1988. Nakatomi Plaza. Century City. Los Ángeles
Es la cinta de acción con la que toda una generación de cinéfilos seguimos soñando cada vez que acudimos a una sala para observar como los nuevos padrinos del género —y para qué me voy a molestar en citarlos si todos sabéis quiénes son— lo destrozan a golpe de plano fugaz y montaje alocado. En esos momentos nuestra mente vuela veloz a aquel verano de 1988 en el que John McClane irrumpía en nuestras vidas. La socarronería de Bruce Willis interpretando al que se convertiría en el héroe-por-casualidad por excelencia, sumada a la vibrante dirección de un John McTiernan al que todavía le quedaba mucho para dar con sus huesos entre rejas, daba como resultado una de las mejores —si no la mejor— películas de acción de la década de los 80 y por extensión una de las mejores cintas del género de la historia del cine.
'La jungla de cristal' ('Die hard', 1988) se convertía rápidamente en el modelo a imitar como garantía de éxito mientras que era elevada a la categoría de filme mítico por las legiones de fans declarados que iba creando allí donde se estrenaba. Hoy, veinticinco años después, la cinta no ha perdido ni un ápice de todos los grandes valores que una generación de adolescentes pudimos ver en ella. Unos valores que han quedado muy evidenciados en la comparación con ese horrendo esperpento que ha sido 'La jungla: un buen día para morir' ('A good day to die hard', John Moore, 2013).
1990: Aeropuerto Internacional de Dulles. Washington D.C.
Dos años después, sería el sueco Renny Harlin —mucho antes de hundir su carrera con 'La isla de las cabezas cortadas' ('Cutthroat island', 1995)— el que tomaba las riendas de la dirección y situaba a McClane en una crisis terrorista dentro del aeropuerto internacional de Dulles en Washington D.C. La cinta volvía a convertirse en un éxito de taquilla —no tanto de crítica— y confirmaba el status quo de Bruce Willis como estrella mediática, un puesto que tardaría años en abandonar, aunque fuera de forma momentánea. 'La jungla 2. Alerta roja' ('Die hard 2. Die harder', 1990) conseguía dejar a los espectadores con la boca abierta en más de una ocasión merced a unas escenas de acción perfectamente planificadas y brillantemente ejecutadas que tenían como colofón la lucha a vida o muerte entre McClane y el malo de la función encima del ala de un 747 a punto de despegar. Tras tamaño éxito los fans tendríamos que esperar cinco años para volver a disfrutar de Willis en la piel del papel por el que pasará a la historia.
1995: Nueva York y la frontera con Canadá
En 1995 un John McTiernan en estado de gracia volvería las lides de la realización para ofrecernos la tercera entrega de la saga. Desarropándose en cierto sentido de la constricción espacial que había caracterizado a las dos primeras, y tomando como escenario de la acción a la ciudad de Nueva York, McTiernan seguía con su cámara al policía y a un sufrido Samuel L.Jackson por las calles de una Gran Manzana que pocas veces ha lucido tan vibrantemente en la gran pantalla. Pero hete aquí que 'La jungla 3: la venganza' ('Die hard with a vengeance', 1995) no tuvo el éxito que se esperaba. Por aquel entonces el género se encontraba en plena fase de metamorfosis de la seriedad de los postulados de los años 80 al absurdo sentido del humor que reinó desde la mitad de los 90 en adelante hasta que vino Bourne a poner las cosas en su sitio. Si a eso le unimos el bajón comercial por el que por aquel entonces atravesaba Willis comprenderemos, aunque sólo sea en parte, el relativo fracaso de un filme que muchos consideran, no sin razón, como el mejor de la saga —a título personal yo siempre me quedaré con la primera—.
Desde entonces, no pasó un año sin que hubiera algún rumor acerca de la cuarta parte de la saga: uno de los primeros que recuerdo jugaba con la posibilidad de que McClane, de nuevo acompañado de su esposa, tuviera que vérselas con un grupo de terroristas a bordo de un barco, idea que finalmente fue usada por 'Speed 2' (id, Jan de Bont, 1997). Desde ahí surgieron toda suerte de ideas absurdas que llegaron a barajar incluso una ¡aventura espacial!. Tras once años la Fox ponía punto y final a tanto rumor anunciando el comienzo de la producción de la cuarta parte con Len Wiseman, el director de las dos primeras partes de 'Underworld' y esposo de Kate Beckinsale, tomando las riendas de una tarea que los fans estábamos dispuestos a mirar con microscopio.
2007: Estados Unidos
Lo primero que llama poderosamente la atención de 'La jungla 4.0' ('Live free or die hard', 2007) es el radical cambio en la escala de la acción. Si de la segunda a la tercera se pasaba de un aeropuerto a una ciudad; de la tercera a la cuarta pasamos de una ciudad a un país (casi) al completo, un signo inequívoco de que los tiempos cambian y de que al público ya no le basta con ver a un policía en tirantes machacando a un puñado de terroristas en el entorno cerrado de un edificio, un aeropuerto o incluso toda una ciudad. A este hecho hay que unirle ciertos factores, también signo inconfundible de los tiempos en que vivimos, que provocaron la ira de los miles de fans que la saga tiene en todo el mundo. El primero de ellos, la notable reducción de la violencia explícita, no habiendo sangre ni vísceras en 'La jungla 4.0'. El segundo, asociado en cierto modo al anterior, es la ausencia de palabras malsonantes, lo que provoca que la mítica "Yippie-Kay-Yai-Hijo..." no se escuche completa en la cinta. ¿Problemas graves?, todo depende de lo que uno entienda por grave, pero personalmente considero que la cinta atesora ciertos valores bastante positivos como para que estas dos pequeñas pegas jueguen en detrimento de la globalidad del visionado.
Para empezar la dirección de Wiseman se aleja de forma radical de los frenéticos postulados que actualmente envuelven al género de acción. Para entendernos estamos hablando de esos del que era máximo exponente en el mismo año la horrible 'Transformers' (id, Michael Bay, 2007). La capacidad narrativa de Wiseman queda plenamente expuesta en la escena que abre la cinta, en la que McClane se enfrenta a los terroristas en el apartamento del que será su compañero de desventuras en el resto del metraje: la estupenda y metalizada fotografía, la perfecta planificación en los encuadres y angulaciones y la claridad en el montaje de la cinta alejan a 'La jungla 4.0' de cualquier cinta de acción al uso. Ello queda confirmado conforme la cinta va avanzando y observamos la perfecta planificación que va rodeando a todas y cada una de las set pieces de la función, desde el colapso del tráfico en Washington a vista de pájaro, hasta ese McClane a bordo de un trailer perseguido por un caza.
El segundo detalle que llama la atención de la producción, comparado con otros productos coetáneos, es la "seriedad" de su guión y la frescura de sus diálogos. Que quede claro que con ello no estoy afirmando que 'La jungla 4.0' sea una cinta de gran trascendencia argumental y de ahí el entrecomillado anterior. Todo lo contrario, el filme de Wiseman juega sus mejores bazas en saber manejar con ironía los tópicos que el género ha ido acumulando al cabo de los años, confiriendo una frescura espléndida a lo que de otra manera no habría dejado de ser una "peli" más de tiros y explosiones.
Así, y aunque el esquema sobre el que avanza el argumento no tiene nada de novedoso —mucho se criticó el que la amenaza de la cinta fuera la de unos piratas informáticos—, la alternancia entre las escenas dedicadas a diálogos, y aquellas en las que la acción desborda el formato panorámico, guarda un perfecto equilibrio. En lo que respecta a las primeras, los guionistas de la cinta preservan el humor socarrón que ha sido siempre tan característico de McClane y para la singular química que se crea entre él y el partenaire encarnado por Justin Long es para quiénes concretan las mejores frases. Y sí, las escenas de acción revisten a McClane de un carácter superheróico para un policía de 52 años que en no pocas ocasiones resulta, cuanto menos, increíble, pero ahí reside el encanto de la saga, en que disfrutemos como unos enanos viendo como un héroe-a-su-pesar sale triunfante del enfrentamiento con un F-35.
Si algo queda claro con este hecho es que Bruce Willis mantiene un tirón como héroe de acción que casi ningún actor de su generación sigue ostentando, aunque ejemplos más recientes en los que se ha visto involucrado servirían para poner en sumo entredicho esta afirmación. Pero en lo que a la presente cinta concierne, Willis deja a la altura del betún a todo aquel que se le pone por delante, algo que el actor tiene ocasión de demostrar de manera constante durante la acción, ya sea en sus muchos encuentros verbales con Justin Long, cuya verborrea sirve como perfecto contrapunto a la seca socarronería del "convidado de piedra", ya si se le compara con un Timothy Olyphant que, sin lugar a dudas, es la peor decisión de casting de la cinta y, por extensión, el peor villano de la saga hasta esta entrega —y no me tiréis de la lengua, por favor—.
Los 383 millones de dólares recaudados a nivel mundial por 'La jungla 4.0' servían para poner de relieve que "bicho malo nunca muere" y que, con veinte años a sus espaldas, a McClane parecía todavía quedarle mucha vida por delante. Lástima que, como hemos podido comprobar hace poco más de un mes, esto no haya terminado cumpliéndose. Afortunadamente, siempre nos quedará revisar, cuantas veces haga falta, una tetralogía que muchos tenemos en la más alta de las estimas.
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