De una parte, Roy Miller, el yerno de Walt Disney y cerebro al frente de la compañía en los años en que ésta divago de formas más esperpénticas. De otra, el productor Tom Leech que, viendo que la novela 'A Watcher in the Woods' de Florence Engel Randall podía ser susceptible de ser adaptada a la gran pantalla, vendió la idea al señor Miller afirmando que el filme "podría ser nuestro 'El Exorcista'". Y no estoy bromeando —qué más quisiera yo—, no señores, así arranca al penúltimo capítulo de 'La Disney en los 80', también conocido cómo '¿Te drogas?, bienvenido a Disney'.
No sé muy bien qué es más surrealista, que alguien llegara a proponerle al CEO de la casa de Mickey Mouse una idea que se podía comparar con la de una película en la que una adolescente se clavaba crucifijos en sus partes nobles, vomitaba una masa verdosa, profería insultos y giraba la cabeza 180º o que dicho CEO se frotara las manos pensando algo así como 'aquí hay tema, y del bueno'. Sea como fuere, lo cierto es que tras 'El abismo negro' ('The Black Hole', Gary Nelson, 1979), 'Los ojos del bosque' ('The Wacther in the Woods', 1980) supone el más claro ejemplo de los desvaríos de la productora hace tres décadas.
Equivocaciones por doquier
Pero cuidado, que la cosa mejora. Como quiera que el hecho de estar barajando la adaptación de un relato de esos que podía aludir a un espectro de público más amplio —más sobre este particular en unas líneas— y el que mezclara terror, misterio y ciencia-ficción/fantasía al parecer no era una apuesta lo suficientemente arriesgada, a Miller se le ocurrió la fantástica idea de poner tras las cámaras a John Hough, responsable de 'La leyenda de la casa del infierno' ('The Legend of Hell House', 1973), porque, claro, nada alude de forma más directa a la idiosincrasia Disney que la palabra infierno.
Eligiendo un reparto poco efectivo —Diane Lane fue la primera elegida para el papel que terminó yendo a parar a una sobreactuada Lynn-Holly Johnson— lo único atractivo de este semblante del filme se desgrana en dos nombres, Carroll Baker, actriz muy admirada por el cineasta y, por supuesto, una Bette Davis que fue el mayor reclamo publicitario de la producción cuando cumplía 50 años de profesión, algo que los responsables de marketing de Disney quisieron usar a toda costa para promocionar esta historia en la que una familia se muda a una mansión en medio de la campiña inglesa que oculta un terrible secreto.
Un secreto que se centra en la hija de Bette Davis, desaparecida cuarenta años atrás, en los tres amigos de ésta que —según parece— ocultan el secreto de lo que pasó la fatídica noche en la que la chica se esfumó y en la hija adolescente del matrimonio que se instala en la casa propiedad de la anciana, y que está destinada a jugar un papel crucial en un filme que, de nuevo, ni es para niños, ni es para jóvenes, no se adscribe a un género claro y, para colmo de males, se entiende tirando a poco y mal.
'Los ojos del bosque' o el final maldito
Y es que el último y ruidoso eslabón de la cadena de decisiones "poco afortunadas" —eufemismo, por si alguien no ha pillado lo de las comillas— que vino a unirse al resto de infortunios, fue todo aquello que rodeó al filme una vez la producción hubo finalizado: estrenada en 1980, los primeros pases de la película en Nueva York fueron un auténtico desastre, "la gente se reía del final" llegaría a afirmar John Hough, y Disney retiró todas las copias que habría realizado para proceder al rodaje de una nueva conclusión llamada a dulcificar lo terrorífico que el cineasta británico había planteado.
Dicho final, que podéis ver si tenéis redaños en el vídeo de arriba —y que según Harrison Ellenshaw, el diseñador de los efectos visuales de la cinta, era "uno de los 152 posibles que llegaron a barajarse"—, contaba con la aparición de una suerte de alienígena de pesadilla que se llevaba a la protagonista adolescente de viaje por el espacio a una nave en la que ésta se encontraba con la hija perdida de la Davis (sic). ¿Qué cómo se explicaba todo? Mal. Aunque no tan mal, dependiendo de las ganas del espectador, como si lo hacía el que finalmente se estrenó de forma generalizada un año más tarde.
Resolviendo la nueva conclusión de forma atropellada, torpe y sin ningún tipo de justificación una trama que se ha desarrollado de forma atropellada, torpe y sin ningún tipo de justificación, calificar a esta película con aspecto de telefilme —algunas de las soluciones narrativas así lo indican— de eludible u obviable es el mejor favor que os puedo hacer a aquellos que hayáis leído hasta aquí. Hacedme caso, habremos "toreado en peores plazas", pero tampoco es cuestión de fustigarse porque sí cuando tanto cine hay que descubrir...o redescubrir.
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