Sin tener en cuenta a nombres como William Shakespeare, Alejandro Dumas o algún otro literato clásico más, de cuyas novelas existen cientos de versiones cinematográficas, creo que resulta indiscutible que de todos los escritores vivos, Stephen King es el que más veces ha sido llevado a la gran pantalla: hasta 184 son las entradas que la IMDb devuelve cuando se revisan las producciones que han adaptado alguna de las novelas o relatos cortos que trufan su prolífica y extensa bibliografía. Un número más que considerable que sube a las 205 si se consideran aquellos títulos que actualmente se encuentran en desarrollo para la gran o la pequeña pantalla.
Con un amplio sector de las mismas yéndose de cabeza a la calificación de morralla y otro bastante considerable clasificado bajo la etiqueta de pasable, en lo que a este redactor respecta sólo seis, acaso siete, de las cintas que han trasladado a King a imágenes en movimiento merecen la indefectible atención del cinéfilo: con las tres firmadas por Frank Darabont a la cabeza, y la adición de lo que Stanley Kubrick, David Cronenberg y Rob Reiner hicieron, respectivamente, con 'El resplandor', 'La zona muerta' y 'El cuerpo', es la versión de 'Carrie' firmada por Brian De Palma la séptima en discordia. ¿Que dónde deja eso a 'Ojos de fuego' ('Firestarter', Mark L.Lester, 1984)? Rozando la entrada en el primer grupo.
'Ojos de fuego', escueto entretenimiento
El argumento de la cinta, que sigue a un padre con poderes mentales mientras intenta que una oscura organización gubernamental no les de caza a él y a su hija piroquinética —término acuñado por King para la novela que, obviamente, hace referencia a la capacidad de la niña de crear y controlar fuego mentalmente—, no es precisamente un dechado de virtudes más allá de la premisa de partida que aquí se avanza, y la cinta va discurriendo durante su primer tramo como si de una suerte de buddy movie se tratara, saltando de lugar común en lugar común y sin despertar mucho interés en el espectador.
A ello ayuda, no cabe duda, tanto una anodina y poco inspirada dirección —tampoco se puede esperar más de un cineasta cuyo único hito medianamente reseñable es 'Commando' (id, 1985)— como, sobre todo, el hecho de que los intérpretes se muevan en el ámbito de lo poco creíble con intensidad variable: en el extremo más ridículo caen tanto el protagonista principal, Keith David, como, sorprendentemente, un George C. Scott cuyo estilismo ya sería motivo suficiente de mofa. A ellos se une también Drew Barrymore, que con dos añitos más que en 'E.T. El extraterrestre' ('E.T. The Extraterrestrial', Steven Spielberg, 1982) ha pasado de ser un encanto a una niña insoportable.
En un término algo menos molesto quedan las intervenciones de Louise Fletcher —lejos, muy lejos del soberbio papel que le valió el Oscar— del siempre vehemente Martin Sheen y del efectivo Freddie Francis, pero sus papeles son tan escuetos que no consiguen equilibrar una balanza que termina por inclinarse hacia el lado negativo trascendido el ecuador de la acción, cuando ésta ya ha dejado de lado la vertiente de persecución de la historia y se centra en los intentos de la anteriormente citada organización por conseguir que la niña encarnada por Barrymore muestre sus poderes para su análisis y posterior aprovechamiento en usos nada positivos.
El resto de lo que acaece os lo podéis imaginar si sólo consideráis que el clímax final es un sucedáneo del que King había imaginado para 'Carrie' años atrás, rebajando en edad a la adolescente y cambiando el cubo lleno de sangre del baile de graduación por un hecho trágico que despierta toda la furia interior de la pequeña: espectáculo de pirotecnia desangelado, la secuencia que da cierre al filme antes de su estúpido epílogo carece de la fuerza que si tenía la que lo que se había visto ocho años antes, ya sea porque Sissy Spacek atemorizaba allí donde Barrymore no, o porque, seamos francos, la puesta en escena de De Palma da sopa con hondas a la de Lester.
Si a todo lo expuesto añadimos lo muy predecible que es un filme que puede leerse a la legua, creo más que fundamentado el hecho de que, en lo que a adaptaciones de Stephen King se refiere, hablar de 'Ojos de fuego' en términos poco agradecidos es algo que las casi dos horas de un metraje que se podía haber recortado, y mucho, se ganan a pulso. Vale que el material de partida no es tampoco de lo mejor que el escritor estadounidense ha publicado, pero se podía haber sacado algo más de partido de él que el que extrae este esquelético entretenimiento.
Ver 5 comentarios