Como quiera que soy bastante metódico en mi trabajo y que adoro eso de hacer listas para después ir tachándolas poco a poco, cuando arranqué Cine en el salón hace dos años casi y medio, procedí a tirar de memoria y a comenzar a apuntar todos aquellos títulos de los años ochenta a los que, en principio, tenía intención de dar salida. Llegado el momento, cuando se vió claramente que la principal inclinación de esta sección era recorrer dicha década, muchos de vosotros añadísteis con vuestros comentarios un puñado significativo de producciones que servidor no había recordardo, completando un número al que todavía, después de tanto tiempo, le queda mucho para agotarse.
Respondiendo su revisado y posterior artículo al deseo puntual de visitar de nuevo recuerdos de antaño, no son pocos los filmes que podrían pertenecer a esa muy amplia categoría de "aquellos que adoraba de niño y que nunca he vuelto a ver por miedo al desencanto". Una categoría a la que ya han ido a parar muchas de las cintas que aquí hemos ido dando salida y a la que se aferra con inusitada fuerza la que hoy nos ocupa, segundo largometraje en la trayectoria de Roland Emmerich y primero que el cineasta alemán co-produciría con capital estadounidense antes de dar el salto al otro lado del charco con 'Soldado universal' ('Universal Soldier', 1992).
'El secreto de Joey', pésimo crisol
Estrenada en 1985, 'El secreto de Joey' ('Joey', Roland Emmerich) es un intento —huelga decir que fallido— por parte de la industria cinematográfica alemana de hacerse eco de dos de los mayores éxitos que, tres años antes, había conocido la estadounidense. Un intento que, además, al copiar con descaro esquemas argumentales de dichas dos producciones, no llega a sentirse ahora, tantos años después de su estreno, como aquél original título que entroncaba de lleno en la corriente del mejor cine para chavales de la década, sino como un burdo plagio de sendas películas que servidor sí considera como parte de lo mejor que supieron ofrecer los ochenta.
¿Qué cuáles son los dichosos filmes? 'E.T. El extraterrestre' ('E.T. The Extraterrestrial', Steven Spielberg, 1982) y 'Poltergeist' (id, Tobe Hooper, 1982). ¿Que cómo los copia la cinta de Emmerich? De forma indiscriminada. Extrayendo de ambas el ambiente genérico de esos suburbios tan típicamente yanquis en los que se desarrollaban de forma indistinta una u otra producción y, como decía, haciéndose especial eco en la tan extendida corriente de de cine para todos los públicos pero en especial para pre-adolescentes que tanto abundó hace treinta años, 'El secreto de Joey' fusila a diestro y siniestro ideas de los dos.
De 'E.T' tenemos al protagonista, un niño que acaba de perder a su padre —del padre de Elliot lo que sabemos es que se separó de su madre— y comienza a desarrollar poderes telequinéticos muy similares a los del extraterrestre creado por Carlo Rambaldi mientras se pasa el día jugando con sus figuras de Star Wars y duerme rodeado de merchandising de la cinta de George Lucas. De 'Poltergeist', la cinta itera sobre el más allá con la presencia de un ente maligno que quiere usar la inocencia de los niños para volver a cobrar vida, comunicándose con Joey a través de un teléfono de juguete. Toma ya.
Ahora bien. Cabría pensar que no importan tamañas "influencias" si el resultado final está tan bien cosido que éstas se interpretan como homenajes conscientes a sendos representativos filmes y no como préstamos que traslucen a la legua su condición y que, de ser eliminados, dejarían un esqueleto insustancial y raquítico que quedaría muy lejos de servir de justificante para sentarse delante del filme. Pues eso, que lo segundo. Que no hay por dónde coger a una cinta con un guión lamentable que nunca termina de romper, que se mueve con incomodidad entre lo infantil y lo adulto sin llegar a ninguno de ambos extremos y que cuenta con momentos de extrema vergüenza ajena.
Nada ayuda a mejorar la percepción que del libreto se extrae una dirección ramplona y poco imaginativa de la que lo único que destacaría es la manera en que se maneja la "mejor" parte de la cinta, aquella que discurre en el laberinto en el que quedan atrapados Joey y los demás niños protagonistas. Una secuencia que siendo niño daba bastante "canguelo" y que es quizás la mejor representante de la incomodidad con la que se mueve el filme entre los mundos infantil y adulto.
Con dos versiones circulando por ahí desde hace bastantes años —para su estreno en Estados Unidos la cinta se reeditó y recortó de forma masiva— la que servidor recomendaría, en caso de que nada de lo anterior os haya desalentado, es la original alemana por cuanto, con sus infinitos problemas, es ligeramente superior a la americana. Y un apunte final, si ninguna de las dos versiones contaría con mi aprobación, aún menos lo haría el que sería el siguiente file de Emmerich, un subproducto llamado 'El secreto de los fantasmas' ('Hollywood Monster', 1987) que os dejo a continuación por si algún incauto quiere asomarse al cine de su niñez. Mi recomendación es que no lo hagáis. Pero allá cada uno...
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