Un cóctel de terror, investigación y buddy movie eclesiástica sorprendentemente efectivo: 'El exorcista del papa' es puro divertimento camp con Russell Crowe

Un cóctel de terror, investigación y buddy movie eclesiástica sorprendentemente efectivo: 'El exorcista del papa' es puro divertimento camp con Russell Crowe

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Pope

El año 1973 marcó un antes y un después para el cine de terror y, más concretamente, para el subgénero de las posesiones diabólicas. Por aquél entonces, William Friedkin estrenó su aún hoy escalofriante adaptación de la ya de por sí magnífica novela 'El exorcista' de William Peter Blatty, cambiando para siempre la percepción sobre este tipo de producciones con una aproximación tan lúcida como seca y visceral al material original.

Tras el fenómeno cinematográfico que supuso, y que trascendió para convertirse e un icono popular, 'El exorcista' abrió paso a una innumerable cantidad de explotaciones que trataron de replicar la fórmula, salvo honrosas excepciones, sin ningún tipo de éxito; incluyendo una olvidable precuela estrenada bajo el subtítulo de 'El comienzo' y mucho más interesante por lo referente a la lucha judicial por su autoría que por lo que transcurre en pantalla.

No obstante, los numerosos intentos fallidos acumulados durante las últimas cinco décadas —que se dice pronto— no han impedido que Julius Avery, director de la recomendable orgía zombi en clave nazi 'Overlord', haya aportado su granito de arena a la causa con 'El exorcista del papa'; un divertidísimo ejercicio de horror demoníaco que se las apaña para destacar entre sus congéneres sirviéndose de su tremendo desparpajo, de su encantador espíritu camp y de un Russell Crowe en su salsa pasándoselo en grande entre crucifijos, hisopos y biblias.

El poder de Cristo te obliga... a pasarlo en grande

Suele decirse que el mejor truco que tiene el diablo es hacernos creer que no existe y que nos tomemos a cachondeo su figura, y parece que Avery y el trío de guionistas responsables del libreto se han tomado esto último al pie de la letra; huyendo de cualquier atisbo de sobriedad y seriedad impostada —que, salvo sorpresa, hace flaco favor— y apostando por convertir los ajustados 110 minutos de metraje en una fiesta para los feligreses más devotos.

Recorriendo buena parte de los lugares comunes explorados una y mil veces en cintas homólogas, 'El exorcista del papa' da sus primeros pasos entre familias marcadas por el trauma, caserones siniestros con sorpresa subterránea y terrores del inframundo. Por suerte, lo que podía haberse reducido a la enésima réplica sin alma, se transforma progresivamente en una juerga más hermanada con la filmografía de Sam Raimi que con la obra maestra de William Friedkin.

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Entre padrenuestros, avemarías y conspiraciones vaticanas varias, la película se empapa del sentido del humor de su peculiar protagonista y escapa de la solemnidad del Rituale Romanum para abrir paso a una aventura sobrenatural en la que hay cabida para el splatter más festivo, las investigaciones detectivescas de ultratumba e, incluso, para una inesperada inclinación hacia la buddy movie eclesiástica que le sienta a las mil maravillas.

Envolviendo todo eso para regalo encontramos la solvente planificación y puesta en escena de un Julius Avary que exprime hasta la última gota del resultón diseño de producción y de la inspirada fotografía de Khalid Mohtaseb; perfilando un entretenimiento que abraza la serie B con orgullo y sin ningún tipo de vergüenza.

'El exorcista del papa' es un auténtico deleite para cualquier aficionado al género con ganas de pasarlo en grande mientras se deja sorprender y de gozar entre risotadas cómplices de un pastiche pata negra en el que Russell Crowe viaja en vespa con sotana a exorcizar chavales en la España profunda. No se puede pedir más.

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