Llegado el momento, será inevitable que este Cine en el salón abandone los fértiles campos cinematográficos que supusieron los diez años de la década de los ochenta y comience a orientar sus miras hacia la que le siguió, unos años noventa que, sin hacer gala de la totalidad de la magia y el encanto de su antecesora, nos dejó un cuantioso puñado de títulos de esos que servidor considera por un motivo u otro como piezas de necesario visionado en el proceso de "formación" al que cualquier cinéfilo se somete de forma inconsciente desde el momento en que comienza a consumir cine compulsivamente.
Y si bien los días en que los noventa serán protagonistas absolutos de este rincón de Blogdecine aún están por llegar, llevaba ya tiempo queriendo revisar la cinta que hoy os traemos, una 'Temblores' ('Tremors', 1990) que, a caballo entre las dos citadas décadas, servía como puesta de largo en la gran pantalla de Ron Underwood, un cineasta que aquí se mostraba como una fresca promesa por mor de una cinta ingeniosa, divertida y con un carisma enorme pero que se perdió en producciones de dudoso talante —y el mejor ejemplo de ellas es la infumable 'Pluto Nash' ('The Adventures of Pluto Nash', 2002)— antes de dejarse seducir por una pequeña pantalla de la que no ha vuelto a salir.
'Temblores', variado y refrescante cóctel
Descubierta por casualidad un fin de semana de extremo aburrimiento en las estanterías de mi videoclub habitual de hace cinco lustros —la distribución del filme fue exigua y nunca llegó al pequeño rincón de nuestra geografía que es mi ciudad natal— y vista en esos dos días como unas tres veces, huelga decir a la luz de la intensidad con la que fue disfrutada que la sorpresa fue la cualidad fundamental que definió mi primer encuentro con esta atípica cinta que pinta con tonalidades de western un lienzo de comedia de ciencia-ficción en el que destacan sobremanera tanto su genial pareja protagonista como la imaginativa labor de dirección y del departamento de efectos especiales.
Iteración sobre los gigantescos gusanos de arena que viéramos de mano de Carlo Rambaldi en 'Dune' (id, David Lynch, 1984), las desagradables lombrices mutadas que aterrorizan a la pequeña población de Perfección son uno de esos pequeños logros de una cinta de modestísimo presupuesto —unos once millones de dólares— que, por mano de lo bien que luce en pantalla sabe como esconder sus carencias monetarias con mucha imaginación. Una imaginación que, como decíamos, también es atribuible a Underwood, al ritmo que consigue imprimir al filme y a las formas en las que se van mostrando los ataques de las criaturas, visualizadas en ciertos momentos a lo Sam Raimi.
En lo que a Kevin Bacon y Fred Ward respecta, los cowboys que ambos encarnan —porque son eso, vaqueros de finales del s.XX que en lugar de conducir rebaños hacen chapuzas a domicilio— se disponen como columna vertebral de un elenco de secundarios de lo más peculiares entre los que cabría destacar la aparición de Victor Wong, o la excéntrica pareja amante exacerbada de las armas a la que dan vida Reba McEntire y Michael Gross, actor éste que aparecerá en las tres continuaciones estrenadas directamente en vídeo que ha conocido hasta el momento 'Temblores' —la quinta entrega se estrenará el próximo octubre y traslada la acción a Sudáfrica (sic).
El humor derivado de unos y otros —las puyas constantes de los dos primeros, el ver al matrimonio decidiendo qué arma utilizar para eliminar a los gusanos— sirve para completar lo muy variado de una cinta a la que el tiempo ha tratado estupendamente bien hasta el punto de acrecentar las muy positivas sensaciones que uno se llevó hace veinticinco años, algo que no se puede decir de esas cuatro secuelas de las que hablaba en el párrafo anterior; unas producciones que, sin excepción, se acogen con fuerza al epíteto de mediocres.
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