Llegamos en este especial sobre Clint Eastwood a un punto en su filmografía en el que el actor/director realiza un cambio considerable con respecto a su obra.
Un cambio que curiosamente no fue del todo bien recibido por no aceptar que Eastwood podía volverse con el paso del tiempo alguien con esperanza y más luminoso que nunca. Hasta ‘Gran Torino’ (id, 2008) la mayor parte de las películas de Eastwood director estaban bañadas de un pesimismo atroz, en ellas se había adentrado en el lado más oscuro del ser humano, y sin ninguna contemplación había mostrado los horrores que el mismo es capaz de hacer. Por eso sorprendía su implicación en ‘Invictus’ (id, 2009), y sin embargo el paso dado es de una coherencia pasmosa. Una vez llegado al extremo de impartir justicia más allá de la ley, y más cercano de la muerte, que Eastwood decida abordar un tema desde el optimismo, pero con la misma eficacia narrativa, no debería molestar a nadie. Que ahora su arma sea “el perdón” —probablemente el paso más avanzado y humano que exista cuando se trata de luchar— no deja de ser irónico, pero también coherente.
‘Invictus’ es un proyecto de Morgan Freeman, quien adquirió los derechos del libro ‘El factor humano’, escrito por John Carlin y que refleja la Copa Mundial de Rugby clebrada en Sudáfrica en 1995 y que terminó con algo tan grave demoninado Apartheid, vergüenza humana donde las haya. Mandela había declarado más de una vez que el único actor que podría darle vida en cine era precisamente Morgan Freeman, y este tenía pensado interpretar un film que fuese un biopic sobre la figura del presidente, pero como era demasiado extenso para una sola película se decantó por el libro de Carlin y el emblemático acontecimiento en el que Sudáfrica ganó la Copa del mundo de Rugby. Un triunfo a nivel mundial como señal de la superación personal de un pueblo enfrascado en una guerra innecesaria, mientras Mandela daba un durísimo ejemplo de humanidad al comportarse como lo hizo al salir de prisión: perdonando a los que le encarcelaron.
‘Invictus’ iba a tiularse en primera instancia ‘El factor humano’ —no confundir con la horrorosa película de idéntico título que dirigió el gran Otto Preminger— pero al final se decantaron por el mucho más significativo Invictus, debido a que es el título en latín de un poema del poeta inglés William Ernest Henley, y que ayudó a Mandela a resistir en cierto modo su cautiverio de nada menos que 27 años. Dicho poema proporciona uno de los mejores instantes del film, aquel en el que la selección visita la prisión en la que estuvo el presidente, y François Pinnear (Matt Damon) comprueba lo pequeña que era la celda en la que Mandela estaba recluído, un soberbio momento que en off nos relata las penurias de Mandela al estar encarcelado. Porque aunque el film insista en dar un mensaje positivo, Eastwood no renuncia a mostrar, más bien sugerir, horrores.
El film tiene una luminosidad más clara que otros de los trabajos del director. Para ello Tom Stern, el habitual colaborador de Eastwood en la fotografía —no está de más recordar que recoge el testigo dejado por Jack N. Green y antes por Bruce Surtess— se aleja de la penumbra y tenebrismo que ha caracterizado el cine de Eastwood desde que se estrenó como director, e incluso antes. Con todo, no falta alguna que otra secuencia que visualiza a Mandela en la soledad de su despacho o habitación, y las sombras le redoean. De esa forma, y en su claro apoyo en algo en lo que nadie parece creer, el director incluye a alguien tan famoso como Mandela en el universo de sus personajes, siempre solitarios enfrentados al resto por una causa mayor. Y la interpretación de Freeman —que fue quien le ofreció al proyecto a Eastwood, debido a los buenos resultados en sus dos colaboracionesd anteriores— es absolutamente esencial para ello.
Freeman, amigo personal de Mandela, se convierte sin ningún esfuerzo aparente en el mismo Mandela. Sus gestos, voz y expresiones le acercan al presidente sudafricano, mientras que un actor como Matt Damon le da la réplica perfectamente como el capitán del equipo, asombrado de que Mandela confíe en él para ganar el campeonato o dar lo mejor de sí mismos. La sutil evolución de su personaje está muy bien mostrada por un Damon pletórico, muy seguro de sí mismo y sin el más mínimo rastro de lucimiento; su compentración con Freeman es perfecta. El resto del elenco no tiene el mismo protagonismo que las dos estrellas centrales, pero ninguno desentona o está mal en su rol, destacando los actores que dan vida a los guardaespaldas personales de Mandela, y entre los que en un principio hay diferencias. Atención a las reacciondes de los mismos en los instantes en los que Eastwood introduce algo de suspense en un film totalmente alejado de dicho género: el paseo nocturno de Freeman, en el que una camioneta de reparto de periódicos juega el mismo papel que el avión de pasajeros que se acerca peligrosamente al estadio en el partido de la final.
‘Invictus’ es el resultado de haber cruzado el mismo centro del mal por parte de un director preocupado siempre por el lado humano de sus historias, una especie de recompensa que a sí mismo se brinda el director, y que en ningún momento contradice su mirada personal. Al contrario, la completa, del mismo modo que lo hace su siguiente film, también con Damon en el reparto y con el que Eastwood da un paso más, también de inesperado, pero de una profunda lógica, en su cine. ‘Invictus’ no es perfecta —ahí están ese tramo final en el que el ralenti en el partido de rugby o cierta canción resuena en nuestros oídos, que parece hecho adrede—, pero es un trabajo sólido que muestra de nuevo lo excelente narrador que es Eastwood —atención a las elipsis, apenas perceptibles, o ese demoledor inicio que une dos campos de entrenamiento bien distintos, dos mundos distintos en definitiva, con un sencillo movimiento de cámara—, ya sea metiendo el dedo en la llaga de forma directa, o como en este caso, indirecta. Nadie hace cine como él. Nadie.
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