Seguimos en la ciencia-ficción de los años cincuenta con ‘Red Planet Mars’ (Harry Horner, 1952), un film que se aparta considerablemente de los elementos típicos del género en aquellos años de euforia atómica, vida extraterrestre y comunismo. Si bien muchas de las películas de aquellos años narraban la aventura del hombre explorando el universo, o la llagada de extraterrestres a nuestro planeta, por lo general con malas intenciones, el casi desconocido trabajo de Horner destaca por incluir todo eso desde una óptica que rehuye de efectos especiales y platillos volantes.
No es Horner un director conocido, ni siquiera un poco. Por lo general asociado a la televisión de aquellos años, dirigió siete películas, entre las que destacan ‘Beware, My Lovely’ (1953), film noir que explotaba la pareja Ida Lupino/Robert Ryan y ‘Un revólver solitario’ (‘Man From Del Río’, 1956). ‘Red Planet Mars’ es su ópera prima, un film atrevido en cuanto a lo argumental, aunque muy rutinario en su puesta en escena. Una de esas películas que deben verse con perspectiva, que proporcionan un rato entretenido, entre otras cosas por su corta duración, y también por lo delirantes que resultan algunos aspectos de su trama.
Peter Graves, en uno de sus primeros papeles importantes en la gran pantalla, y Andrea King dan vida al matrimonio de científicos Cronyn que han logrado hacer contacto con el planeta Marte. Enviando los primeros números de la secuencia de Pi, y obteniendo la continuación, se forma todo un alboroto al descubrir en posteriores mensajes que la vida en el planeta rojo llega a los 300 años, o que no utilizan ni petróleo ni energía atómica, sino energía cósmica. Las consecuencias mundiales son prácticamente catastróficas, comenzando por la quiebra de las compañías de seguro, seguidas de la agricultura y demás sectores, para regocijo del pueblo ruso.
Dios
Los rusos que no pueden faltan en films de aquellos años ya sea físicamente presentes como personajes del relato, o como visible amenaza proveniente del otro lado del telón de acero, con la Guerra Fría en ciernes. Los malvados rusos —así son retratados todos, sin compasión, en el film— poseen un as en la manga: un científico ex nazi —para redondear más al enemigo de occidente— que, escondido en los Andes, intercepta los mensajes entre América y Marte. El ex nazi, personaje a cargo de un muy convincente Herbert Berghof, es el verdadero inventor del transmisor que permite la comunicación, pero su estancia en prisión durante siete años le impidió seguir investigando. Detalle gracioso con algo de mala leche.
Mientras los mensajes van y las respuestas vienen, todo ello entre conversaciones de tono trascendental y especulaciones varias, el film se ceba en el retrato de los rusos con frases tan demoledoras por parte de sus dirigentes políticos como la siguiente:
No hay nada de malo en matar a 10 ó 20 millones de los nuestros para que los demás te obedezcan.
Y mientras el film continúa por esos derroteros, éste resulta altamente fascinante y entretenido, y a día de hoy bastante divertido. Pero llega la sorpresa en su tramo final. Mensajes de tipo religioso que hace creen que Jesucristo también estuvo en Marte, provocan toda una revolución en el pueblo ruso, que hartos de su vida, salen a las calles a seguir a rebelarse en nombre de Dios.
Así pues, ‘Red Planet Mars’ termina cayendo en cierta espiritualidad, al margen de todas las paranoias mentales típicas de la sociedad estadounidense, intentando una utopía de proporciones cósmicas, la unión de todos los pueblos del mundo bajo la sabia mirada del creador, lo cual parece acabará con todos los desastres económicos de nuestro planeta. Ver para creer.
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