Ayer abría la triple selección que esta semana os hemos traído desde Cine en el salón relacionada con la cartelera que se inaugura hoy viernes con una cinta que aludía de forma directa a ese placer culpable personal que es la comedia romántica —reflexión en voz alta: ¿hasta que punto un placer culpable lo es cuando el que lo disfruta no lo oculta?—, un género por el que siempre he sentido debilidad y que encuentra en 'Posdata: Te quiero' ('P.S. I Love You', Richard LaGravenese, 2006) uno de los cinco títulos favoritos de cuántos he podido ver a lo largo de mi trayectoria cinéfila.
A él se unirían, por si alguno se lo está preguntando, esos dos clásicos inconmensurables que son 'Sucedió una noche' ('It Happened One Night', Frank Capra, 1934) e 'Historias de Philadelphia' ('The Philadelphia Story', George Cukor, 1940), y los dos "clásicos" contemporáneos que suponen 'Cuando Harry encontró a Sally' ('When Harry Met Sally', Rob Reiner, 1989) y, por supuesto, la genial 'Love Actually' (id, Richard Curtis, 2003). Quizás comparada con ellas, la cinta protagonizada por Hilary Swank y Gerard Butler se quedara la última en el quíntuple podio, pero aun así estaríamos hablando de un filme que, bajo los estándares de la rom-com, está ahí con las más grandes.
La vida sigue
De la misma forma que a la hora de hablar de 'Love Actually' me vería obligado a apuntar como una de las mejores bazas del filme el equilibrio tan singular que la cinta logra alcanzar entre su vertiente más descarada de comedia y aquella que coquetea con el drama, al arrancar el discurso sobre lo más sólido que 'Posdata: Te quiero' es capaz de ofrecer, el que bajo el envoltorio de comedia "romanticona" y almibarada palpite un corazón dramático que está presente durante todo el metraje, hace de la cinta una rareza del género quizás menos dada de partida a agradar de inmediato al público que vaya buscando en ella un fugaz escapismo de rápido consumo y aún más veloz olvido.
No es la cinta dirigida por LaGravanese una cuyas únicas pretensiones sean ofrecernos la misma historia de siempre adornada de forma diferente. Y para ello nada mejor que, tras habernos presentado de forma espléndida en un prólogo genial a Holly y Gerry, una joven pareja que intenta hacer frente a la vida lo mejor que puede, asistamos después de los créditos iniciales al prematuro funeral del simpático irlandés encarnado por el siempre carismático Gerard Butler. Si sois de los que no habéis visto la cinta, es probable que penséis, "bah, ya lo tengo, el resto del metraje va sobre la búsqueda de una nueva pareja para ella". Sí...pero NO.
Es cierto que, llegado el momento, la cinta dedica una parte de sus objetivos a que la viuda a la que da vida Swank en un registro poco habitual en ella, conozca de nuevo la atracción por el sexo opuesto en el varonil Jeffrey Dean Morgan, pero comparado con aquello de lo que nos habla en el resto de su duración, dicho apunte no es más que eso, una acotación breve —aunque necesaria— que completa el extenso retrato que el filme nos ofrece sobre la amistad, la familia, el amor y el reconstruirse a uno mismo tras una tragedia como la pérdida que sufre la protagonista.
'Posdata: Te quiero', ternura
Cuidado, que nadie se lleve a engaño pensando que la parte lacrimógena de las dos horas de duración termina por alejar a la cinta de la calificación de comedia romántica y que el filme se rinde a la búsqueda de la lágrima fácil. Antes bien, los momentos en los que éstas asoman —y lo hacen, de eso podéis estar seguros— son de la misma "naturalidad" que el resto de lo que vemos a lo largo del viaje que llevará a Swank a encontrarse de nuevo después de que la vida le arrebate a su ser más querido. Y si he entrecomillado "naturalidad" es porque, obviamente, hay que entender tal término desde la óptica de una producción cinematográfica, esto es, que de natural poco, claro está.
Aceptando que dicha disquisición podría aplicarse hasta el más "realista" de los relatos de cine, 'Postada: Te quiero' se revela como una producción honesta, con unos personajes que, asumiendo por momentos roles arquetípicos, siempre encuentran en el guión instantes en los que alejarse de esa posición —y quizás aquí los más representativos sean el amigo al que encarna Harry Conick Jr. y la madre a la que da tremenda vida Kathy Bates— y mostrarse tan cercanos como cualquiera de las personas que rodea nuestra existencia diaria.
Ese esfuerzo del guión por llegar a nuestros corazones que todo el reparto al completo pone en valor, queda también rubricado por la honestidad que también hace presa del trabajo del director, por la espléndida partitura de John Powell —en una composición que nada tiene que ver con sus sonoridades más características— y, por supuesto, por esa bobalicona sonrisa que se dibuja al comienzo del filme y que perdura durante todo el visionado. Una sonrisa de esas que se mantiene en el rostro durante bastante rato y que varios revisionados no son capaces de borrar. Una sonrisa, a fin de cuentas, que ha sido impresa por una historia contada con una ternura a la que es imposible resistirse.
Otra crítica en Blogdecine | 'Posdata: te quiero', no puedo morir sin ti
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