Es uno de esos recuerdos que permanecen imborrables en la memoria cinematográfica: era viernes de estreno y acudía al cine con algunos de mis amigos del colegio a ver 'Jungla de cristal' ('Die Hard', John McTiernan, 1988). Sentados en la segunda fila de la sala más grande de las dos con las que contaba uno de los dos cines de mi ciudad, y pegados a la pared, poco importo el pronunciado escorzo con el que me vi obligado a asistir por primera vez al espectacular despliegue de acción que protagonizaba Bruce Willis en una de esas películas que, a los pocos minutos de empezar, ya estaba destinada a formar parte imprescindible de nuestra formación de cinéfilos.
Con la sala abarrotada, y el público completamente entregado al personaje de McClane, no fueron pocos los momentos en que prorrumpimos en fervorosos aplausos ante las hazañas de ese sufridor policía de Nueva York que, en visita a su esposa a Los Ángeles, será el único estorbo con el que se topen unos terroristas profesionales que asaltan el edificio donde él y su mujer se encuentran. Aplausos que se convertían en vítores cuando, llegado el clímax, el héroe lograba vencer al villano. Vítores que no eran compartidos por este redactor por una sencilla razón...¡¡se habían cargado a uno de los mejores "malos" que había visto hasta entonces en una película!!
Alan Rickman, GRANDE
El responsable directo de que me inclinara más por el malvado líder del grupo terrorista que por el sufridor héroe de camiseta negra que sufría lo indecible para rescatar a su amada era, por supuesto, un Alan Rickman que hacía de la palabra elegancia una actitud y de su gesto impávido una cualidad con la que fascinar a aquéllos que se dejaran. Y servidor se dejó sin saber que esa fascinación estaba completamente mutilada por faltarle un ochenta por ciento de efectividad, la que se derivaba de la rotunda y característica voz que tan reconocible hizo siempre al intérprete británico en vida y que en la versión doblada quedaba sustituida por el efectivo trabajo de Héctor Cantollá.
Tamaña carencia no quedaría subsanada hasta muchos años después, tantos como los más de diez que transcurrirían entre aquél primer encuentro con 'Jungla de cristal' y el momento en que, adquirida en dvd, daba carpetazo a las incontables revisiones que había hecho en español a aquella mutilada y horrenda versión en 4:3 que la Fox editaba en VHS algunos meses después del estreno de la cinta en cines y que, al recortar la imagen, se dejaba fuera una considerable parte del impresionante trabajo de aprovechamiento del formato panorámico que McTiernan hacía desde detrás del objetivo.
Pero antes de entrar a valorar la labor del realizador —la inmesa labor, si me lo permitís—, cerremos este apartado dedicado a Alan Rickman, el mayor hallazgo de 'Jungla de cristal' junto a un Bruce Willis que se quitaba de un manotazo parte del bagaje cómico que hasta entonces le había hecho famoso: poder por fin escuchar en toda su potencia es voz profunda y nasal que el británico poseía fue temprano aviso de que, a partir de entonces, la versión original iba a ser la única a considerar siempre que se pudiera, no ya aquí, sino en términos generales en todo el cine al que tuviera la oportunidad de asomarme. Así que, desde aquí, gracias Mr. Rickman allá dónde esté.
'Jungla de cristal', acción de mucha altura
Hablaba dos párrafos más arriba de John McTiernan, ese realizador que sólo un año antes de este superlativo vehículo de acción nos había llevado al corazón de la jungla para ofrecernos la magnífica 'Depredador' ('Predator', 1987) y que gracias a 'Jungla de cristal' se convertía por derecho en uno de mis directores favoritos de todos los tiempos por la forma en la que era capaz de visualizar a través de la cámara las set pieces de un género que pocas veces lució tan bien en los ochenta como lo hizo bajo su nombre. Tan pocas, que sólo me atrevería a nombrar a James Cameron como el otro cineasta que supo dotar a la acción de ese algo que la diferenciaba del resto.
En el caso de McTiernan, ese algo empezaba, como apuntaba antes, en la espectacular capacidad del director para componer los planos y aprovechar todo el ancho que le permitía el formato panorámico —y si hablo en pasado es porque...bueno, ya sabéis todos por qué, ¿no?—. Muestras de dicha capacidad las encontramos a manos llenas durante las dos horas de metraje de 'Jungla de cristal' con detalles aquí y allá que enriquecen sobremanera lo que ya es un filme que, huelga decirlo, se encuentra a una altura considerable.
"Detalles" de suma relevancia que complementan, y de qué manera, la claridad narrativa de la que hace gala McTiernan y la pareja de editores del filme y que quedan dispersos en secuencias como la irrupción del grupo de criminales en la planta 30 del edificio Nakatomi; la aparición de Al Powell, el policía interpretado por Reginald VelJohnson y todo lo que sucede cuando se le hace partícipe de la situación dentro del rascacielos; el "¡agua va!" que es punto intermedio de una de las escenas más espectaculares del metraje o, por ejemplo, aquella en la que poli y villano se ven las caras por primera vez. Y eso por citar unas pocas dentro del inmenso oceáno que son 131 minutos inigualables.
Tan inigualables, que 'Jungla de cristal' —título muy adecuado para ésta, pero muy poco para todas las secuelas que vendrán...de nuevo los responsables de las distribuidoras españolas cubriéndose de gloria con las traducciones— terminará configurándose como el rasero mediante el que se medirán futuras incursiones del séptimo arte en el género de acción. Unas incursiones que durante la década siguiente estarán contadas veces a la altura de este soberbio ejemplo y que, cuando así lo estén, tendrán sus títulos de mayor envergadura en manos de, ¿lo adivinan? ¡Exacto! John McTiernan y James Cameron.
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