Cuando hace tres años, allá por mayo de 2013, arrancábamos este ciclo de ciencia-ficción, servidor lo hacía de mano de 'La vida futura' ('Things to Come', 1936) un filme de Cameron Menzies que, basado en la novela homónima de H.G.Wells, contaba con la colaboración del mítico escritor británico en la adaptación a guión de su obra.
Seis décadas más tarde, y tras haber conocido diversas traslaciones a la gran pantalla de textos por él firmados —de todas ellas me quedo, sin lugar a dudas, con la soberbia 'El tiempo en sus manos' ('The Time Machine', George Pal, 1960)—, el literato inglés vuelve a ser protagonista una vez más en el presente ciclo de mano de la que, probablemente, sea la peor interpretación que el séptimo arte ha hecho de una obra suya.
'La isla del Dr. Moreau', horrenda
Con una mediocre versión previa de 1977, firmada por Don Taylor con Burt Lancaster y Michael York en los papeles principales que aquí son asignados a Marlon Brando y David Thewlis, 'La isla del Dr. Moreau' ('The Island of Dr.Moreau', John Frankenheimer, 1996) es un perfecto ejemplo tanto de nefasta adaptación de un material original espléndido como de la notoria incapacidad de Hollywood de dejar de mirarse el ombligo y aprender de errores pasados.
En la cinta que hoy nos ocupa nada de aprendizaje se puede encontrar y sí errores de bulto que hacen de la aproximación al filme un duro ejercicio de aguante. Un ejercicio que se deriva de la incapacidad del filme de aportar elementos sobre los que el espectador pueda apoyar una mirada positiva y que, salvo en el espléndido trabajo que realiza Stan Winston con las criaturas, abarca epítetos que se mueven entre discreto, olvidable o infumable.
Bajo el primero cabría englobar tanto el score de Gary Chang, carente de personalidad y efectivo sin más, como la dirección de un John Frankenheimer que se mueve con una cierta torpeza impropia del que fuera responsable de 'El hombre de Alcatraz'('Man from Alcatraz', 1962), 'El mensaje del miedo' ('The Manchurian Candidate', 1962) o del que se sentará tras la cámara en la enérgica y adrenalínica 'Ronin' (id, 1998): no hay aquí ni en la realización ni en el montaje que de ella se hace visos de talento, y todo queda envuelto en una enorme desgana sin brillo.
Olvidables son, de punta a cabo, las interpretaciones de todo el elenco. Olvidables y sobreactuadas, sobre todo si de quienes tenemos que hablar es de Val Kilmer o, sobre todo, de un Marlon Brando que en éste, uno de sus últimos papeles —el cuarto último para ser exactos—, ya es más una caricatura de lo que una vez fue que un actor al que seguir venerando por glorias pasadas: excesivo como lo fue en la vida real, su Dr. Moreau, ese científico que ha mezclado ADN humano con animal creando una nueva raza a la que mantiene sometida, es tan risible como patético.
Ahora bien, todo lo anterior queda sepultado bajo el insoportable hedor que se desprende de un libreto deslavazado, inconexo, que deja a sus personajes completamente indefinidos, que pone en su boca diálogos ridículos y poco o nada creíbles, que avanza a trompicones planteando secuencias que nada añaden a la trama y que carece de la suficiente personalidad como para estar a la altura del material que le sirve de partida.
El texto original de H.G.Wells se merecía mejor fortuna que este sub-producto o el que se había producido veinte años antes. Confiemos en que, de ser realidad los rumores que apuntan a una nueva versión, en ella sí podamos encontrar algo del genio que atesoraba una novela que, con más de un siglo de antigüedad, sigue siendo referencia inexcusable de esa ciencia-ficción que tan bien supo cultivar uno de los mejores nombres que ha dado el género en su vertiente literaria.
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