Tras el parón de la semana pasada —y la anterior—, finalizamos hoy este pequeño y breve recorrido sobre las que servidor considera las tres mejores producciones que salieron de los estudios animados de Don Bluth con la que, en según qué términos —ya aclararé en cuáles sí y en cuáles no— considero la obra más redonda del antiguo artista de la Disney. Un filme poderosamente emotivo que volvió a batir en taquilla sin problemas a la producción de la casa de Mickey Mouse con la que tuvo que competir de forma directa: la muy irregular y más olvidable 'Oliver y su pandilla' ('Oliver & Company', George Scribner, 1988).
Pero los méritos de 'En busca del valle encantado' ('The Land Before Time', Don Bluth, 1988) no deberían medirse, igual que aquellos que acumulaba a manos llenas dos años antes 'Fievel y el nuevo mundo' ('An American Tail', Don Bluth, 1986), por los deméritos de su más directa competencia sino, sobre todo, por ser un filme que —y lo sé, me estoy empezando a repetir con la argumentación— sigue funcionando a la perfección veintisiete años más tarde y que alude de forma tan efectiva a los peques de ahora como lo hacía a los que lo eran —o no lo éramos tanto— a finales de los ochenta.
Una mudanza y muchos recortes
Ya durante la producción de 'Fievel...', Steven Spielberg comenzó a cruzar ideas con Don Bluth acerca de cuál sería su siguiente colaboración conjunta. Y la intención del primero era clara, producir un filme similar a 'Bambi' (id, David Hand, 1942) pero con dinosaurios (sic). De las muchas posibilidades que ambos cineastas hablaron antes de concretar lo que terminaría siendo 'En busca del valle encantado', la que quizás sea más curiosa —y por otra parte obvia— era el deseo expreso de Spielberg y de George Lucas, que también se subiría al carro como productor, de que la cinta siguiera la tónica que Disney había explorado con tanto acierto en el segmento de 'La consagración de la primavera' de 'Fantasía' ('Fantasia',VVDD, 1940), esto es, un filme completamente carente de diálogos.
Pero la lógica terminó imponiéndose a las peticiones de ambos productores, que no tuvieron más remedio que admitir que una producción que discurriera por esos derroteros difícilmente iba a ser capaz de llamar la atención del público objetivo al que iba a ir dirigida esta aventura en el pasado de nuestro planeta. Una aventura cuyo estreno se había previsto inicialmente para el otoño de 1987 pero que, eventualmente, tuvo que aplazarse un año cuando Bluth, como ya veíamos hace tres semanas, decidió que podía ser mucho más productivo aprovechar las ventajas fiscales que ofrecía Irlanda y mudo todo el estudio a Dublín.
Toda vez comenzó la producción, empezaron a completarse secuencias y Spielberg y Lucas asumieron el enfoque infantil que iba a adoptar el filme, fueron ellos los primeros que detectaron que si era a los más peques de la casa a los que había que atraer, el tono de la cinta tenía que variar drásticamente. "Es demasiado terrorífica. Tendremos a niños llorando y a un montón de padres enfadados. Y eso no es lo que queremos". Esas fueron las palabras con las que el visionario cineasta se dirigió a Bluth para hacerle entender que, si querían evitar a toda costa una calificación PG, la cinta tenía que sufrir pérdidas que la hicieran más amable.
(Mínimos spoilers...aunque ya os vale si no habéis visto un filme de hace casi treinta años) Y así fue como 'En busca del valle encantado' pasó de sus 79 minutos iniciales de duración a los breves 69 a lo largo de los cuales se extiende su metraje definitivo, perdiendo por el camino diecinueve escenas centradas, ya en el ataque de "Diente Agudo" —el tiranosaurio que amenaza las vidas de los cinco protagonistas— ya en secuencias que mostraban a los pequeños en momentos de grave peligro. Al margen de éstas, Bluth también tuvo que suavizar el indudable impacto emocional que iba a producir la muerte de la madre de Piecito, introduciendo al personaje de Hocicos, el viejo dinosaurio que alienta al protagonista a que piense que ella estará siempre en su corazón.(Fin spoilers)
La música, de nuevo, la música
Aún así, aún contando con cómo terminó tratándose toda la situación para disminuir en la medida de lo posible el sufrimiento de los infantes de la época, queda claro viendo la citada escena y los minutos que la siguen que dicho deceso es de esos que se te queda clavado en la memoria para toda tu vida. Y si alguien es directo responsable de ello más allá de Stu Krieger —el guionista— y Don Bluth ese es, sin lugar a dudas, un James Horner que, repitiendo tareas de composición, nos regala aquí una de las cinco mejores partituras que compuso durante los ochenta, una década en la que su talento nos dejó momentazos como 'Krull' (id, Peter Hyams, 1983), 'Willow' (id, Ron Howard, 1988) o 'Aliens, el regreso' ('Aliens', James Cameron, 1986).
Y es que, a pesar de sus "parabará" y sus más que obvias "deudas" —que aquí por momentos se convierten en préstamos directos— a 'La consagración de la primavera' de Stravinsky o a 'Pedro y el Lobo' de Prokófiev, el desaforado lirismo y la precisa conjunción que la partitura de Horner guarda para con las imágenes de la cinta es de un calibre como pocos, superando a lo que el compositor ya había conseguido para 'Fievel...' y dejándonos momentos musicales que a día de hoy siguen sorprendiendo después de decenas y decenas de audiciones a lo largo de los años.
Entre ellos, qué duda cabe, el motivo coral que acompaña a Piecito y que queda íntimamente asociado a su madre y a la búsqueda del Gran Valle, las juguetonas notas con las que se describen a Patito y a Petri, los dinosaurios más pequeños en tamaño del heterogéneo grupo al que sigue la acción o las potentes sonoridades que se asocian a Diente Agudo o al momento del terremoto inicial. Todas ellas hablan del estado de gracia en el que Horner se encontraba en unos años en los que (casi) todo lo que salía de sus pentagramas era glorioso y, en última instancia, de la componente de atemporalidad que atesora tan entrañable filme.
'En busca del valle encantado', un punto y aparte
Historia de amistad sin fronteras y del duro tránsito hacia la madurez, 'En busca del valle encantado' continúa, en términos de animación como de historia, con lo que Bluth había venido ofreciendo desde su primera producción en solitario. Y si bien es cierto que en lo que a calidad de la última se refiere hay un descenso notable entre éste filme y 'Nimh, el mundo secreto de la Sra. Brisby' ('The Secret of NIMH', Don Bluth, 1982), también lo es que a lo que aquí asistimos es a un despliegue magnífico de labor artística, sobre todo en aquello que atañe a unos dinosaurios cuya naturalidad de movimiento es asombrosa.
Notándose dicha disminución de calidad más en los fondos que en otro aspecto —normal de todas formas cuando el escenario que enmarca la acción es un planeta yermo—, la espléndida paleta de tonos térreos que domina la práctica totalidad de la acción sirve para aumentar la percepción dramática de un relato que, en su esquema general, será fusilado de forma inmisericorde por producciones posteriores como la muy irregular 'Dinosaurio' ('Dinosaur', Eric Leighton y Ralph Zondag, 2000) o la reciente 'Caminando entre dinosaurios' ('Walking with Dinosaurs', Barry Cook, Neil Nightingale, 2013).
Junto a el gargantuesco número de secuelas directas a video que generó el filme y que nada tienen que ver con Bluth —este año verá la luz su décimo cuarta entrega—, la copia indiscriminada de las ideas expuestas por el cineasta y su equipo creativo hace tres décadas habla mejor que nada del rico legado que dejó tan memorable producción. Un filme que, como tantos otros de los ochenta, conforme pasa el tiempo se hace cada vez más fuerte en su atemporalidad —y me repito, mi hija de tres años y medio está completamente enganchada tanto a éste como a 'Fievel...'— y que sigue emocionando y arrancando lágrimas como lo hiciera aquella primera vez.
'En busca del valle encantado' se eleva pues, en pocas palabras, como un CLÁSICO que, desafortunadamente, daría el pistoletazo de salida al progresivo descenso de calidad y eventual desaparición de una productora que, durante casi diez años alimentó nuestros sueños de niños con películas que se mantienen imborrables en el recuerdo y que, no cabe duda, nos ayudaron a crecer en muchos más sentidos de lo que es capaz de abarcar tan vasto sustantivo. Por eso, y por todo aquello que se escapa a la palabra, GRACIAS Don Bluth.
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