", un mejor entendimiento del lenguaje secuencial aviñetado que el que se desprendía de la primera parte y un nivel de "molonería" que supera con mucho lo que vimos en aquella, convierten a 'Blade II' (id, 2004) en un divertimento a pleno pulmón que no deja descanso al espectador mediante una estructura narrativa tan simple como efectiva que se acopla a una secuencia que, alternando las set-pieces con los momentos de exposición y desarrollo de personajes, prima las primeras, espectaculares todas ellas, sobre las segundas.
Así, lo que menos importa aquí es una trama tan escueta como efectiva en la que Blade debe aliarse momentáneamente con los vampiros para dar caza a una nueva especie de chupasangres mucho más resistente y peligrosa; no teniendo tampoco suma relevancia el esquematismo con el que se desarrollan los personajes. Con el ejemplo más evidente de este hecho que supone Blade, un protagonista que no evoluciona absolutamente nada con respecto a la primera parte, lo arquetípico del Bloodpack, de Damasquinos, Nyssa, Scud o Novak juega hasta en favor de que toda la atención del espectador se vuelque en disfrutar de las secuencias de acción.
En éstas, en la forma que están dirigidas y coreografiadas, y en el espléndido diseño de producción —atención especial merecen tanto la Casa del Dolor como la guarida de los vampiros comandados por Damasquinos y, por supuesto, esos Reapers— es donde reside la fuerza y la validez de la propuesta que Guillermo del Toro nos hace llegar con un filme que, aunque quizás abuse de la tecnología digital en ciertos momentos de los combates —en formas muy similares a lo que pudimos ver ese mismo año en la segunda y tercera entregas de la trilogía de 'Matrix'—, queda perfectamente enmarcado en el espíritu que tan bien caracteriza a las propuestas del mexicano.
Ver 18 comentarios