Las franquicias cinematográficas dan de comer a mucha gente, tanto a los que trabajan en ellas como a los que participan en otros títulos que seguramente jamás se harían si la compañía detrás de la misma no sacase pingües beneficios gracias a sagas más o menos inspiradas. Su existencia es necesaria para que la maquinaria de Hollywood siga funcionando, pero hay ocasiones en las que no queda otra que renovarse o morir.
No sé hasta qué punto esperaban en Universal que 'El coleccionista de amantes' (‘Kiss the Girls’) fuera a ser la primera entrega de una lucrativa franquicia. La cuestión es que funcionó tan bien que no dudaron en dar luz verde a 'La hora de la araña’ (‘Along Came a Spider’), con Morgan Freeman dando vida de nuevo a Alex Cross. Sobre el papel, una apuesta segura, pero acabó no siéndolo. Lo que no tengo claro es si fue por ser mala -que lo es- o por apostar por un modelo en horas bajas.
Condenada a ser una más
‘La hora de la araña’ adapta la primera de las novelas que James Patterson ha escrito con Alex Cross como figura central, algo que desde el primer minuto se percibe, ya que los sucesos de ‘El coleccionista de amantes’ quedan de lado en beneficio de la forma en la que el protagonista ha de lidiar con los hechos sucedidos en su un tanto efectista prólogo. Más allá de ese detalle, el modelo a seguir es el mismo: Un thriller reposado orientado hacia el público adulto.
Muchas han sido las películas que han intentado exprimir a fondo el recurso de utilizar a un criminal que no puede resistirse a iniciar un juego malsano con un policía en el que ve a su némesis. El primer obstáculo en esos casos es justificar que el fuera de la ley es realmente alguien brillante que lo tiene todo bajo control y no un simple lunático aleatorio. Esta es una necesidad fundamental para atrapar el interés del público y ‘La hora de la araña’ ya empieza a flaquear por ese lado, en parte por obviar varios elementos de la novela original.
Por lo pronto, eso es algo que dictamina de forma importante el interés real de una película que tiene multitud de conexiones con los procedimentales televisivos más puros, esos en los que los personajes permanecer prácticamente invariables y que cada semana investigan un caso diferente. Su auge fue limitando el atractivo de las películas que seguían ese camino y también mostrando de forma más evidente sus limitaciones. Había que ofrecer algo más.
En el caso de ‘La hora de la araña’ se cometen dos errores fundamentales. El primero es que el plan de la gran mente criminal hace aguas y que sólo la aparente fortuna permite que logre escapar en varias ocasiones. Así minas su credibilidad, pero no tanto como lo que sucede durante su tramo final, donde un ridículo giro argumental hunde por completo la película. Siempre agradezco una buena sorpresa, pero una mala y sacada de la manga nunca merece la pena.
’La hora de la araña’, una oportunidad perdida
Además, el notable aumento presupuestario -se pasa de los 27 millones que costó ‘El coleccionista de amantes’ a 60- tampoco se traslada a un acabado visual más estimulante o que saque auténtico partido a su calificación R en Estados Unidos, lo cual le permitía unas libertades que hoy en día sí se aprovechan más en el raro caso de que un thriller de presupuesto generoso la obtenga -¿un ejemplo? ‘Perdida’ (‘Gone Girl’)-.
No sé hasta qué punto es esencial en ello el cambio de director, pasando de Gary Fleder a Lee Tamahori. El primero sabía dotar de una cierta elegancia a ‘El coleccionista de amantes’ que le sentaba muy bien por mucho que fuera otro relato de corte tradicional, pero aquí me da la sensación de que Tamahori lo intenta -y encima con mejores medios-, pero no lo logra. Ahí sería fácil echarle la culpa a las lagunas del guion de Marc Moss -quien ya realizó varias correcciones en el libreto de David Klass para ‘El coleccionista de amantes’-, pero lo cierto es que visualmente también resulta bastante convencional.
Es verdad que entre ambas entregas apenas pasaron cuatro años, pero ‘La hora de la araña’ también tuvo que hacer frente en cierto sentido a ‘CSI’, todo un fenómeno televisivo que se estrenó apenas unos meses antes. Su éxito fue tal que no dudo que hizo bastante daño al interés del público hacia una propuesta como la de ‘La hora de la araña’ que no terminaba de destacar en nada –lo que más me llamó la atención fue la mera anécdota de ver por ahí a un jovencísimo Anton Yelchin- y en el fondo era simplemente una más.
Con todo, la taquilla tampoco fue mala en si misma, pero ese desaprovechado aumento presupuestario fue la tumba de la única vez que Morgan Freeman ha sido el gran cabeza de cartel en una franquicia. Lo habitual en él es aportar serenidad y saber estar en roles secundarios y lo cierto es que tampoco le viene nada mal algo así a un personaje protagonista, sobre todo por la entidad que aporta a unos diálogos mecánicos y en los que se confía más de la cuenta tanto para exponer la trama como para hacerla avanzar.
El problema definitivo es la debilidad de todo lo que le rodea, con un villano discreto y una Monica Potter que tampoco luce mal, pero que se queda muy lejos de Ashley Judd en ‘El coleccionista de amantes’. Su monótono guion -y cuando no lo es casi pierde todo sentido la trama- y su perezosa puesta en escena termina por convertirla en una película que a duras penas sirve para ver una tarde de vagancia tirado en el sofá, ya sea porque la echan por la tele o porque la has visto en el catálogo de Netflix, que fue lo que a mí me pasó.
En definitiva, ‘La hora de la araña’ es un thriller rutinario que finiquitó las posibilidades de Morgan Freeman como improbable estrella de una gran franquicia. Es cierto que no le ayudó apostar por un modelo ya desgastado -y prácticamente desaparecido en la actualidad-, pero al final lo realmente importante es que jugaba todas sus cartas bastante mal -la tensión brilla por su ausencia- y que tenía una mano perdedora. Con todo, sigue siendo bastante mejor que ‘En la mente del asesino’ (‘Alex Cross’), el horrible reboot encabezado por Tyler Perry años después.
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