Cine en el salón: 'Gremlins', Dante en la cumbre

El primer recuerdo sobre 'Gremlins' (id, Joe Dante, 1984) es tan similar al de otras películas de las que vi durante los maravillosos ochenta, que casi sería intercambiable con éstas: salir a toda prisa de casa de mis padres; recorrer a una velocidad de vértigo la avenida que nos separaba del cine de dos salas en la que lo proyectaban; llegar casi sin tiempo para encontrarnos con una cola que rodeaba la manzana; entrar con menos de un minuto de margen y buscar sitio como fuera —olvidáos de las butacas numeradas, aquello era un sálvese quien pueda—...y quedar embelesado y enmudecido desde el primer minuto de proyección, al último.

Claro está, que este clásico indiscutible del cine de hace tres décadas, tenía todas las papeletas para convertirse precisamente en eso, en una de esas cintas que da igual las veces que la revises se mantiene incólume y que resiste el paso del tiempo como si por ella sólo hubieran pasado un par de semanas en lugar de treinta y un años. Y si las tenía —las papeletas— era por la sencilla razón de venir apadrinada por aquél que por entonces convertía en oro todo lo que tocaba, un Steven Spielberg que había descubierto el guión casi por casualidad y que, tras leerlo, lo había calificado como "uno de los más originales con los que me he cruzado en años".

Una salvajada que hubo que rebajar

Respaldando la ya amplia confianza que suponían esas palabras, Spielberg decidiría reservarse la posición de productor ejecutivo, co-financiar la cinta a través de la Amblin con la Warner Bros. y ofrecerle la silla de director a Joe Dante, un cineasta que con 'Aullidos' ('The Howling', 1981) o esa colaboración previa con su colega que había sido uno de los segmentos de 'En los límites de la realidad' ('Twilight Zone. The Movie', VVDD, 1983) había dados sobradas muestras de ser el artista perfecto para trasladar la mezcla de humor y terror que destilaban, a manos llenas, las páginas del libreto de un desconocido llamado Chris Columbus que mañana estrenará 'Pixels' (id, 2015).

De hecho, tan salvaje era el libreto original redactado por Columbus —según él, inspirándose en los desagradables ruidos que una legión de ratones hacían en su apartamento por las noches— que muchos fueron los cambios que hubieron de ejercerse sobre el mismo antes de que el filme se comenzara a rodar. Pero ni siquiera éstos fueron suficientes para que a la cinta siempre se la haya considerado, junto a 'Indiana Jones y el templo maldito' ('Indiana Jones and the Temple of Doom', Steven Spielberg, 1984) como la directa responsable de que la MPAA, el organismo de calificación estadounidense, creara el PG-13 derivado del PG que se le asignó a ambas cintas. Una calificación que entraría en vigor sólo dos meses después del estreno de 'Gremlins'.

Con la escena del Mogwai explotando en el microondas como una de las más nombradas a la hora de plantear la creación del nuevo estándar de edad, lo que los empleados del MPAA probablemente no sabrían es que, por el camino, 'Gremlins' había perdido tan familiares pasajes como la decapitación de la madre de Billy; Barney, el perro del protagonista, siendo devorado por las verdes criaturas u otra en la que éstos, mientras desatan el caos en las calles de Kingston Falls, invaden un McDonalds para zamparse...a todos los humanos que allí engullen hamburguesas.

Todo un muestrario que no parece salido del responsable de filmes del talante de 'Aventuras en la gran ciudad' ('Adventures in Babysitting', 1985) y que también incluían un pequeño detalle cuyo cambio debemos a Spielberg: en el guión original Stripe, el líder de los Gremlins malvados, no salía de Gizmo y crecía aparte, sino que era el propio mogwai protagonista el que se convertía en la salvaje criatura. Aduciendo que la audiencia querría que el entrañable "bicho" permaneciera a lo largo de todo el metraje, es a la providencial intercesión del productor a quien hay que agradecer una decisión que benefició sobremanera al producto final.

Dante se disfraza de Capra...más o menos

Aunque su prologo no indique tal cosa, el primer tramo del metraje de 'Gremlins', justo cuando arrancan los créditos iniciales al ritmo del 'Christmas (Baby Please Come Home)' cantado por Darlene Love, es todo un homenaje de guionista y sobre todo director a '¡Qué bello es vivir!' ('It's a Wonderful Life', Frank Capra, 1946), clásico Capriano por excelencia que, pocos minutos después, mostrará la pantalla del televisor de la cocina de los Peltzer, esa familia media americana acuciada por problemas económicos que, de alguna manera, sirve también de émulo de la que encabezaban cuarenta años antes James Stewart y Donna Reed.

El paseo inicial de la cámara por la calle principal de Kingston Falls —hasta el nombre resuena al Bedford Falls del filme de Capra— es una clara referencia a aquél que Stewart da en el jubiloso y acongojante clímax de 'Qué bello es vivir', mostrando Dante al seguir a Billy en su camino hacia el trabajo lugares comunes como el cine —en el que se proyectan dos títulos que no son más que una broma interna hacia los dos filmes de extraterrestres de Spielberg— o el "Emporium" y dándonos a conocer en esos mismos minutos a la Sra. Deagle, una amargada viuda que guarda no pocas concomitancias con el tirano Sr. Potter que arruina a los Bailey.

'Gremlins', "It's a wonderful...death!!!"

Ahora bien, más allá de dichos guiños a uno de los mejores títulos de la historia del cine, y del hecho de que la cinta se desarrolle en Navidad —construyendo Columbus y Dante, a través del personaje de Phoebe Cates, el chiste más macabro de la acción— 'Gremlins' es, permitid el "palabro", una cafrada de muy señor mío que nada tiene que ver con el encanto y el positivo mensaje de la cinta de Capra y sí con el espíritu del poco acomodaticio cine adolescente que solía producirse durante los ochenta y que tantísimo echamos de menos y adoramos los que crecimos en aquella época.

Y de ese espíritu tan particular, hay sobradas muestras a lo largo de los 106 minutos de metraje de los que mucho habría que destacar, ya en la espléndida dirección de Dante, ya en la soberbia labor del equipo detrás de la creación de esos maravillosos animatronics que son los Gremlins —aquí no hay trampa digital que valga, todo es de "verdad"— ya, por supuesto, en la fantástica y ajustada partitura que compone Jerry Goldsmith en uno de los períodos de mayor fertilidad creativa de su longeva trayectoria.

Cerrando los setenta de forma inmejorable con sus dos scores galácticos, Goldsmith había escrito entre 1981 y 1984 partituras tan soberbias como las de 'Acorralado' ('First Blood', Ted Kotcheff, 1982), 'N.I.M.H, el mundo secreto de la Sra. Brisby' ('The Secret of N.I.M.H', Don Bluth, 1981), la citada 'En los límites de la realidad', la grandiosa 'Bajo el fuego' ('Under Fire', Roger Spottiswoode, 1982) o la partitura que subraya con precisión el ecléctico carácter de la cinta que hoy nos ocupa; una partitura que mezcla orquesta tradicional y sonidos sintetizados —algo con lo que el músico jugueteó mucho en aquellos años— y que queda coronada por el sencillo y pegadizo tema asociado a Gizmo.

La música de Goldsmith es un ejemplo brillante —pero sólo un ejemplo más— de lo mucho que hay que valorar de una cinta que sabe como combinar de forma magistral el terror con el humor, el talante familiar e incontables guiños para los cinéfilos, sin que en ningún momento la mezcla chirríe: del primero hay sobradas muestras a lo largo del metraje a partir del momento en el que la versión macarra de los Gremlins hace aparación sembrando la muerte y la destrucción allí donde van. Una cualidad que, mezclada con lo salvaje del humor que rubrican secuencias como las del pub o el cine —ésta última, antológica como ella sola— da como resultado un clásico ochentero inolvidable.

Con sus modestos 11 millones de dólares de presupuesto y los asombrosos 148 que terminó amasando en la taquilla estadounidense, 'Gremlins' pasó a convertirse en el cuarto filme más taquillero de 1984; un hecho que hoy habría supuesto la puesta en marcha inmediata de una serie de secuelas y que, por aquél entonces, inició un proceso que tardó en decantar seis años hasta el estreno en 1990 de 'Gremlins 2: La nueva generación' ('Gremlins 2: The New Batch, Joe Dante), versión a mayor escala del original que, sin embargo, no estará a la altura del enorme encanto que éste sigue desprendiendo. Miedo me da ese posible remake...

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