Tras la incomprendida, aunque con buenos resultados en la taquilla, ‘Ejecución inminente’ (‘True Crime’, 1999), Clint Eastwood recibió el guión de ‘Space Cowboys’ escrito por Ken Kaufman y Howard Klausner —que probablemente firmaron su mejor trabajo— quien al principio no se mostró demasiado interesado en la idea —cuatro aviadores veteranos eran reclamados por la NASA para una viaje espacial a un satélite en mal funcionamiento debido a un fallo en un obsoleto sistema creado por uno de ellos—, pero tal vez movido por la moda de ese tipo de cine en aquellos años —‘Armageddon’ (id, Michael Bay, 1998) y ‘Deep Impact’ (id, Mimi Leder, 1998) era buena prueba de ello— se atrevió a codearse con el cine-espectáculo como pocas veces había hecho, viendo las posibilidades de realizar un cariñoso guiño al género que le dio la fama, pues tal y como diría Tomás Fernádez Valentí en ‘Space Cowboys’ subyace un western.
Para ello se rodeó de tres colegas de la talla de Tommy Lee Jones, Donald Sutherland, con quien Eastwood ya había colaborado en la divertida ‘Los violentos de Kelly’ (‘Kelly´s Heroes’, Brian G. Hutton, 1970), y James Garner, que guarda amistad con el actor/director desde los tiempos de ‘Maverick’. No puedo dejar de mencionar el dato de que, para los personajes que interpretan los segundos estaban pensados inicialmente Sean Connery y Jack Nicholson, lo cual hace que a algunos nos vuele la imaginación pensando en las posibilidades con esos dos en el reparto. En cualquier caso el cuarteto de actores es excelente y a Eastwood le salió la película más divertida de su filmografía, nunca una de las mejores —aunque Cahiers du cinemá la eligió como una de las diez mejores películas del 2000—, pero sí un digno entretenimiento que posee algún instante de maestría.
Llama la atención el hecho de que, aún reservándose el que parece el personaje central del film, es en realidad el rol de Tommy Lee Jones el que en cierto modo representa el alter ego de Eastwood, un personaje que entra de lleno en la tipología y universo característico del director. Algo similar a lo que había hecho en ‘Un mundo perfecto’ (‘A Perfect World’, 1993), en la que se había reservado un papel secundario dejando en manos de Kevin Costner el dar vida al personaje que hubiera interpretado Eastwood de ser más joven. En ‘Space Cowboys’ queda bastante claro cuando vemos que Frank Corvin (Eastwood) es un hombre felizmente casado, individualista en su trabajo y sin grandes traumas ni oscuro pasado —aunque en un momento dado sentencia que fue la única persona del planeta que quiso suicidarse cuando Neil Armstrong pisó la luna—, un poco alejado de lo que es Hawk (Lee Jones) con un pasado algo más tormentoso, viudo y enfrentado a un cáncer de páncreas que se le presenta cuando está a punto de cumplir su gran sueño.
Aunque Frank es como un especie de motor entre los cuatro personajes centrales —donde están algo desdibujados los roles de Donald Sutherland, un ligón empedernido, y James Garner, un pastor baptista, a pesar de que los actores están como pez en el agua—, la historia termina centrándose en Hawk sobre el que recae todo el peso dramático del film en su emotivo tramo final. ‘Space Cowboys’ es ante todo una película de personajes, todos muy entrañables, carismáticos y con algo que decir. La relación entre ellos está por encima de la trama espacial, por así llamarla, que a pesar de contener algún que otro momento inspirado resulta bastante convencional, aunque prácticamente es una lección de cine a todos aquellos realizadores que juegan con las nuevas tecnologías cinematográficas pero poco saben de narración. Resulta pues curioso el paralelismo entre la trama —veteranos que ayudan a novatos con toda la sapiencia de su experiencia, mucho más efectiva que el más perfecto de los ordenadores— y la película del llamado último clásico vivo, que viene a poner rojas las caras de algunos directores modernos de blockbusters.
‘Space Cowboys’ se divide en dos partes bien diferenciadas. Aquella en la que los cuatro personajes se entrenan para la misión espacial, tramo en el que la comedia manda y algunas de las situaciones son realmente divertidas, sobre todo en lo que respecta a marcar la evidente diferencia generacional entre los cuatro veteranos y el joven grupo de astronautas. Eastwood deja de lado la característica sutileza de su cine y la cambia por un sentido del humor, a veces un poco de trazo grueso pero otras aprovechando muy bien lo que el material de partida le proporciona. Antes de que la lanzadera despegue ya se centra en Hawk haciéndole protagonista de una suave historia de amor con una de las trabajadoras de la NASA (Marcia Gay Harden) preparando al espectador para el brillante desenlace de la película. Ya en el espacio el film cambia de tercio, desaparece por completo la comedia y además de cierto suspense bien llevado —todo lo que ocurre cuando toman contacto con el satélite— Eastwood nos brinda algunas de las mejores secuencias espaciales jamás filmadas y en las que la empresa de George Lucas, ILM, juega un gran papel. Imágenes como las de Frank y Jerry flotando en el espacio mientras observan la Tierra son de una belleza casi estremecedora.
Pero lo que más me llama la atención de ‘Space Cowboys’ es precisamente ese tratamiento de western que tiene el film y la genial forma de unir pasado, presente y futuro mediante el excelente inicio y final del film. Un prólogo en nostálgico blanco y negro en el que se ve una imagen que bien podría ser el típico horizonte del lejano oeste tan visto en infinidad de films. Unas emotivas notas musicales —‘Espacio’, compuesta por el propio Eastwood— bañan la escena que de repente es interrumpida por el vuelo de un avión de pruebas que surca velozmente los cielos. En el otro extremo del film y al son de ‘Fly Me to the Moon’ interpretada por Frank Sinatra, comprobamos que Hawk está en la luna y en su casco se refleja la Tierra. El viejo cowboy devolviendo la mirada en uno de los finales más perfectos de los últimos años. Sólo por esa secuencia ya merece la pena haber visto la película.
‘Space Cowboys’ resultó una de las cintas más taquilleras de la filmografía de Eastwood, y es que pocos se resistieron a ver con sus propios ojos como cuatro actores veteranos muy conocidos se las ingeniaban para pasearse con sorna y maña en un film de ciencia ficción, aunque este tienda al realismo de forma prodigiosa. A pesar de lo delirante de la propuesta la historia resulta absolutamente creíble en todos momento, una de sus grandes bazas.
Tardaríamos dos años en recibir el nuevo trabajo de Eastwood que le asociaría con Brian Helgeland, guionista de cierto prestigio, preámbulo de la nueva etapa artística que iniciaría el director de ‘Sin perdón’ (‘Unforgiven’, 1992).
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