En este mundo, dominado por la posverdad y en el que las redes sociales se han convertido en un altavoz casi incontrolable, cada vez prolifera más un tipo de discurso que habla de una presunta politización del cine y las series que se ha incrementado durante los últimos años. Pero la realidad es muy distinta, ya que el medio audiovisual, al igual que cualquier otro de expresión artística, siempre ha proyectado las sensibilidades del autor sobre su obra, sin entender de corrientes ni afiliaciones.
Desde polos opuestos como Eisenstein y Riefenstahl hasta figuras actuales como o Chloé Zhao o Jordan Peele, la lista de nombres para ilustrarlo es interminable; siendo este último especialmente socorrido para subrayar la fuerza del cine de terror para moldear historias y articular mensajes de fuerte calado reivindicativo gracias a la enorme libertad creativa que ofrece.
La estremecedora 'El club del odio' es la última muestra de ello. En ella, la debutante Beth de Araújo, usando como arma un incisivo —falso— plano secuencia, saca los colores al país de las barras y estrellas con un retrato del alt-right estadounidense y sus pocas miras lo suficientemente desasosegante, intenso, y aterrador como para hacer merecedores del indulto a sus efectismos puntuales.
Monstruos de andar por casa
Puede que una de las mejores herramientas con las que cuenta un cineasta a la hora de incomodar al espectador sea narrar una historia desde un punto de vista indeseable, y casos recientes como 'La casa de Jack' de Lars Von Trier así lo demuestran. En este caso, la directora nos sumerge de lleno en un grupo de mujeres supremacistas entre lo estúpido y lo despreciable cuyo jugueteo con la incorrección política y la supuesta salvación de la patria no termina en salirse de madre.
La toma de contacto con ellas no podría resultar más irritante, llegando incluso a chocar, trascendiendo a la ficción hasta llegar a expulsarte de ella. La conversación que mantienen durante la primera secuencia en la que se reúnen sirve para sentar las bases temáticas del filme y para presentar a las protagonistas mediante unas líneas de diálogo que parecen estar escritas sin ganas, cargadas de clichés y rebosante de absurdeces sin pies ni cabeza vomitadas sobre el papel.
Y si digo "parecen estar" es porque, llegado cierto momento, y como si estuviésemos viendo una proyección 3D, el cerebro se ajusta y permite identificar a la perfección a unos personajes mucho más reales de lo que podría parecer a simple vista. Esos tópicos y esos desbarres forman parte del argumentario de este tipo de conspiranoico que trata de roer los cimientos de la democracia a toda costa, aunque tenga que amoldar la verdad a sus creencias para ello.
El hecho de que conecte con la realidad de una forma tan certera es, precisamente, lo que hace que 'El club del odio' funcione en última instancia, favoreciendo la digestión de sus pasajes más excesivos y potenciando la sensación de rechazo cuando la inevitable violencia termina estallando. De Araújo te obliga a ser cómplice y a horrorizarte mientras no puedes hacer nada para evitar ser arrastrado por una masa lobotomizada por sus propios miembros.
Es por esto que el falso plano secuencia, algo obvio en su ejecución e intenciones, encuentra justificación dentro de una historia que bien podría haberse narrado de un modo tradicional. No obstante, pese a hacer algo farragosas algunas escenas de transición supeditadas al tiempo real, la ausencia de florituras formales y su tosquedad, sumadas al inteligente uso del fuera de campo, eleva la capacidad de inmersión hasta enmascarar la sencillez de una premisa que podría condensarse en un par de párrafos.
Cometí el error de ver 'El club del odio', que está disponible en Filmin, justo antes de ir a dormir, y pocas veces me ha costado conciliar tanto el sueño después de ver un largometraje que muchos se negarán a catalogar dentro del género del terror al no jugar al susto fácil y al no contar con criaturas grotescas como su gran amenaza. Pero los monstruos no necesitan ser gigantes y deformes para aterrorizar; en ocasiones sólo necesitan tener la forma de una mujer rubia con rostro angelical y alma de Karen frustrada y despiadada para hacerlo.
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