Por más que el éxito de taquilla de 'Batman Returns' (id, Tim Burton, 1992) fuera garante hasta cierto punto de la continuidad del Hombre Murciélago en la gran pantalla, Warner sentía que la cinta tenía que haber recaudado bastante más que sus "exiguos" 266 millones de dólares, haciendo responsables los directivos del estudio a Burton de dicho "fracaso" ya que consideraban que la franquicia necesitaba un alejamiento de las fórmulas góticas instauradas por el cineasta y, al mismo tiempo, un viraje hacia estilos más propios del mainstream —aunque, como veremos, poca o ninguna idea tenían acerca de lo que dicho estilo suponía.
Restringidas sus labores a las de productor, sería el propio Burton el que propondría a Joel Schumacher como director de la tercera entrega de las aventuras del Caballero Oscuro, una entrega sobre la que se ha dicho hasta la saciedad que supuso el principio del fin de esta primera encarnación de la saga del vigilante de Gotham y que arruinó por completo lo que había comenzado con tanta solidez y tan buenos resultados artísticos —y comerciales, claro está— en 1989 con el 'Batman' protagonizado por Michael Keaton y Jack Nicholson. A partir de aquí vendría lo que mi compañero Pablo definió como un "murciélago de luz y color" cuyo desmedido tono camp terminaría por sacar de sus casillas a más de un espectador hace casi dos décadas.
Y es que, aunque no llegue a los dolorosos extremos que tendremos que explorar con 'Batman & Robin' (id, Joel Schumacher, 1997), 'Batman Forever' (id, 1995) es todo un catálogo de lo que nunca debería haberse hecho con el personaje en la gran pantalla. ¿Hecho? Disculpen, quería decir vuelto a hacer, porque si algo deja claro el visionado de este filme es que, a la hora de escribir el guión y de plantearse el estilo visual y narrativo, los (ir)responsables que controlaron la producción se inyectaron de forma intravenosa la totalidad de la serie clásica de televisión protagonizada por Adam West, largometraje incluido, claro está.
Habrá algún nostálgico que afirme que nada malo hay en la reformulación contemporánea de los postulados que tan famosos hicieron a 'Batman' (id, 1966-1968) y otros, como el que esto suscribe, que afirmen que los mecanismos que articulaban dicho producto, y que tanto éxito cultivaron cinco décadas atrás, eran los propios de aquellos años y, bajo ningún concepto, servían a lo que el público de los años 90 exigía ver en la pantalla de un cine. Como afirmó Roger Ebert en su momento:
¿Es la película un mejor entretenimiento? Bueno, es un mejor chicle para los ojos y los más jóvenes podrán procesarla más fácilmente(...)
Más alto se puede decir, pero no más claro, si algo le faltaba a 'Batman Forever' para ser la natural continuación de lo que el público estadounidense había tenido ocasión de disfrutar en la caja tonta tres décadas antes, eso eran las onomatopeyas sobreimpresas en pantalla y el logotipo del personaje dando incontroladas vueltas para servir de transición entre una escena y otra. Por lo demás, el patrón por el que se cortaba la producción se iba acoplando en maneras aquí bastante naturales, allá a la fuerza, sobre lo establecido por la serie de televisión.
Sólo así se explican, por ejemplo, los exagerados e histriónicos personajes interpretados por Tommy Lee Jones y Jim Carrey, Harvey Dos Caras y el Acertijo —el primero fue elección del director, mientras que por el segundo pasaron nombres como los de Robin Williams, Mickey Dolenz o Michael Jackson (sic)—: dejándose llevar por la incontenible verborrea que el guión de Akiva Goldsman y Lee y Janet Scott-Batchler habían escrito, ambos actores suponen, considerados de forma aislada o en sus intervenciones conjuntas, una constante traba para que el espectador pueda atender a lo que el libreto quiere desarrollar de cara al hombre murciélago.
Sin atender a las intenciones iniciales de Schumacher de haber adaptado el 'Año uno' de Frank Miller y David Mazuchelli —aunque a la vista de lo que hizo el cineasta con sus dos entregas de Batman, miedo me da pensar lo que habría llevado a cabo con tan magno título del noveno arte— el supuesto contrapunto que las incesantes imbecilidades de los dos villanos del filme instilan en el mismo termina por resquebrajar la estructura del mismo, y la percepción última que el espectador tiene de lo que debe padecer durante un metraje de dos horas que perdió cuarenta minutos en la sala de montaje, es que en 'Batman Forever' cohabitan dos películas.
De una parte está la que se centra en el análisis de la personalidad de Bruce Wayne —un hierático Val Kilmer que, sin duda, es el peor Bruce Wayne que ha conocido el celuloide—, en los motivos que lo llevaron a convertirse en Batman, en la atracción que tanto el multimillonario como su alter ego sienten por la atractiva doctora Chase — Nicole Kidman en el esplendor de su belleza natural— y en cómo encuentra en Dick Grayson el complemento que le ayuda a centrar su cruzada contra el crimen. Por la otra, está aquella que sigue las patochadas de criminales de Dos Caras y las incesantes gesticulaciones del Acertijo en sus intentos por hacerse con Gotham y acabar con el murciélago.
Evidente es que si la segunda logra algo es agotar al espectador, que tiene que soportar un hiriente despliegue de color, unas líneas de diálogo carentes de humor —por mucho que se haga supuesto hincapié en el mismo— y una dirección que, como bien decía mi compañero, se mueve a golpe de arritmia, sufriendo el metraje de una cantidad tal de altibajos que su visionado exige mucha paciencia y grandes dosis de tragaderas. Pero quizás no tan evidente es que la primera termina situándose en unos parámetros muy similares, con un análisis de barraca del tormento del personaje y unos desdibujados Bruce y Dick —lamentable Chris O'Donnell— sobre los que, al menos, todavía no se arroja tensión homoerótica alguna.
Cincelado todo tanto por la saturada fotografía de Stephen Goldblatt como por las opulentas sonoridades de un Elliot Goldenthal que no llega a la altura del betún a lo concretado por Danny Elfman para las dos primeras entregas de la saga, 'Batman Forever' se alzará no obstante con un taquillaje espléndido —casi 340 millones de recaudación mundial— que servirán a la Warner de apoyo para plantear casi sin pensárselo una cuarta entrega en manos de Schumacher. Una decisión ésta que, aún hoy, casi diecisiete años después, algún que otro ejecutivo de los estudios tiene que seguir lamentando.
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