Charlando hace unos días con mi esposa acerca de la llegada hoy de 'Julieta' (id, Pedro Almodóvar, 2016) a nuestros cines, la mujer con la que llevo compartidas dos décadas de mi vida me planteaba que cuál, de todas las películas que habíamos visto juntos o por separado del director manchego me parecía la mejor de su filmografía. La pregunta dio pie a un interesante diálogo en el que sacamos a relucir esos títulos que siempre se citan del realizador español más "universal" como puntales de una trayectoria que, con dos decenas de producciones en su haber, nunca ha dejado indiferente.
Y si bien mis filias se terminaban decantando por 'Volver' (id, 2006), la que considero la más redonda en todos los sentidos de esas veinte películas con las que Almodóvar ha ido construyendo su particular y muy reconocible universo, las de mi mujer apuntaban sin dudarlo ni un momento en dirección a 'Todo sobre mi madre' (id, 1999), el título que le valió, entre otras cosas, el reconocimiento de la Academia estadounidense con el Oscar correspondiente a la Mejor Película de Habla No Inglesa.
Indeciso ante por cuál decantarme para revisarla de cara a esta antesala de su esperada nueva producción, es finalmente su muy premiado drama el que hoy aparece en estas líneas debido a que, tras esos minutos que invertimos en hablar de todo aquello que nos fascinaba del cine de Almodóvar, mi señora terminó decidiendo por mí cuando solicitó acercarnos una vez más a una cinta sobre la que hemos —siempre en plural, nunca en singular— vuelto en incontables ocasiones a lo largo de los diecisiete años que han transcurrido desde su estreno.
Pérdida y dolor
Dando siempre con nuevos matices a los que asirnos para situarla, como reza el titular, en lo más alto de la producción almodovariana; en esta ocasión creo que puedo hablar por los dos al afirmar que uno de esos matices a los que antes no habíamos tenido completo acceso es aquello que concierne al extremo dolor que experimenta Manuela, la protagonista a la que da vida una enorme, inabarcable, Cecilia Roth, cuando pierde a su hijo en el accidente que da pie al resto de la historia.
Hasta entonces, y con breves pinceladas, Almodóvar nos ha presentado a la coordinadora de la unidad de transplantes de un hospital madrileño que es el personaje principal de esta historia sobre mujeres. Una madre soltera que vive con su hijo adolescente, Esteban, que sueña con ser escritor, adora a Capote, a Tenessee Williams y a Huma Rojo, la actriz de carácter a la que pone rostro la inmensidad de Marisa Paredes y la causante indirecta de que el joven, con tal de conseguir su autógrafo, pierda la vida.
En ese instante en el que asistimos al atropello del personaje al que da escueta vida Eloy Azorín, Almodóvar se muestra, primero efectivo e imaginativo por la forma en la que la cámara captura, desde un punto de vista subjetivo, la mirada del adolescente; después descarnado y demoledor en los gritos desesperados de Manuela, que llegan al corazón del espectador con una intensidad acongojante, y por último haciendo gala de una sutileza brillante en la forma en la que, en las siguientes escenas, se narran los acontecimientos que siguen a la muerte del joven.
Huidas
La misma elocuencia y sutileza, cogida de la mano de la especial forma que tiene Almodóvar de unir sensibilidad y crudeza en sus diálogos, es la que determina aquello sobre lo que la historia discurre toda vez Manuela vuelve a la Barcelona que dejó años atrás huyendo de una situación que la superaba. Una huida que, entre otros, es acaso el concepto principal alrededor del cuál orbita mucho de lo que el director irá explorando toda vez la acción se traslada a la ciudad Condal.
Huyendo se fue Manuela y huyendo vuelve. Huir es lo que persigue Rosa, la monja interpretada por Penélope Cruz, que primero abandonó la casa de una madre algo controladora y un padre con Alzheimer, y que pretende irse al Salvador cuando un destino que la unirá a Manuela se le interponga. También huye, aunque no sabe hacia donde, la Nina de Candela Peña, una drogadicta a la que está enganchada Huma Rojo, que necesita como sea escapar de tan tóxica relación.
Y después está Agrado, la inconmensurable transexual con la que Almodóvar nos descubrió a Antonia San Juan. Una mujer que huyó de la condición de hombre que la naturaleza le impuso y que necesita huir de la sórdida realidad de la noche en la que trabaja, que ella afronta con un humor incombustible y un carácter que la convierte, sin lugar a dudas, en el mayor hallazgo de esta espléndida muestra del cine del manchego.
'Todo sobre mi madre', Almodóvar al desnudo
Si 'Todo sobre mi madre' no me parece tan redonda como sí considero que es 'Volver', es porque, tras un tramo intermedio brillante en el que Almodóvar da lo mejor de sí mismo en la construcción de unos personajes fabulosos —si hasta Carlos Lozano parece buen actor en sus manos—, es en la acumulación de finales que va sumando su último acto cuando el realizador parece perder puntualmente el rumbo de un barco que hasta entonces había conducido con suma presteza.
El catalizador de todo ello, al menos en lo que a este redactor concierne, es el desnaturalizado encuentro de Manuela con su pasado, una secuencia carente del demoledor drama que debería haberla revestido —quizás el hecho de estar doblada tenga mucho que ver al respecto— y que abre la puerta a tres segmentos que, sin arruinar la función, si que restan ciertos enteros a las sobresalientes sensaciones que hasta entonces había ido imprimiendo ésta en el espectador.
Derivadas de la dirección, de las espectaculares actuaciones de su cuarteto protagonista y de la que probablemente sea la mejor de cuantas bandas sonoras ha compuesto Alberto Iglesias para su director fetiche, 'Todo sobre mi madre' es una radiografía excelente del cine de Pedro Almodóvar al tiempo que uno de esos puntos de su filmografía que confirma que, más allá de su especial habilidad para la comedia, es desde el melodrama de mujeres desde el que es capaz de hablar con mayor fuerza y maestría...a todo tipo de público.
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