Cine en el salón. 'Delta force', estrambótico dos por uno

Albergaba muy pocas dudas al respecto de que este paseo sin rumbo fijo que estoy haciendo por el cine de los ochenta me terminaría llevando a arribar a las costas de la Cannon. De hecho, en una inmensa lista de películas que me hice cuando se me ocurrió la idea de abrir esta "Nostalgia ochentera" figuraban cuatro producciones de los infames Menahem Golan y Yoran Globus. Lo que de ninguna manera tenía previsto era que el repaso a las cintas de la productora pasara por aceptar el reto lanzado por uno de nuestros lectores, y se tradujera en comenzar este mini-recorrido por seis de sus filmes revisionando 'Delta force' ('The delta force', Menahem Golan, 1986), un filme que ha resistido horriblemente mal el paso del tiempo y que se hace fuerte en lo de "es tan mala que es buena" que el otro día aplicábamos a 'G.I.Joe: la venganza' ('G.I.Joe: retaliation', Jon Chu, 2013). Pero no nos adelantemos.

Antes de continuar, vayan por delante mis más sinceros agradecimientos a mi antiguo y gran amigo Paco Fox por las acotaciones que ha tenido a bien compartir sobre todas las películas que voy a repasar.

Un poco de historia, muy poca, antes de entrar en materia

Tras haber cosechado cierto éxito en su Israel natal con películas de las que hoy no se acuerda nadie, Menahem Golan y Yoram Globus se preparaban para dar el salto a Hollywood, empujados por el reconocimiento que la Academia americana había tenido a bien concederle con la nominación a la Mejor Película de Habla no Inglesa por 'Operación relámpago' ('Mivtsa Yonatan', Menahem Golan, 1977), filme que Golan había dirigido y escrito basándose en el secuestro de un avión de Air France por parte del Frente de Liberación Popular Palestino en 1976 y que dió lugar a la Operación Entebbe, nombre este último del aeropuerto ugandés donde aterrizó el aeroplano —sobre dicha operación rodó Irvin Keshner una pasable tv-movie que contaba con Charles Bronson, Peter Finch y Yaphett Koto entre sus intérpretes—.

Alentados, como decía, por el inusitado éxito de su filme —una cinta poco menos que olvidable aunque sea de lo más digerible de la filmografía de productores— los primos adquirieron una pequeña distribuidora que sería el primer paso para que Menahem realizara su sueño de levantar su propio gran estudio de cine. Un sueño que, arropado en el notorio mal gusto del que ambos hacían gala —y no lo digo yo, lo dice un antiguo empleado en una jugosa entrevista que podéis encontrar aquí—, los llevaría a producir sin ton ni son cerca de ¡100 películas! entre 1979 y 1990, ganándose el merecido apodo de los "Go-Go-Boys" que le puso la prensa norteamericana por su propensión a dar luz verde a TODO aquello que pasara por sus manos.

1984: Cannon meets Norris

En 1983 Golan y Globus tenían un encuentro de esos que marcarían a conciencia el devenir de sus decisiones como compañía, produciendo la primera de las varias cintas de acción que protagonizaría el hierático Charles Bronson. Con 'Al filo de la medianoche' ('10 to midnight', J.Lee Thompson, 1983) como primera entrega de las cinco cintas que el actor llegaría a protagonizar para la Cannon, a ese "histórico" momento le "debemos" también el definitivo descenso a los infiernos de J.Lee Thompson, el cineasta responsable, entre otras, de las magníficas 'Los cañones de Navarone' ('Guns of Navarone', 1961) y 'El cabo del terror' ('Cape fear', 1962), que terminaría hundiéndose en la miseria ejemplificada en los infumables filmes de justicieros de Bronson o en esperpentos como 'Las minas del rey Salomón' ('King Solomon's mines', 1985).

Y si importante había sido para la pareja de israelitas conocer a Charles Bronson, igual o mayor relevancia supondría darse de bruces con cierto karateka de barba pelirroja que elevaría el cine de acción de la década a inesperadas cotas de patadas giratorias: Chuck Norris ya era famosete en el mundo del cine desde aquél combate en el Coliseo de Roma que lo enfrentara a Bruce Lee en la escena final de 'El furor del dragón' ('Meng long guojiang', Bruce Lee, 1972), pero sería su intervención en las dos entregas de 'Desaparecido en combate' ('Missing in action', Joseph Zito, 1983) lo que terminaría convirtiéndolo en leyenda viva —cualquiera se lo discute a este buen señor— del cine de género.

Sería tras las dos citadas entregas de aquellos horrendos títulos y después de 'Invasión U.S.A' (id, Joseph Zito, 1985), filmes todos de una ideología con cierta tendencia a situarse a la derecha del Tea Party, que llegaría el ansiado momento de Menahem Golan de demostrar que su visión cinematográfica era capaz de convertir un filme de acción en verdadero arte, aunque para ello tuviera que renunciar a sus pretensiones de llegar a hacerse con la ansiada Palma de Oro de Cannes que tanto persiguió (sic). Era la hora de 'Delta force' —notése, por favor, la ironía de las dos frases anteriores—.

Un cóctel...¡¡¡explosivo!!!

'Delta force', que recibe su nombre del grupo real de operaciones especiales antiterroristas del ejército norteamericano, nace originalmente como un remake de ‘Operación relámpago’ por voluntad expresa de un Golan que quería acercarse de nuevo a la historia de la operación Entebbe, suavizando el politizado mensaje que la cinta original acarreaba —recordemos aquí que Menahem se apellidaba en realidad Globus y que, nacionalista israelí profeso, cambió su apellido por el de Golan para hacer honor a las dos victorias del ejército de su país en los Altos del Golán sobre las fuerzas sirias tanto en la Guerra de los Seis Días (1967) como en la de Yom Kipur (1973)—.

Para conseguirlo, Golan mezcló sin pudor alguno su gusto desmesurado por el tipo de cine que representaban 'Aeropuerto' ('Airport', George Seaton, 1970) y sus secuelas, con los nuevos modos del género de acción de la década de los ochenta que para 1986 ya estaban plenamente asentados: sólo a través de tan ecléctica mezcla puede explicarse ese dos por uno al que hago referencia en el título de esta entrada. Con un arranque que muestra el final de la operación Eagle Claw — un fiasco mediante el que la administración de Jimmy Carter quiso poner fin a la crisis de los rehenes de la embajada americana en Teherán, la misma crisis con la que arranca 'Argo' (id, Ben Affleck, 2012)—, aunque el que así sea no se nos explique en ningún momento, 'Delta force' se estructura en dos partes bien diferenciadas.

La primera, que ocupa algo más de una hora de metraje, es la que muestra el secuestro de un avión de la ficticia compañía aerea ATW, anagrama de la TWA, por parte de dos terroristas libaneses, dividendo Golan su discurso narrativo entre la creciente tensión a bordo del avión y el operativo que comienza a montarse en Estados Unidos para rescatar a los pasajeros. Este primer tramo de la cinta, basado directamente en el secuestro del vuelo 847 de la TWA de 1985, resulta bastante correcto y si pasamos por alto el descaro de alguna elipsis y lo risible de ciertas interpretaciones —ya sean de actrices de la talla de Hanna Schygulla, ya de néofitos como el David Menachem que interpreta, es un decir, a uno de los dos terroristas—, es fácil calificarlo como lo mejorcito que se rodó en la Cannon en toda su existencia.

Pero, ¡ay!, es tocar tierra el avión y pasar la cinta de thriller a desenfreno de acción e irse a tomar viento fresco toda la credibilidad del filme. Tomando aquí el guión las referencias reales de la citada operación Entebbe, es en la eterna segunda parte del filme donde asistimos a toda la pirotecnia descontrolada que la contención de la primera hora había evitado mostrar. Con el "todo vale" por bandera, a Golan se le va completamente de las manos el espectáculo de cinco pistas que intenta orquestar, y a cada minuto de proyección, la faceta "seria" de la producción deja paso cada vez más al absurdo humor derivado de las mil y una explosiones sin sentido, de las persecuciones carentes de lógica y de lo imposible que, en sí mismo, es ese héroe a prueba de balas interpretado, si me permitís la licencia, por Chuck Norris.

Con nuestro barbudo pegando tiros a todo bicho viviente, dando una única patada —¡lástima!— y acabando con lo que se le pone por delante con su motocicleta ultraequipada, 'Delta force' se va al garete irremisiblemente conforme se acerca su conclusión. Atrás quedan 128 minutos de metraje —a los que una tijera y una buena mesa de edición les habrían sentado espléndidamente— por los que se han paseado caras tan conocidas como las del ultra bronceado Robert Foster, bastante convincente como el otro terrorista libanés, o el ajado Lee Marvin en la que sería su última intervención en la gran pantalla, y en los que hemos tenido que soportar una y otra vez la machacona melodía que un Alan Silvestri en horas bajas compondría en los mismos modos sintéticos que ya le habíamos escuchado en 'El vuelo del navegante' ('Flight of the navigator', Randal Kleiser, 1985) un año antes.

Ver todos los comentarios en https://www.espinof.com

VER 21 Comentarios

Portada de Espinof