Cine en el salón: 'Tygra: Hielo y fuego', épica fantasía animada

Habiendo comenzado su trayectoria cinematográfica a principios de los setenta con ese ecléctico y particular filme que fue 'El gato caliente' ('Fritz, the Cat', Ralph Bakshi, 1973), y después de traernos en el transcurso de dicha década otras propuestas no menos singulares que irían jalonando la evolución de una voz que se apartaba conscientemente de los parámetros de la animación tradicional para llevar las películas de "dibujitos" a un público más adulto, Ralph Bakshi consiguió hacer realidad un sueño cuando, en 1977 se hizó con la opción de adaptar a la gran pantalla la trilogía de 'El señor de los anillos' de J.R.R. Tolkien.

Inicialmente pensada como un proyecto para John Boorman, y tras algunos problemas iniciales que fueron resueltos a golpe de talonario por Saul Saentz, el productor, Bakshi arrancaba una producción que le iba a generar no pocos quebraderos de cabeza y que, en cierto modo, sería el punto de inflexión —más para mal que para bien— de una trayectoria que nunca llegará a obtener el reconocimiento que se merecía por más que, con el paso de los años, y antes de que llegara la apisonadora de Peter Jackson, este loable intento de trasladar la Tierra Media al cine haya adquirido la categoría de culto.

Frank Frazetta...no hace falta decir más

Queriendo pues abrazar proyectos más personales, dos serían los filmes en los que a continuación incursionaría un cineasta nada acomodaticio que, si con su siguiente propuesta, 'American Pop' (id, 1981), rendía homenaje —extraño, todo sea dicho— a la cultura musical popular estadounidense a través de cuatro generaciones de una familia de emigrados rusos; con la que hoy nos ocupa, volvería a reincidir en el género de fantasía de 'El señor de los anillos', aunque si hubiera que encajonar a 'Tygra: Hielo y fuego' ('Fire and Ice', 1983) en alguna categoría esa sería la de espada y brujería.

Género de bastante éxito por aquellos entonces que conocía dos de sus mejores ejemplos en 1982 con 'Conan el bárbaro' ('Conan the Barbarian', John Millius, 1982) y 'El señor de las bestias' ('The Beastmaster', Don Coscarelli, 1982), la producción de 'Tygra...' había comenzado un año antes, en 1981, bajo el expreso deseo de Bakshi de trabajar con su amigo Frank Frazetta, nombre inexcusable de la ilustración de fantasía estadounidense que en los ochenta se había convertido en una figura de fama casi legendaria, recibiendo visitas de estrellas de Hollywood que le tentaban para trabajar con ellos.

Una de esas “estrellas” fue un Bakshi cuyas claras intenciones de trasladar el asombroso imaginario del ilustrador a imágenes en movimiento daría como resultado la fuerte implicación de Frazetta en todo lo que tuvo relación con diseños de personajes e ilustraciones con las que guiar a los animadores, apareciendo muchas de éstos últimos como planos del montaje final de una cinta que no habría sido la misma sin la presencia del dibujante, quedando la personalidad de ‘Tygra…’ marcada a fuego por el concepto de fantasía que se desprende, por ejemplo, de la mítica e icónica 'Death Dealer'.

'Tygra: Hielo y fuego', de gruñidos y otros ruidos

De hecho, tanto es lo que los artistas implicados en la producción se volcaron en hacer de 'Tygra...' un filme 100% Frazetta, que Gerry Conway y Roy Thomas olvidaron por completo que el lustre visual del filme tenía forzosamente que estar acompañado de un guión que, trascendida la trillada premisa de partida inicial, no se dedicara a enhebrar una historia a partir de escenas en las que los diálogos brillan por su ausencia, algo que por otra parte —y de forma paradójica, no cabe duda— refuerza el carácter primal y salvaje que campa a sus anchas en el mundo de 'Tygra'.

Y quizás no hubiera llamado tanto la atención lo arquetípico del relato de no haber sido porque sus dos firmantes eran sendos legendarios —y sí, sé que he repetido epíteto, espero sepáis perdonármelo— guionistas de cómic que, habiendo creado al Castigador, asesinado a Gwen Stacy o adaptado durante años el 'Conan' de Robert E. Howard, concretaban aquí un trabajo en horas muy bajas en el que se narran las peripecias de un par de héroes, la neumática hija de un rey y los esfuerzos de los tres para impedir que el malvado poder de un hechicero del hielo acabe con la vida de su tierra.

El problema que se deriva pues de la escritura de Conway y Thomas es uno que afecta de forma directa a la árida percepción que uno es capaz de guardar sobre esas prolongadas secuencias de persecuciones en la que el efectivo uso de la animación rotoscópica no termina de aportar un empaque suficiente como para distraernos de lo vacío de lo que se muestra en pantalla. De hecho, lo afectado y teatralizado de los movimientos de los actores rodados en "imagen real" sobre los que se dibujará a posteriori no viene a ayudar a que uno pueda sentirse identificado con unos u otros.

Llevándose la palma en este último sentido ese villano "hiper-actuado" y amanerado que es Nekron, y jugando la composición de William Kraft en los mismos —y poco apropiados por momentos— esquemas que ya utilizara Leonard Rosenman para la cinta de animación de 'El señor de los anillos', de 'Tygra: Hielo y fuego' nos queda similar impresión a la que siempre he guardado para la adaptación de Tolkien: como cinta de la época no funciona nada mal y mantiene muchos de sus encantos, pero vistas hoy ambas acusan un clarísimo envejecimiento que ni la mirada más nostálgica es capaz de justificar.

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