No importa cuántas piezas etiquetadas como "obras maestras" se estrenen, ni cuantas veces estas den lugar a ese mágico instante en el que las opiniones de público y crítica llegan a un consenso a la hora de alabarlas: el cine de animación parece eternamente condenado a sufrir un injusto encasillamiento como una "categoría menor" dentro del séptimo arte.
Más allá de lo estrictamente técnico —algo cada vez más difuso desde la irrupción digital en el medio—, poco diferencia el proceso creativo y las sensibilidades requeridas para realizar una cinta de animación frente a una de acción real, reduciéndose la fina línea que las separa a la sustitución de carne, hueso y luz por varios millones de polígonos.
Buena muestra de esta suerte de discriminación puede verse en las sucesivas ceremonias de los premios Oscar de la Academia norteamericana, cuyas 89 ediciones hasta la fecha sólo han tenido a tres filmes animados compitiendo en la categoría de mejor película, siendo las anómalas afortunadas 'La bella y la bestia', 'Up' y 'Toy Story 3'; un escueto listado al que 'Coco' podría —y debería— sumarse por méritos propios.
Por mucho que nos pese, hay que reconocer que la innegable chispa y la desbordante calidad que siempre ha ostentado Pixar se han visto visiblemente mermadas en sus tres últimas producciones hasta la fecha, siendo su último gran éxito —en términos de calidad— la fantástica 'Del revés'. Dos años después, el director Lee Unkrich —responsable en solitario de 'Toy Story 3', una de las cumbres del estudio— vuelve a poner a la compañía californiana a años luz de sus competidores gracias a un espectáculo sobresaliente tanto en lo visual como en lo puramente emocional.
Tomando como base la rica y vibrante tradición mexicana centrada en la celebración del Día de Muertos, Unkrich y su equipo nos sumergen en el que, probablemente, sea el universo más hermoso que se haya visto en cualquier producción Pixar hasta la fecha. Un reclamo visual que ayuda a superar los primeros y algo renqueantes compases narrativos del filme y que, sin apenas esfuerzo, nos atrapa entre su orgía de color, criaturas fantásticas y personajes diseñados con un extra de encanto.
Dejando de lado su maravilloso diseño de producción y las virguerías formales que se presuponen de un titán de la animación, es necesario hacer un especial hincapié sobre la inmensa capacidad de 'Coco' para estrujar el corazón de las audiencias de todas las edades, tratando temas tan complejos como el legado familiar, la muerte y el olvido con el tacto que requieren los más pequeños y con una endulzada dureza que sacudirá las conciencias —y los lagrimales— del sector adulto.
Pese a que, en contraposición a 'Up' y su demoledor arranque, la verdadera fuerza de 'Coco' recaiga sobre su imprescindible tercer acto, lo nuevo de Pixar es un viaje en el que cada minuto se antoja impagable; una aventura divertida, tierna y brillante que, a ritmo de ranchera, emociona e invita a que manen las lágrimas como sólo las mejores películas saben hacerlo; estén o no creadas a base de ceros y unos.
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