Ante los espléndidos resultados que obtuvo con 'Chronicle' (id, Josh Trank, 2012) hace tres años, es muy fácil entender el por qué Fox confió en el joven cineasta para que se encargara de esa debacle que ha terminado siendo el filme sobre superhéroes Marvel peor valorado de la historia de La Casa de las Ideas. No en vano, la opinión mayoritaria sobre el debut de Trank en la gran pantalla, situaba a la cinta entre lo notable y lo sobresaliente, y su recaudación de algo más de sesenta millones en Estados Unidos quintuplicaba a la inversión inicial de la productora, de unos exiguos 12 millones.
Pretendiendo pues trasladar el éxito de ésta pequeña producción a la Primera Familia Marvel, lo que la Fox al parecer no ha sabido respetar —por todo lo que ha trascendido en las dos últimas semanas desde que la cinta se estrenara al otro lado del charco— es el tono que Trank pretendía dar a las aventuras de Reed, Sue, Ben y Johhny. Unas aventuras que el cineasta quería atar a los modos realistas con los que en cierto modo se caracteriza una propuesta que, filmada en el estilo found footage, bebe de fuentes como 'Carrie' (id, Brian DePalma, 1976), 'La furia' ('The Fury', Brian DePalma, 1978) y, con más intensidad, 'Akira' (‘アキラ’, Katsuhiro Otomo, 1988).
Arquetipos que funcionan
De cualquiera de las tres, excelentes muestras del cine de terror rodado por DePalma las dos primeras y uno de los mejores animes venidos del país del sol naciente el tercero, Trank y Max Landis —hijo de John Landis y guionista del filme partiendo de una historia co-escrita entre él y el director— extraen la idea de unos adolescentes que, por circunstancias que en este caso toman forma en el accidental contacto de los tres protagonistas con lo que parece ser un artefacto extraterrestre, terminan dotados de poderes sobrenaturales que les permiten mover objetos con la mente o volar.
Pero donde más hincapié común hace 'Chronicle' con los citados filmes es en la idea que se derivaba de la terna de que un poder de tal envergadura termina corrompiendo a un espíritu frágil: lo hacía en el de la Carrie interpretada de forma sublime por Sissy Spacek, en el Robin de 'La furia', de forma brutal en el Tetsuo de 'Akira' o, en el caso que nos ocupa, en el del Andrew encarnado espléndidamente por Dean De Haan, el mejor descubrimiento en términos interpretativos del trío que completan Alex Russell y Michael B. Jordan —sí, el Johnny Storm de 'Cuatro Fantásticos' ('Fantastic Four', 2015).
Por más que responda a un arquetipo bastante trillado —el del adolescente abusado en el colegio e incomprendido en su casa que termina rebelándose de la forma más virulenta posible— la brillante labor de De Haan consigue que nos olvidemos de lo previsible del tratamiento que el guión hace tanto de su personaje como del terrible camino en el que se terminará adentrando y las consecuencias que ello traerá a los otros dos adolescentes protagonistas, su primo —Russell— y uno de los estudiantes más populares del instituto —Jordan; ambos arquetipos que funcionan igual casi igual de bien que el asociado al personaje de Drew.
Una estructura familiar
Con dos partes muy bien diferenciadas, cualquiera que se acerque éstos días a 'Cuatro Fantásticos' ('Fantastic Four', Josh Trank, 2015) observará que la estructura de la segunda cinta de Trank mantiene similitudes nada casuales con la de 'Chronicle': ambas cuentan con un primer y segundo acto en los que la exposición y desarrollo de personajes prima sobre otras disquisiciones y con un clímax en el que se concentra la práctica totalidad de la acción del filme. Lastrado precisamente por tan extensa primera parte, la diferencia entre el tramo inicial de 'Cuatro Fantásticos' y 'Chronicle' reside en un pequeño factor fundamental: la capacidad para sorprender al espectador.
Inexistente en el vapuleado filme, la sorpresa es cualidad permanente en una cinta que, además, conjuga con el desarrollo de los tres adolescentes el que el despertar de éstos a la extensión de sus poderes y la forma en la que ésta rodado —como decía arriba toda la cinta es visualizada desde las cámaras de De Haan o, llegado el final (del que ahora hablaremos largo y tendido) a través de multitud de diferentes dispositivos— mantienen al público expectante durante su intensa hora y media larga.
De hecho, es en ese extenso tramo inicial del filme donde mejor funciona el guión de Trank y Landis al describir con suma naturalidad lo que unos adolescentes harían al descubrir que poseen poderes como los que vemos aquí, levantándole las faldas a compañeras de instituto con el pensamiento, o gastando bromas a diestro y siniestro en un comportamiento que, como digo, nunca se percibe como forzado o extraño y que, llegado el momento, deja paso al terrible cariz que toman los acontecimientos.
'Chronicle', lecciones para el futuro 'Akira'
Con escenas durante su desarrollo que quedan salpicadas de un nada desdeñable sentido de la maravilla —y lo alucinante asociado a los poderes que destila, por ejemplo, el primer vuelo de los protagonistas— la influencia del tercer título en discordia que citábamos antes se deja notar sobremanera en el asombroso acto final del filme, perfecta reinterpretación de la muy lisérgica contrapartida del filme de Otomo que, eliminando toda componente poco inteligible, demuestra con contundencia que no hacen falta millones y millones de dólares cuando se tiene imaginación.
Y de imaginación narrativa y visual pueden hablar y mucho los veinte últimos minutos de 'Chronicle', un clímax en el que Trank pone toda la carne en el asador para continuar sorprendiendo al espectador de forma constante mediante recursos que van desde los constantes cambios de visualización de la acción —insisto en que aquí el papel de trasladar la acción ya no recae sobre cámara del protagonista, sino en móviles, tabletas, cámaras de seguridad y helicópteros de televisión—, hasta un montaje espléndido que saca asombroso partido de ese perpetuo movimiento al que se somete el punto de vista de lo que se nos traslada para que todo parezca tan real como la vida misma.
Recordando y mucho al encuentro definitivo entre Tetsuo y Kaneda en los decadentes escenarios de Neo-Tokyo —el parecido de De Haan con Tetsuo no parece casual—, el final de 'Chronicle' y su más que adecuado epílogo cierran una función con gran personalidad que, para el que esto suscribe, se sitúa en el segundo puesto más alto de ese abusado "género" que ha sido el found-footage. Por encima de él, de los incontables títulos que en los últimos veinte años se han rodado utilizando dicha técnica, la primera entrega de '[REC]' (id, Jaume Balagueró y Paco Plaza, 2007). Por debajo, 'Monstruoso' ('Cloverfield', Matt Reeves, 2008). ¿El resto? Paja.
Otra crítica en Blogdecine | 'Chronicle', monstruoso adolescente
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