Tras las alimenticias ‘La lista negra’ (‘The Dead Pool’, Buddy Van Horn, 1988) y ‘El cadillac rosa’ (‘Pink Cadillac’, Buddy Van Horn, 1989) —que dicho sea de paso, no fueron el éxito económico que se esperaba de ellas, provocando que Eastwood no volviese a dar vida a Harry Callahan y tampoco a interpretar cierto tipo de comedias que anteriormente habían funcionado en taquilla— el director de ‘Sin perdón’ (‘Unforgiven’, 1992) se metió de lleno en uno de sus proyectos más personales. Una de esas películas a las que se enfrentaba gracias al éxito de otro tipo de films —aquellas cintas de acción que le ayudaron a crearse cierta imagen entre el gran público—, y cómo no, al sueldo que cobraba como actor en ellas.
Para ello eligió la novela de Peter Viertel ‘Cazador blanco, corazón negro’ (‘White Hunter, Black Heart’) en la que narraba las experiencias vividas en el rodaje de la mítica ‘La reina de África’ (‘The African Queen’, John Huston, 1951), una de las películas de aventuras más perfectas que se hayan realizado jamás. Viertel mezcló hechos reales con otros inventados —incluso se cambiaron los nombres de los personajes por otros— y se centró sobre todo en su relación personal y profesional con John Huston —director tan amado como odiado por muchos— y la obsesión que éste tuvo por irse de caza en África durante la filmación del mencionado film. Eastwood, fan absoluto del cine de Huston, aprovechó la ocasión para hablar de sí mismo y sus sentimientos hacia el cine.
El proyecto de adaptación estuvo dando vueltas por los despachos de Hollywood durante muchos años esperando que alguien se decidiese a rodarlo. Burt Lancaster se interesó en su momento, y realizadores como James Bridges y Burt Kennedy metieron mano en el guión cuando en los 70 el propio Viertel estaba convencido de que el actor idóneo para dar vida a John Wilson —el alter ego de Huston— era Jack Nicholson. Sea como fuere, al final tuvimos la suerte de que la película cayera en manos de Clint Eastwood, porque además de proporcionarnos un trabajo muy íntimo nos dejó una de sus mejores interpretaciones, en la que denota un excelente sentido del humor.
Pero ‘Cazador blanco, corazón negro’ no es, ni muchísimo menos, una comedia. Eastwood se permite el lujo de juguetear un poco con su propia imagen dentro del cine. Acostumbrados como están muchos espectadores a que los personajes de Eastwood se salgan con la suya, sobre todo si son policías o vaqueros, sorprende verle perdiendo una pelea a puñetazos, como en la escena en la que se enfrenta a un empleado de un hotel que ha insultado y humillado a un sirviente negro. Dicha secuencia, que al parecer está inspirada en una pelea real entre Huston y el actor Errol Flynn, muestra el lado humano y cabezón de Wilson —no puede con todo el mundo, aunque lo pretenda—, y al mismo tiempo el actor/director se burla en cierto modo de sí mismo. Que conste que Eastwood está acostumbrado a dar vida a antihéroes a los que normalmente dan alguna que otra paliza, pero en el comentado instante sorprende.
Cuenta la novela de Viertel que Huston era alguien verdaderamente odioso, totalmente egoísta y que se peleaba con todos. Eastwood pidió una suavización del personaje ya que no le interesaba ni lo más mínimo poner a parir la figura de una cineasta al que siempre admiró. Incluso podríamos decir que esa benevolencia por parte de Eastwood tiene cierto sentido al observar las filmografías de ambos realizadores. Si el cine de Huston ha retratado como nadie el mundo de los perdedores, el de Eastwood no se queda atrás. Además ese cambio en el tratamiento hace que el director de ‘Breezy’ absorba para su universo personal la historia del film. Son varios los instantes en los que Eastwood habla del séptimo arte en términos comerciales y artísticos, y no hay duda de que todo lo que su personaje suelta coincide con la forma de trabajo del propio Eastwood como director.
En cierto momento, al comienzo del film, Wilson (un Eastwood sorprendente en ciertos aspectos) le dice a Pete Verrill —el alter ego de Viertel, encarnado por un jovencito Jeff Fahey, que los lectores reconocerán por su rol de Lapidus en la excelente ‘Lost‘— que no debe escribir un guión pensando en los espectadores, que ambos son como dioses que deciden si sus personajes viven o no. Aquél le responde que el Cine también es una industria y que ha de pensarse en el público. Más tarde Wilson dará la razón a Verrill cuando en su obsesión por dar caza a un elefante —una de las criaturas más antiguas de la tierra a la que Wilson quiere dar caza porque es el único pecado para el que te dan un permiso— entenderá que los finales felices sólo pueden darse en el cine.
Wilson humillará a uno de sus ayudantes —como antes lo había hecho con una mujer que manifestó su odio contra los judíos— alegando que la gente sólo usa la palabra Hollywood cuando quieren insultar, pues la meca del cine sólo es recordada por sus putas. Nadie lo nombra para hablar bien de él, y eso que hay motivos de sobra, todos los hacen pretendiendo insultar. Una verdad como un templo que aún a día de hoy sigue pasando, y que le sirve a Eastwood para pronunciarse al respecto como si fueran sus propios pensamientos y no los de Wilson. Hablamos pues de un proceso de vampirización dentro del cine de Eastwood, éste se apropia de las obsesiones de John Huston para hablar de sí mismo.
‘Cazador blanco, corazón negro’ es un film de profunda belleza, la cual permanece medio oculta, al igual que los verdaderos sentimientos de Wilson —sugeridos siempre encuadrando al personaje entre sombras y con la mirada perdida—, hasta su explosión en las escenas finales, cuando tomando conciencia de sus limitaciones como ser humano ante la fuerza de la naturaleza, decide dar inicio al rodaje de la película con un sentido “Acción”. El cambio de plano da lugar a un encadenado de paisajes africanos magníficamente retratados por Jack N. Green, los títulos de crédito desfilan con aparente calma mientras sentimos los ecos que lloran la llegada de un cazador blanco, pues casi siempre significa la muerte de un corazón negro.
La película fue un rotundo fracaso, aunque la crítica enseguida le encumbró como uno de los mejores trabajos de Eastwood director. Para compensar el actor volvió al cine de acción con un film ultraviolento y povocativo que seguía en cierto modo la estela de su personaje más popular, Harry Callahan. De ella hablaremos en el siguiente post del especial.
Curiosidad
Del mismo modo que Peter Viertel vertió sus experiencias en el rodaje de ‘La reina de África’, el insigne Ray Bradbury hizo lo mismo en ‘Green Shadows, White Whale’, en el que recogió sus vivencias con Huston durante la filmación de ‘Moby Dick’ (id, 1956), película que en cierto modo recuerda su obsesión por cazar un gran elefante. Dicho libro se editó dos años después del estreno de la película, y en él pueden apreciarse puntos en común, como la presentación del personaje. Por otro lado, el propio Eastwood no obvia el encuentro entre Bradbury y Huston, puesto que en cierto instante cita a Melville, el autor del libro en el que cuenta la historia entre Ahab y la gran ballena blanca.