Muchas y muy variadas fueron las ocasiones que, durante esa fértil década para la ciencia-ficción que fueron los años cincuenta del siglo pasado, el cine recurrió a la amenaza de las mutaciones o las invasiones de criaturas de pesadilla como premisa de partida para guiones de lo más variopinto. Algunas de esas incontables propuestas ya han sido repasadas tanto por mi compañero como por un servidor en este ciclo que llevamos dedicando al género desde hace casi un año. Otras, siguen esperando a que Alberto tenga a bien hacerse eco de ellas.
Resulta pues sorprendente que con el abuso que se hizo del tipo de ideas que configuran cintas como 'La humanidad en peligro' ('Them!', Gordon Douglas, 1954), 'Taránatula' ('Tarantula', Jack Arnold, 1955) o, en términos bien diferentes, la magistral 'El increíble hombre menguante' ('The Incredible Shrinking Man', Jack Arnold, 1957), al séptimo arte le quedaran ganas de acercarse a una idea en la que, a priori, las hormigas quieren conquistar el planeta. Y digo a priori porque en esta única y afortunada incursión de Saul Bass en los terrenos de la dirección hay mucho más de lo que parece a simple vista.
Fascinación por lo visual
De hecho, si sólo tuviéramos que atender al explícito cartel que encabeza este artículo, la idea que nos llevariamos de 'Sucesos en la IV fase' ('Phase IV', Saul Bass, 1974) sería completamente errónea, ya que la cinta dirigida por Bass dista mucho de ser "otra película con monstruo aparentemente imparable" para posicionarse como un efectivo experimento visual —no podía ser de otra manera viniendo firmada por quien viene— que, además, ofrece una serie de reflexiones nada desdeñables en su lisérgico y onírico tramo final.
Ya desde el comienzo, con esas secuencias filmadas por Ken Middleham en la que se nos muestran, de forma asombrosa, cómo por mor de un evento cósmico desconocido las hormigas de nuestro planeta comienzan a evolucionar de forma acelerada y a adquirir una conciencia de colmena, 'Sucesos en la IV fase' pone al espectador en una posición que nada tiene que ver con la que los filmes de los cincuenta ostentaban, dando ya primeras muestras gracias a una labor de montaje especialmente reseñable la singularidad de la propuesta que va a ser un filme marcado por la personalidad de su máximo artífice.
Y es que ese genio de los títulos de crédito que fue Saul Bass consigue aquí traspasar aquí gran parte del talento de esas magistrales secuencias de inicio que cuajó a lo largo de su trayectoria profesional a un metraje que se beneficia sobremanera de la inventiva visual del artista, supliendo lo que podemos ver en pantalla con ciertos momentos del guión de Mayo Simon que se antojan demasiado endebles, sobre todo en lo que a la personalidad errática del personaje interpretado por Nigel Davenport respecta.
'Sucesos en la IV fase', el final perdido
No es que los otros dos personajes que completan el trío de protagonistas se lleven un tratamiento mucho más complejo que el que encarna el actor británico fallecido el año pasado, pero las acciones de éste no encuentran la necesaria justificación en el libreto. De todas formas, y como apuntaba antes, estas asperezas quedan limadas por una componente visual espléndida, plena en recursos e inventiva que, llegando al final, adquiere esos tintes de análisis filosófico-existencialista tan comunes en el cine del género de la década de los setenta.
(Atención, SPOILERS) Un final de unos cuatro minutos de duración en el que, a través de un montaje alucinante que no oculta sus claras connotaciones lisérgicas ni su voluntad onírica, Bass postulaba lo que podría ser una nueva civilización en la que los humanos hubiéramos evolucionado por la intercesión de esa nueva inteligencia que adquieren las hormigas. Mostrándonos pues una nueva Tierra a través de unas imágenes tremendamente hipnóticas, resulta sorprendente que dicha conclusión —que podéis ver a continuación— no fuera incluida en la distribución final del filme por decisión de sus distribuidores. (Fin SPOILERS)
En su defecto, un remontaje muchísimo más breve y menos elocuente es el que se pudo ver hace cuarenta años, estropeando la concepción de un filme muy volcado en esos últimos minutos que, no obstante, ofrece sin ellos un metraje mediante el que Bass se descubre como un cineasta capaz de controlar de forma espléndida la tensión, planteando durante buena parte de la acción una atmósfera asfixiante que carece de problemas a la hora de traspasar los límites de la pantalla y atenazar al espectador.
Quizás no sea toda una obra maestra del género, pero hay en 'Sucesos en la IV fase' motivos más que sobrados para justificar tanto su inclusión en este ciclo como su visionado por parte de los aficionados al género que desconocieran su existencia. Que el filme de Bass es una joyita de esas cuyo descubrimiento es toda una sorpresa es algo que huelga afirmar a la luz de lo que hemos desgranado aquí. Responsabilidad vuestra será el acercaros a ella o dejar pasar la oportunidad de aumentar con su visionado vuestro acervo sci-fi.
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