Debe pensar en ruso
Retomamos hoy el especial dedicado a Clint Eastwood en su doble faceta de actor y director, aparcado durante un tiempo por motivos más importantes. ‘Firefox’ es probablemente el caso más alarmante en la carrera del mítico actor, en cuanto a dirección se refiere. Echando un vistazo podemos asombrarnos de encontrar esta película, pura y meramente comercial —y a veces ni eso—, entre dos obras tan personales y arriesgadas como ‘Bronco Billy’ (1980) y ‘El aventurero de medianoche’ (‘Honkytonk Man’, 1982) —el siguiente título que trataremos en el especial—. Tras su taquillazo ‘La gran pelea’ (‘Any Which Way You Can’, 1980), Eastwood siguió probando suerte en el cine meramente comercial —utilícese este término para definir películas de entretenimiento sin tener en cuenta absolutamente nada más—, intentando llegar a un público más joven, algo que había logrado con creces protagonizando sus dos películas con orangután.
Eastwood recibió la oferta para dirigir esta película mientras se encontraba de vacaciones esquiando; pareciéndole en un principio que no se ajustaba a sus inquietudes como realizador. Más tarde, de regreso al trabajo se enfrascó en la lectura del libro obra de Craig Thomas, quedando absolutamente fascinado por la historia de espionaje del mismo. Aún a día de hoy, somos muchos los que nos preguntamos en qué demonios estaría pensando Eastwood para cambiar de opinión, y lanzarse a filmar la que muy probablemente sea su peor película como director.
‘Firefox’ narra la historia del agente retirado Mitchell Grant, contratado por el gobierno norteamericano para viajar a Rusia y robar el más sofisticado avión de combate que exite, y que da nombre el título del film. Grant aceptará, ya que es la única esperanza de realizar con éxito la misión, aún estando sometido a ataques de estress debido a una mala experiencia en Vietnam. Primer punto de su delirante guión —el libro será todo lo bueno y entretenido que se quiera, el guión de Alex Laxker y Wendell Wellman es absolutamente delirante, y no precisamente en el buen sentido de la expresión—, tenemos una misión prácticamente imposible de realizar, robar un avión extremadamente protegido, y envían para dicha misión a un tipo al que le dan ataques que le dejan casi sin sentido. Perfecto, justo lo que necesita un piloto de aviones. Evidentemente, en el guión intentan justificarse explicando que dichos ataques nunca suceden durante el cumplimiento de una misión, explicación un tanto cogida por los pelos, y que agrava aún más la insensatez de dicho elemento.
Es la segunda vez que Eastwood se metía en un relato de espionaje, aunque esta vez, acorde con los tiempos —post Star Wars—, y ‘Firefox’ podría emparejarse con ‘Licencia para matar’ (‘The Eiger Sanction’), otro dubitativo —aunque mucho más interesante— acercamiento por parte del Eastwood realizador a los relatos de espionaje. Los paralelismos entre ambas cintas son innegables; un antiguo agente es reclutado de nuevo para una peligrosa misión que sólo él puede llevar a cabo, ambas se desarrollan en suelo europeo, e incluso poseen dos partes bien diferenciadas. Mientras que en su cuarto trabajo como director la acción de su parte final se desarrollaba en las alturas de una montaña, en ‘Firefox’, los tres cuartos finales son todavía más arriba, surcando los cielos a bordo de un avión con diseño futurista, y que nos remonta directamente a la saga de Lucas, no en vano el encargado de los efectos visuales del film es John Dykstra, el mismo que ganó un Oscar por su labor en ‘La guerra de las galaxias’, el film que cambió para siempre el concepto de entretenimiento, llegando su influencia hasta films como el que nos ocupa.
El clasicismo que Eastwood despliega en la primera parte del film, gracias a su soberbia puesta en escena —sin duda lo mejor de la función—, de carácter casi intimista, entronca directamente con una expositiva espectacularidad en su segunda mitad, y realmente sabe a poco, pues dicha parte es demasiado larga y aburrida. Las piruetas aéreas del Firefox terminan por cansar, y el suspense utilizado hasta ese momento, naufraga por completo en esta parte, pareciendo ser una excusa más para alargar una película cuya duración final termina resultando excesiva. En ese tramo, Eastwood se muestra tambaleante en su pulso, y los efectos visuales terminan devorando todo rastro del autor de ‘El fuera de la ley’ (‘The Outlaw Josey Wales’, 1975), que incluso termina el film de forma demasiado abrupta, en un momento en el que ya no importa demasiado la conclusión de la misma. Incluso, su habitual colaborador en la fotografía, el excelente Bruce Surtess, realiza uno de sus trabajos más pobres, resultando sólo ejemplar en las escenas nocturnas, en las que siempre fue un maestro. En el campo de la banda sonora, Eastwood echó mano de un gran compositor como el mítico Maurice Jarre, en su única colaboración conjunta, para una efectiva aunque olvidable partitura.
Uno de los pocos elementos atractivos de ‘Firefox’ es cómo Clint Eastwood se enfrenta a un personaje demasiado tópico, divirtiéndose hasta tal punto con él, que le hace disfrazarse en un montón de ocasiones. De hecho ésta es una de las películas de Eastwood en la que menos se le reconoce, o su típica imagen aparece desvirtuada, ya sea detrás de unas grandes gafas y bigote, o enfrascado en un uniforme de un oficial ruso, o escondido tras un gran casco de aviador, detalle éste que nos hace retroceder hasta los inicios de la carrera del actor, cuando en ‘Tarántula’, la simpática película de Jack Arnold, veíamos a un jovencísimo Eastwood pilotando el avión que acababa con el arácnido, en lo que era una fugaz aparición. El resto de actores hacen gala de una gran profesionalidad al demostrar que se creen a sus personajes, pero les hacen recitar frases tan absurdas y los exponen a situaciones tan ridículas, que éstos quedan despojados de toda esencia.
Lo peor de ‘Firefox’ es que, siendo un film de mero entretenimiento, éste no asoma por ningún lado, resultando un film tedioso y anodino —facetas insólitas en el cine de Eastwood—, en el que además se cometen verdaderas desvergüenzas con el guión, como por ejemplo retratar a los malos de la función, los rusos, como auténticos tontos de remate —el personaje de Eastwood pasa por delante de sus narices, sin ser descubierto, infinidad de veces—, dotando de algo de inteligencia sólo a unos pocos, lo justo para hacer frente a Grant en su misión.
La recepción crítica de la película fue más bien tibia, aunque hubo algunos que se la tomaron con sentido del humor —realmente el único remedio para soportar su visionado—, y en cuanto a taquilla recaudó lo suficiente como para que Eastwood se enfrentase en su siguiente trabajo a uno de sus queridos proyectos personales, no pensados para el gran público, y esta vez se trataría de uno de los más personales, con la historia de un cantante country fracasado que permanece como una de sus obras maestras más desgarradoras, pero de eso hablaremos en el siguiente post del especial.
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