En 1983 las cosas iban viento en popa para la Cannon y, por supuesto, para sus dos propietarios, Menahem Golan y Yoram Globus. Ambos seguían dando el sello de aprobado a todo proyecto que se les presentara por delante, y continuaban acosando a esa loca idea de montar un gran estudio de cine que les había llevado, en primera instancia, a comprar la pequeña distribuidora unos pocos años antes. Dejándose llevar por la impresión de que podrían conseguir doblegar el sueño americano a su antojo, los primos se embarcaron en una corta aventura que los llevó a tierras italianas.
Allí crearon una productora llamada, obviamente, Cannon Italia, uniéndose con nombres del cine local bastante dudosos como los de Bruno Mattei —candidato al principio junto a Claudio Fragasso de hacerse cargo del proyecto—, Ruggero Deodato en la mítica a la par que cutre 'Los bárbaros' ('The barbarians', 1987) —que supondría el estrepitoso final de su periplo italiano— o Luigi Cozzi, realizador escogido para llevar a cabo el taquillazo garantizado que se suponía iba a ser esta suerte de revival del inmenso éxito que el 'Hércules' ('Le fetiche di Ercole', 1958) de Pietro Francisi había tenido 25 años antes.
La decisión de contar con Cozzi tuvo que ver directamente con el relativo éxito económico que el realizador había cosechado con las infumables 'Star Crash, choque de galaxias' ('Starcrash / Scontri stellari oltre la terza dimensione', 1978) y 'Contaminación (alien invade la Tierra)' ('Contamination - alien arriva sulla terra', 1980), considerando Golan y Globus que, en lugar de importarla directamente, sería mejor producirla para facilitar su traslado a Estados Unidos y decidiendo, por el camino, que para no quebrarse mucho la cabeza, el propio Cozzi sería el que escribiría el guión.
Delirio kitsch de principio a fin, el libreto de Cozzi para 'El desafío de Hércules' ('Hercules', 1983) es un pastiche multireferencial que coge la mitología griega, la mete en un saco y le da una somanta de palos para, después, abrir dicho envoltorio y utilizar el amasijo resultante. Un amasijo que, antes de ser plasmado sobre papel, se habrá hecho eco de las modas cinematográficas del momento, encontrando a lo largo y ancho del metraje "homenajes" nada velados a éxitos de primer orden del cine reciente de aquellos años.
Así, no debería resultarnos extraño identificar "sutiles referencias" a cintas como 'Superman' (id, Richard Donner, 1978), de la que extrae el origen del héroe; 'Conan el bárbaro' ('Conan the barbarian', John Millius, 1982), con ese paso de niño a fornido hombre, molino incluido; 'Excalibur' (id, John Boorman, 1982), y ese remedo de la legendaria espada de Arturo que aparece al principio del filme; o, de forma aún más descarada, 'Furia de titanes' ('Clash of titans', Desmond Davies, 1981), una cinta que le sirve para fusilar parte del guión, con Casiopea de por medio, que es la excusa perfecta para la imposible aparición de engendros mecánicos animados por stop motion a lo Ray Harryhausen, algo así como "si 'Furia de titanes' tenía un búho robótico, ¿por qué no puedo yo tener un abejorro, una hidra y un centauro?" y que encima justifica que Hércules sea el artífice del nacimiento de la Osa Mayor al matar al oso asesino de sus padres y lanzarlo al espacio (sic).
(Spoilers ahead) Desafortunadamente para Cozzi, y aún más para el público, tanta referencia termina generando un potaje incomestible que, en términos de historia, comienza explicando el origen del universo con la aparición por ahí de la Jarra con luces psicodélicas de Pandora; sigue narrando cómo Hércules, aquí el hijo de los reyes de Tebas — y no el de Zeus— es elegido por el padre de los Dioses para ser el recipiente mortal de un poder sobrehumano que lo convertirá en algo más que un mero mortal y cómo, tras ser sus padres asesinados por orden de Minos, que quiere controlar al mundo por medio de la tecnología (sic), será criado por un matrimonio de campesinos.
A partir de la muerte de estos a manos del citado oso, Hércules se embarcará en la misión de proteger a Casiopea, hija del rey Augias, de las maquinaciones de Minos y Ariadna, su pérfida hija, limpiando los establos de aquél —única referencia a las doce tareas que el héroe mitológico llevo a cabo— y encontrándose en su camino, aunque la explicación para tal encuentro sea de lo más peregrina, con la bruja Circe; exacto, la Circe de Ulises, una prueba más de que, a la hora de escribir el guión, Cozzi no tuvo reparo alguno en traer a colación todo aquello que le vino en gana y que, supuestamente, habría de hacer más "molona" la historia. (Fin de spoilers)
A lo ecléctico del guión nada ayudan una estética en la que hay cabida para todo —sólo hay que observar los atuendos de la tercera foto que ilustra este artículo—; una dirección de lo más heterogénea que queda al servicio de la constante aparición de efectos visuales de toda índole a cada cual más nefasto —si dejamos de lado el que las criaturas mecánicas parezcan hechas con piezas defectuosas del Tente de cualquier chaval de la época, cabe preguntarse, ¿a qué tanto destello metálico?—; un montaje burdo que, para colmo, tiene el descaro de utilizar en un momento dado planos de masas directamente extraído de algún péplum anterior y unas actuaciones que duelen, y mucho.
Encabezado el reparto por el fornido Lou Ferrigno, un "actor" con poco carisma, nula capacidad para el drama y aún menos ideas de cómo colocarse delante de una cámara sin parecer un alelado, encontramos en 'Hércules' a granados nombres del péplum como Rossana Podestá —la diosa Hera— o Brad Harris —Augias—, a los que se unen otros del talante de la voluptuosa Sybill Danning, en un horrendo papel como una Ariadna que se empeña, y cómo, en enseñar cuánto más cacho mejor, la transexual Eva Robin's —que encarna a un Dédalo que es una mujer que en realidad es un hombre, ¡¡qué genio el de Cozzi!!— o la bella aunque sosa Ingrid Anderson como Casiopea.
Otra muestras más de lo mucho que 'Hércules' trata de emular a los éxitos del momento y convertirse así en un taquillazo sin precedentes —por si a alguien le queda alguna duda a estas alturas, no lo fue— quedan patentes tanto en su poster, clon descarado del estilo de los de Drew Struzan, el genial artista al que le debemos, entre otros, los carteles de las trilogías de 'Indiana Jones' o 'Regreso al futuro' ('Back to the future', Robert Zemeckis, 1985); como en esa banda sonora de desaforado carácter sinfónico con una fanfarria inicial de notables influencias "willianescas" que compuso, como pudo, un Pino Donaggio cuyas sonoridades habituales pocas veces se habían acercado —o se han vuelto a aproximar— al épico carácter del que hace gala el tema principal del filme.
'El desafío de Hércules' fue uno de los VHS que más llegué a alquilar del videoclub que estaba al lado de casa de mis padres: fascinado por aquél entonces por todo lo que oliera a aventuras, a Conan y a fantasía en general —no sé si me atreveré a hablar en su momento de las veces que ví 'Ator el poderoso' ('Ator l'invincibile', Joe D'Amato, 1982)— mis progenitores terminaron por comprarle la cinta al propietario del establecimiento para que dejara de incordiar cuando, a la llegada de cada sábado, lo único que yo quería era volver a llevarme a casa aquella caja de portada alucinante. Otro mito más que se va al traste con el paso del tiempo. ¿Cuántos más quedarán por derrumbar?
Por cierto, a pesar de sus dos Razzies y de su fracaso en taquilla, la cinta conoció una secuela un par de años después, dirigida y guionizada de nuevo por Cozzi sobre material que Bruno Mattei había rodado para otro filme. Un ejemplo más de lo poco que la calidad importaba a los (ir)responsables propietarios de la Cannon.
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