Fernando León de Aranoa estrenaba el viernes su última propuesta cinematográfica, esa 'Un día perfecto' (id, 2015) que tan irregulares críticas está cosechando y para la que el cineasta madrileño ha contado con el reparto más internacional de cuántos ha tenido a su disposición hasta el momento —tanto que sólo un actor español, Sergi López, forma parte del mismo. Y a colación de dicho estreno, y huyendo centrarme en la que hubiera sido elección obvia por cuanto es su mejor cinta, hoy vamos a echar la vista muy atrás en Cine el salón para revisar la interesante ópera prima con la que Aranoa se dió a conocer hace ahora casi veinte años.
'Familia' (id, 1996) es, como poco, una película curiosa. Tanto que, al margen de 'Los lunes al sol' (id, 2002) es el título firmado por Aranoa sobre el que servidor más veces ha vuelto durante los cuatro lustros que el año próximo habrán transcurrido desde su estreno. Y si tanto he vuelto a ella, no es por la capacidad de sorprender que su argumento sigue albergando —más sobre ésto a continuación—, sino por el estado de gracia constante en el que la totalidad de su reparto conseguía estar durante los casi cien minutos en los que se prolonga esta historia con la que el cineasta venía a hablarnos, en esencia, sobre la soledad.
'Familia',
Tiene veinte años, pero aun así, avisados quedáis de ineludibles spoilers
La premisa de partida de 'Familia' es de esas que la primera vez que da la cara, deja al espectador a cuadros. La cinta arranca con los miembros de una casa preparándose para el desayuno y el con el padre esperando a que suene el despertador para levantarse de la cama. En esos primeros instantes ya hay apuntes y diálogos de los personajes que no parecen apuntar a una familia normal, pero que quedan justificados tratándose como se trata de una ficción que es tomada como exageración de la vida misma.
Es en el momento en que el padre, un inconmensurable Juan Luis Galiardo, se sienta a la mesa junto a su madre, esposa y tres hijos, cuando el discurrir de la cinta da la primera y reveladora pista a lo que, poco después, se nos trasladará: que la familia que estamos viendo no es más que un pequeño grupo de actores contratados por el personaje de Galiardo para que se hagan pasar por sus parientes más cercanos durante un día completo, el de su cumpleaños.
Tal revelación, que se produce cuando el "pater" muestra su disconformidad hacia la elección del chaval que interpreta a su hijo pequeño, abre las puertas al resto de una historia que, narrada de forma aparentemente casual por la cínica mirada de Aranoa, podría no haber sobrevivido al giro argumental que el cineasta y guionista imprime de forma tan temprana al metraje. No obstante, el interés por lo que seguirá sucediendo durante ese día va en aumento al mismo ritmo que la curiosidad por averiguar los motivos que han llevado al "padre" a contratar al grupo teatral y, por supuesto, por conocer mejor a los actores que han aceptado participar en tan curioso experimento.
Plagado de encuentros entre los mismos que son tan divertidos como extraños —impagable es la conversación entre "padre" e "hija" acerca del sexo— y de situaciones cuyo sentido de la comedia recae sobre su talante surrealista, es 'Familia', como decía, un espléndido aunque sucinto y universal análisis sobre el temor a la soledad que, tantos años después de su estreno, mantiene y aumenta vigencia por lo mucho que la sociedad ha cambiado desde entonces por mano de la red de redes.
La elocuencia del discurso de Aranoa, cargada de melancolía, queda expuesta de forma precisa en ese instante en el que Galiardo —lo mejor de una cinta redonda en términos interpretativos que haya sus puntos álgidos en una tremenda Elena Anaya y un gran Chete Lera— le espeta a uno de sus "familiares" que quien dice eso de "mejor sólo que mal acompañado" es que nunca ha estado sólo. Impresionante carga de profundidad que habla con suma claridad acerca del trasfondo sobre el que se sustenta la engañosa ligereza de la producción.
Una propuesta que no necesita de vanos alardes, que es rodada con suma sencillez de medios, que tiene un ritmo envidiable, que sabe cómo reinventarse en su punto intermedio para seguir manteniendo el interés del espectador —genial la adición del personaje de Alicia— y que, ante todo, es perfecto preludio de lo que veremos en años sucesivos en la personal filmografía de un cineasta que podrá o no apasionar, pero nunca deja indiferente.
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