Sé lo que alguno estará pensando en estos instantes. Que con la cantidad de títulos que hay por ver y comentar, cómo es que servidor ha tenido los bemoles de querer volver a asomarse a tan oscuro rincón del cine de los años ochenta y, no contento con eso, pretende compartir con los lectores de esta página las nefastas impresiones extraídas del mismo. ¿Y sabéis qué? Que tendríais toda la razón sino fuera porque, desde el principio, Cine en el salón se ha definido como el espacio del blog en el que hablar sin restricciones de (casi) todo lo que veo en dicha estancia de mi vivienda.
Visto así, y considerando que servidor no sólo se alimenta de exquisiteces, está claro que de cuando en cuando mi vagar por el cine de hace tres décadas traerá a colación cintas como 'Humanoides del abismo' ('Humanoids from the Deep', Barbara Peeters, 1980), una producción no acreditada del temido y amado Roger Corman que de tan infumable que es, termina huyendo como de la peste de esa simpática afirmación que solemos utilizar al referirnos a una película mala que, de tanto que lo es, termina siendo buena.
'Humanoides del abismo', criaturas cachondas
Ni bromeando podríamos aseverar tal cosa de una de las producciones más horrendas que he tenido el disgusto de echarme a la cara. Y si se salva de coronarse como la peor es por dos motivos. Uno, que el que esto suscribe se niega por ahora a sumergirse en los lodazales de las series por debajo de la B. Y dos, que aún considerando que es pésima allí por dónde se la quiera coger, 'Humanoides del abismo' termina convirtiéndose en un vehículo para el humor no pretendido, provocando la carcajada en no pocas ocasiones.
Dudo mucho que las intenciones de Frank Arnold y Martin B.Cohen al redactar la historia fuera el convertir este relato que mezcla sin ningún tipo de vergüenza y con una claridad que no se le escapa a nadie, los esquemas de 'Tiburón' ('Jaws', Steven Spielberg, 1975) y 'Piraña' ('Piranha', Joe Dante, 1978) —no en vano Dante fue el primero al que se le ofreció la dirección de la cinta— con aquellos procedentes de 'La niebla' ('The Fog', John Carpenter, 1980) y los pasa, atención, por el filtro de una película pornográfica para ofrecernos un espectáculo que no tiene desperdicio. Bueno, sí lo tiene, lo tiene todo, pero vosotros me entendéis.
Si bien las referencias a 'Tiburón' son más que evidentes, supongo que alguno podría acharme aquí que aquellas que recuerdan a la cinta de Carpenter son imposibles por cuanto sólo unos meses separan a una de la otra. Pues bien, estaría dispuesto a apostar lo que fuera a que, de alguna manera, la pareja de guionistas —más bien la terna, que también está acreditado un tal Frederick James— tuvo acceso al libreto de la cinta de terror protagonizada por Jamie Lee Curtis y de ahí los sospechosos parecidos.
Y si sois de los que no la habéis visto y os estáis preguntando qué diantres he querido decir con eso del filtro porno, aquí va la aclaración: girando en torno a un pueblo costero que es atacado de forma paulatina por unas cruentas criaturas submarinas verdosas derivadas de la mutación del ADN de unos salmones a los que se le dio hormona del crecimiento —y no, no me estoy inventando nada—, resulta descacharrante que los monstruos protagonistas descuarticen sin piedad a todo hombretón que se les ponga por medio para, así, poder beneficiarse a placer a las féminas del lugar...con los consiguientes planos de desnudos por doquier, claro.
Con estos mimbres, intentar levantar una aproximación sesuda a 'Humanoides del abismo' es tan fútil como innecesario. Quedaría por apuntar aquí que la dirección de Barbara Peeters es, como mucho, discreta cuando no de un nivel de risa; que los actores hacen lo que pueden con lo que tienen —y ni lo que tienen es mucho, ni lo que hacen con ello tampoco— y que hasta la banda sonora de James Horner, en su tercer trabajo profesional, es de un olvidable de cuidado.
Para aquellos que adoráis las anécdotas queda el que el corte inicial filmado por la Peeters careciera de todo el despelote que terminó en el montaje final y que este fuera añadido por el director de segunda unidad James Sbardellati —(ir)responsable de la nefasta 'El último guerrero' ('Deathstalker', 1983)— siguiendo la máxima impuesta por Corman de "matad a todos lo hombres, violad a todas las mujeres". Ante tamaña afirmación, nada me queda por añadir.
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