Hace una semana iniciaba mi pequeña selección de cine para una noche de verano, con 'Cegados por el sol', la última y soleada película de Luca Gudagnino, un drama extravagante con tintes de thriller pero que transcurre en la calmada y paradisiaca isla de Pantelaria. Siguiendo con mi empeño continuar con esa lista de películas que transpiran verano de una forma u otra, nos topamos con 'Pequeñas mentiras sin importancia' ('Les petits mouchoirs', 2010).
Se trata del tercer largometraje como director del tamabién actor Guillaume Canet y sin duda, es su mejor película y la más personal, hasta la fecha. Inspirada en sus propias experiencias y rodada en familia -todos los intérpetes son amigos íntimos del francés y hasta su esposa, Marion Cotillard, aparecer en el film-, 'Pequeñas mentiras sin importancia' habla profundamente sobre la moral y los límites de la amistad, a orillas del mar Atlántico.
"Mentirijillas" en el sur de Francia

'Pequeñas mentiras sin importancia' arranca con Ludo bebiendo y bailando en cualquier after parisino. Todo parece irle genial, pero al abandonar el local ya al amanecer, sufre un grave accidente de moto, truncando sus planes y los de su pandilla de amigos, de pasar el verano en la playa como cada año. A pesar de los malos momentos, Max, el más adinerado y mayor de la pandilla, además del propietario de la casa donde pasan el verano, convencerá al resto de que permanenciendo en la ciudad, no ayudarán a su amigo hospitalizado.
Así comenzará una reunión de 2 de semanas en la apacible y cómoda casa en el sur de Francia de Max y su esposa. El grupo de amigos tratará de apoyarse mutuamente para superar la noticia del trágio accidente de Ludo y con un poco de suerte, olvidar la desgracia ajena...aunque les toque de cerca. Lo que no saben es que cada uno lidia con el dolor a su manera y la convivencia en este estado puede llevar a que se desvelen secretos o pequeñas mentirijillas sean reveladas.

Aquí, el verano y los paradisíacos paisajes del sue de Francia se convirten en luminoso escenario para dramas emocionales y sobre todo, para destapar la parte más miserable y despreciable del alma humana. Celos, envidias, antiguos y nuevos rencores, el sentimiento de culpa y de ser malos y egoístas amigos...son las emociones que sobrevuelan las aparentemente apacibles y tradicionales vacaciones.
Y es que parece que su acomodado estatus social y el egoísmo del primer mundo pesa más que la desgracia de su amigo y no se creen dignos de merecer perderse dos semanas de relax en la playa a pesar de las circunstancias. Esta presión de saberse culpables por estar disfrutando del verano, mientras su amigo esta convaleciente es lo que hará que planee cierta tensión y de diversa índole en este grupo de amigos.
Mientras la película está plagadade cenas a la luz de las velas en el jardín, deportes acuáticos y paseos en barca, los personajes tratan de lidiar como pueden con la convivencia y con sus rencillas particulares: la crisis de masculinidad de uno de ellos al confesar que se siente atraído románticamente por el maduro del grupo, el miedo al compromiso de una de ellas, matrimonios frustrados o las obsesiones románticas.
Como en casa

A pesar del drama y la tensión palpable en el ambiente, Guillaume Canet juega muy bien la baza de la familiaridad. Se nota que está dirigiendo a sus amigos en la vida real y consigue un ambiente distendido, agradable y hasta divertido en ciertas ocasiones. Los actores se notan relajados y trabajando en familia, lo que les permite jugar con sus emociones y ofrecer interpretaciones sutiles y precisas.
Es precisamente esta sensación de "como en casa" que desprende 'Pequeñas mentiras sin importancia' lo que la convierte, junto a su reparto, en notable. Y es que, es inevitable, a pesar de toda la mierda -con perdón- que esconden sus personajes y se va destapando a lo largo de la película, lo que hace que el espectador se sienta atado y llegue a identificarse con varias características de estos personajes imperfectos, reales y a la vez entrañables.
El reparto estrella

Guillaume Canet profundiza como nadie en los problemas emocionales de cada uno de sus personajes, dotándoles del dramatismo y la comicidad justa, evitando que caigan en lo estrambótico, aunque en alguna ocasión rozan el límite de ambos extremos: el de lo rídiculo y el de la lágrima fácil. Una debilidad que se une al largo metraje del film y cuya trama puede flojear en ciertos momentos.
Por suerte, un reparto carismático y tan poderoso como el que forman François Cluzet, Marion Cotillard -desprende un magnetismo especial en este trabajo-, Gilles Lellouche, Benoît Magimel y Laurent Lafitte, consiguen que nos convirtamos en uno más de esa pandilla de amigos que, a pesar de los rencores, son una familia.
Una vez más, en 'Pequeñas mentiras sin importancia' se utiliza el dulce y cálido verano para sacar a relucir verdades y adentrarse en el sentimiento de culpa. Aunque a veces se le vayan de las manos los límites de comicidad y drama, Canet consigue adentrarse en las preocupaciones de toda una generación y esa soble moral de la sociedad acomodada, gracias a la íntimidad que consigue con sus personajes y a su buen manejo en la dirección de actores.
- Otras críticas en Blog de Cine: 'Pequeñas mentiras sin importancia', los amigos de Ludo (Pablo Muñoz)
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8 comentarios
daaliat
No es el mediterraneo, es el Atlántico, en el Cabo Ferret.
La película no esta mal, aunque Marion se me hizo insoportable cuando la vi.
cmoicinephile
Disculpa Lucía Rios pero la acción de la película no transcurre en el mediterráneo si no en la costa atlántica del suroeste de Francia, en concreto en la bahía de Arcachon, muy turística y dónde en la vida real muchos artistas franceses tienen segunda residencia. Lo sé de buena fuente pues es mi pueblo natal. Voiĺà.
Dax
Muy buena peli, sostenida en un gran elenco,gran actor Francois Cluzet.
Al que no la vio le recomiendo «No se lo digas a nadie», excelente thriller de Canet.
walkirya
Me encantan estas pelis veraniegas. En concreto ésta me gustó bastante: comienza con un magnífico plano secuencia para situarnos, aunque luego se torna un poco lenta y tal vez el metraje resulta excesivo, pues muchas cosas que se cuentan no añaden chicha a la historia.
Marion Cotillard inunda con su brillo y belleza, pero François Cluzet se pasa de histérico, se nota que viene del teatro, para mí es cómo el resines francés.
Aunque es del 2010, podría pasar por ser de los años de la Nouvelle Vague.