Cine en el salón: 'Cristal oscuro', el asombro

Las marionetas por si solas no hacen nada, y tú tienes que crear la ilusión de que pueden hacer cualquier cosa. Brian Froud

Fue leer hace unas semanas el primer volumen que ha publicado la editorial Norma de 'Mitos de la creación' —una serie ideada por Brian Froud destinada a descubrir los secretos del mundo de Urth— y sentir la necesidad imperiosa de volver a adentrarme por enésima vez en uno de los filmes más fascinantes de cuántos innumerables tuve la ocasión de disfrutar hace tres décadas. 'Cristal oscuro' ('The Dark Cyrstal', Jim Henson & Frank Oz, 1982) fue determinante en el desarrollo de mis filias cinematográficas y aún hoy, treinta años más tarde —treinta y dos para ser precisos— su visionado evoca sensaciones que otros filmes de la época no consiguen despertar.

Con siete años, en 1982 los Teleñecos y 'Barrio Sésamo' formaban parte de mi normal discurrir semanal —y el de incontables niños que crecieron con tan entrañables criaturas—, y ver a Gustavo, Peggy, el Conde, los dos críticos, Coco, el monstruo de las galletas, la gallina Caponata, el caracol Pérez Gil o, por supuesto, Epi y Blas, era en incontables ocasiones el mejor momento del día. Debido a ello, la natural curiosidad infantil por saber qué diantres era aquella película hecha con marionetas que tantas similitudes parecía guardar con uno de mis programas televisivos favoritos fue la que obligó a mi sufrido padre a llevarme al cine la tarde de un sábado de esos que nunca se olvidan. Poco podía imaginar aquel chaval que la mente creadora del espectáculo que estaba dejándolo cautivado era, precisamente, el mismo que había dado vida a los Muppets.

Una fuerza creativa arrolladora

Y es que hablar de (casi) todos los personajes que hemos citado arriba es hacerlo sin posible escapatoria de Jim Henson, un auténtico hombre renacentista que dedicó su talento a ser titiritero, pintor, animador, inventor, guionista, productor y director de cine y a cuya febril imaginación debemos muchas generaciones gran parte del imaginario colectivo que nos ayudó a transitar felices por nuestra infancia.

Responsable tanto del diseño como del manejo de muchas de las marionetas que aparecían en sus programas —el fue el único que movió y dió voz a Gustavo desde su primera aparición en la televisión británica en 1976 hasta su fallecimiento en 1990— a Jim Henson le debemos también el haber creado los míticos Fraguel, el ser, junto a Frank Oz, el que diera apariencia, voz y alma a Yoda y, en lo que a esta entrada compete, uno de los tres motores fundamentales en la creación y producción tanto de 'Cristal oscuro' como de esa no menos fascinante película de los años ochenta que fue 'Dentro del laberinto' ('Labyrinth', Jim Henson, 1986).

Influencia incuestionable en incontables producciones cinematográficas y televisivas posteriores, ya sea de forma directa —suyo fue el diseño de los trajes que llevaban las tortugas ninja en su presentación en el cine en 1990— como indirecta, el genio creativo que Henson instiló durante tantos años en tantos y tan diversos productos —¿quién que viviera los 80 no recuerda 'El cuentacuentos' ('The storyteller', 1988)— es el que, sin duda alguna, provocó que 'Cristal oscuro' fuera un filme tan peculiar que, ya en el momento de su estreno, fue poco (o mal) entendido por una gran porción del público adulto de la época —entre los que tengo que incluir a mi padre, cuyo rostro a la salida del cine lo decía todo acerca de qué le había parecido el filme.

Creando una mitología completa

La inspiración para lo que años después se terminaría convirtiendo en 'Cristal oscuro' le llegó a Henson a mediados de los setenta cuando vió una ilsutración en un libro de poemas de Lewis Carroll en la que aparecían cocodrilos viviendo en un palacio y vestidos con elaborados trajes y suntuosas joyas. Unido a ello, las raíces de la cinta se hunden 'The Land of Gorch', un sketch recurrente de la etapa que Henson y Farnk Oz pasaron en el 'Saturday Night Live' antes de emigrar a Inglaterra, y que uno de los productores ejecutivos del legendario espacio televisivo definió como "teleñecos que pueden quedarse hasta tarde".

Dicho sketch tenía también lugar en un mundo ajeno al nuestro en el que no había personajes humanos. Un mundo algo oscuro y tenebroso que, según Frank Oz, entroncaba con la idea de Henson de "traer de vuelta la oscuridad de los cuentos de hadas de Grimm"; siendo el propio Henson el que afirmaba que no era sano que los niños crecieran sin nunca pasar miedo. Formuladas sus ideas en un borrador de 25 páginas que tituló 'El cristal', Henson esbozaba aquí una historia que ya contenía muchos de los elementos básicos que aparecerán en el producto final, incluyéndose de forma temprana las tres razas, los dos funerales, la búsqueda, el personaje femenino secundario, el cristal y la reunificación bajo la Gran Conjunción.

Obsesionado con poner en marcha una producción que terminaría extendiéndose a lo largo de cinco años, Henson contactó con el que se terminaría convirtiendo en pieza fundamental sin la cual 'Cristal oscuro' nunca habría visto la luz, nos referimos, como no, al artista Brian Froud, un dibujante y diseñador de talento asombroso cuyo trabajo durante el prolongado tiempo que ocuparon la pre-producción, rodaje y post-producción de la cinta, fue decisivo.

Con un equipo que durante bastantes meses estuvo formado tan sólo por nueve personas, los esfuerzos iniciales de Henson, Oz —el tercer pilar creativo de la empresa— y Froud fueron destinados a concretar aquello que terminaría viéndose en la pantalla, y mientras los dos primeros barruntaban ideas acerca de cómo visualizar el mundo de Urth, la frenética labor del artista se destinó a tanto a dar forma a los místicos, los skeksis, los gelflin, los podlings y Aughra, como a fundamentar la milenaria historia de este fantástico mundo en una mitología propia que transmitiera una constante sensación de verosimilitud al espectador que acudiera al cine.

Con mucho de la Inglaterra natal de Froud marcando la paleta de colores térrea con la que el artista definiría a todas las criaturas —imprescindible resulta, en este sentido, hacerse con el fantástico volumen publicado hace unos años que recoge infinidad de los diseños del filme— es muy evidente, cuando uno se fija de forma detenida en todo aquello que atañe al diseño de producción, el nivel de concreción que se alcanzó con éste, jugando Froud con el triángulo y los círculos constantemente para caracterizar a esas dos facetas de una misma entidad que son los apacibles místicos y los repulsivos skeksis.

Todo ese trabajo de fondo es uno de los aspectos que, con los años, siempre me ha parecido una de las grandes bazas con las que juega 'Cristal oscuro' para situarse muy por encima de otras producciones de fantasía de la época: el esfuerzo que Froud y el equipo de diseño de la cinta pusieron en dotar a Urth de un semblante inequívoco de veracidad es algo que dimana de cada plano de cuantos se compone el filme, ya sea en tres de los escenarios principales donde se desarrolla la acción —el valle de los místicos, la morada de Aughra y el fabuloso castillo skeksi— ya en los fantasiosos paisajes artificiales poblados por mil y una especies de diferentes plantas y animales creados ex-profeso para la película.

La inusitada vida de unos trozos de trapo

Hace unos años asistí a una proyección de la película en un cine de Londres y eran dignas de observar las reacciones de los asistentes: en un momento en el que todo es digital, no se podían creer que lo que estaban viendo era completamente real. Brian Froud

Por más que con el paso de los años hayan perdido algo de la magia que tenían cuando uno era pequeño, es indudable que la expresividad que Henson y su equipo de marionetistas arrancaban a esos trozos de trapo que son los Teleñecos era de un talante superlativo, tanto como lo había sido la que Frank Oz había conseguido con Yoda en 'El imperio contraataca' ('Star Wars. The Empire Strikes Back', Irvin Keshner, 1980) o como la que lograrían alcanzar aquí con todos y cada uno de los personajes que pueblan el mundo de Urth.

Con los podlings como los menos trabajados a nivel de diseño —en un momento dado de la etapa de pre-producción, estos personajes tan ligados a la tierra no eran más que una patata con ojos—, resulta asombrosa la vida tan creíble que se insufla a Jen, Kira, los skeksis y, sobre todo, a esa Aughra que tantas gesticulaciones y aspavientos llega a realizar sin que en ningún momento el espectador tenga atisbo de duda acerca de que los cineastas han conseguido colocar su cámara en un mundo completamente real.

A ello ayuda, no cabe duda, la escasez de efectos especiales —que se limitan a algún que otro cielo y al clímax de la cinta con los Urskeks— y la integración de actores de reducida talla maquillados como los personajes en los planos lejanos en los que el uso de marionetas habría dificultado sobremanera la producción, unos planos estos que, fotografiados con gran belleza, sacan un partido espléndido de los varios entornos naturales de Inglaterra en los que el rodaje se movió antes de pasar a los estudios Elstree.

'Cristal oscuro', algo más que una simple película para niños

Considerando todo lo anterior, lo que puede percibirse al ver la cinta —que tiene un diseño de sonido espléndido y una banda sonora de Trevor Jones que se ajusta como un guante a la acción— es que 'Cristal oscuro' es una pequeña obra de arte en la que hasta el más mínimo detalles ha sido cuidado para que el espectador se olvide de estar contemplando a unos muñecos moverse por un entorno ficticio.

Tal es el calibre de lo que Henson, Oz, Froud y todo el talento creativo detrás de la producción ponen en juego, que resultan especialmente reseñables algunas de las veladas influencias a las que ciertos momentos de la cinta aluden —o parecen aludir—. Reflejadas éstas ya en el carácter Buñuelesco de la cena de los skeksis, en esa mezcla entre influencias tibetanas y el arte de Brueghel que es la secuencia en el poblado de los podlings o en la combinación entre el laboratorio del 'Frankenstein' de James Whale con ciertas connotaciones hacia el monolito de '2001. Una odisea en el espacio' ('2001: A Space Odissey', Stanley Kubrick, 1968) que suponen los momentos en que el skeksi científico arrebata la fuerza vital a las criaturas que tiene como prisioneras, lo que es muy evidente es que 'Cristal oscuro' era y es más que un mero filme de fantasía orientado a entretener a los chavales de la época.

Tanto es así, que el trío responsable de la cinta veía a ésta como el primer escalón en una serie de producciones de carácter más adulto que habrían ido orientadas a "dignificar" —como si hiciera falta— el mundo de las marionetas en la gran pantalla, hablándose ya entonces, antes del estreno, de una hipotética secuela que Henson y David Odell, guionista del filme, habrían comenzado a desarrollar durante la producción.

Pero la tibia recepción crítica del filme, y el hecho de tener que competir en taquilla con cierto extraterrestre que quería volver a su casa, terminaron siendo factores decisivos para impedir que los sueños de Henson, Oz y Froud pudieran verse materializados, y el primero tendría que conformarse cuatro años más tarde con estrenar, bajo la producción de George Lucas, la citada 'Dentro del laberinto', un filme de menor calado que 'Cristal oscuro' que, a la postre, terminaría por cerrar los anhelos del padre de los Teleñecos.

En su carácter de pieza única, 'Cristal oscuro' es un maravilloso ejemplo —uno de los más maravillosos— de cómo se cultivaba la fantasía durante los años ochenta, una década sobre la que pocos elogios pueden hacer real justicia. Parte indeleble de mi infancia cinematográfica, el mejor elogio que quizás puede hacerse hacia este imperecedero filme es precisamente ese, que con tres décadas a sus espaldas, estos noventa y tres minutos con marionetas de trapo, extrañas y desagradables criaturas y la leyenda de un cristal mítico siga atesorando todo la magia que sus responsables vertieron en ella hace ya tantos lustros.

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