Se acabó. Después de cuatro años, la saga basada en la trilogía de novelas escrita por Suzanne Collins ha llegado a su punto y final. Una conclusión arropada en la sucinta controversia que arrastró la escisión por motivos puramente comerciales de una última entrega que, toda vez vista, deja muy claro que este capítulo final de las aventuras de Katniss Everdeen habría funcionado muchísimo mejor de haberse condensado en un único filme de metraje algo más prolongado: no creo que nadie hubiera puesto impedimentos a la hora de sentarse durante tres horas en el cine para acudir de una sentada a un espectáculo al que, al margen de otras disquisiciones, le sobra duración.
Circunstancias puramente comerciales a un lado, es una mal entendida fidelidad para con las páginas originales el motivo principal que subyace tras la decisión de haber querido trasladar hasta la última acotación del texto de Collins, dejando pasar por alto esa máxima que debería regir toda adaptación de cualquier obra a la gran pantalla y que queda enunciada por la manida expresión de "medios diferentes requieren necesidades narrativas diferentes". Una máxima que es ignorada aquí de forma flagrante y que deriva, en una buena parte del metraje, en convertir a 'Los juegos del hambre: Sinsajo - Parte 2' ('The Hunger Games: Mockingjay - Part 2', Francis Lawrence, 2015) en la más irregular de las cuatro entregas de la franquicia.
El saldo final de la saga
Una primera entrega muy entretenida. Una segunda parte que éste redactor no titubeaba en apuntar como una de las mejores películas que había dado el 2013. La primera mitad de un último capítulo que, como veíamos el otro día, arriesgaba en su salto a la gran pantalla y salía airosa a la hora de tener que trasladar la parte menos agraciada de 'Sinsajo'. Y ahora esta segunda mitad, una exhaustiva y milimétrica traducción a imágenes en movimiento de dos horas y veinte de duración a las que, como comentaba en el párrafo anterior, nada mal le habrían venido decisiones orientadas a hacer de ella un producto más "peliculero" y menos literal.
El esfuerzo es loable, no me malinterpreten, y supone una auténtica declaración de principios que nada a contracorriente y no se deja arrastrar por convencionalismos ni exigencias de la industria. Pero más allá de lo plausible de dicho posicionamiento, y entrando a valorar los resultados desde un punto de vista estrictamente cinematográfico, creo que resulta incuestionable que 'Sinsajo - Parte 2' no sale muy beneficiada del exhaustivo seguimiento que su guión hace de los capítulos ideados por la Collins, ya sea por cuestiones que habrían sido fácilmente resueltas con la ayuda de una "tijera" —virtual, claro está— ya por aquellas que atañen a haberle dado un giro a ciertos momentos.
Ejemplo que se me antoja más evidente de ésto último, de un diferente enfoque que habría beneficiado sobremanera al avance del filme, es una muy buena parte de todo aquello que transcurre sobre el asfalto y bajo las calles del Capitolio, un extensísimo y por momentos soporífero tramo central que por ir dando exacta cuenta de las diferentes "vainas" a las que los personajes tienen que hacer frente, termina por aburrir a las piedras; algo que, como digo, podría haberse solucionado con un montaje más dinámico que hubiera mostrado en pocos minutos lo que aquí se extiende en tantos.
'Sinsajo - Parte 2', correcto final
Dicho esto, no quisiera parecer excesivamente exigente cuando la verdad es que, ignorando dichos pasajes, otros de vergüenza ajena —cierta conversación entre Hutcherson y Hemsworth— y la acumulación gratuita de finales en los últimos minutos de proyección, 'Sinsajo - Parte 2' es una digna conclusión a la saga de Katniss con momentos de gran épica que quedan insertados, como ha venido siendo norma desde el comienzo, en un tejido en el que los personajes son lo primero, y lo último: cuidado con encomiable esmero en todas sus predecesoras, aquí seguimos viendo la evolución de Katniss, Peeta, Gale, la presidenta Coin o el presidente Snow.
De hecho, es en éstos dos últimos donde la cinta guarda sus mayores sorpresas —algo previsibles, pero sorpresas a fin de cuentas— en términos argumentales y donde, como ya pasara en la directa antecesora, es posible hallar el mejor apoyo interpretativo de la proyección. Un apoyo en el que también habría que meter a Jennifer Lawrence por algún que otro instante muy afortunado en el que la actriz convence en su vertiente más dramática como pocas veces lo ha hecho a lo largo de las tres películas anteriores.
Envuelta de nuevo en una factura técnica impecable —el diseño de producción es fantástico—, con una dirección que sabe mezclar lo sobrio con el espectáculo y que ofrece su mejor cara en el apoteósico final del segundo acto —cinco minutos que se cuentan entre lo mejor que hemos visto en 'Los juegos del hambre'— es la música de James Newton Howard la que más sorprende en comparación con lo escrito por el compositor hasta el momento para la franquicia: no es que haya sabido reencontrarse con el yo que conocimos en las cintas de Shyamalan, pero su intercesión resulta decisiva para aportar esa emoción que nos atrapa de forma inconsciente aquí y allá.
Poco convincente, decía, en el hilvanado de finales que componen el último acto, el cierre de 'Los juegos del hambre' es, no obstante, una coda notable a una franquicia a la que no resultaría extraño que Lionsgate se propusiera volver en unos años para explorar, en modos diferentes y con distintos personajes —¿alguien ha dicho precuelas que nos narren los días oscuros y los primeros juegos?— ese futuro de la humanidad que bebe tanto de nuestro pasado como, por supuesto, del más inquietante de nuestros presentes.
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